viernes, 15 de julio de 2011

AMARGURA

“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.” Hebreos 12:15
¿Cristianos amargados?
Si, los hay; y es una actitud contagiosa y contaminante...
¿Qué cosas pueden hacer que brote?
Muchas cosas o ninguna. Podemos sentirnos mal por las vicisitudes de la vida, por no conseguir lo que deseamos, por ser maltratados, por la injusticia, por la ingratitud de los demás, etc.
O quizá todas estas cosas pueden también ocurrir sin hacernos mella. Todo depende de como afrontamos las situaciones que se nos presentan.
El texto de Hebreos 12 habla de no permitir que las circunstancias, las personas, o los propios sentimientos, se interpongan entre nosotros y nuestro Dios. Todo ello es cizaña, un verdadero estorbo para el crecimiento espiritual.
La horrible raíz de las quejas, el descontento, la envidia, el menosprecio, las críticas o la ambición insatisfecha, es contrastada aquí con la disciplina del Señor que produce “fruto apacible de justicia” (vers. 11).
Este oportuno consejo -tomado del Antiguo Testamento-, nos revela el frecuente origen de la amargura: “No sea que haya entre vosotros varón o mujer, o familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy de Jehová nuestro Dios... no sea que haya en medio de vosotros raíz que produzca hiel y ajenjo.” Deuteronomio 29:18
Dios es vida, luz y contentamiento para sus hijos; el gozo de su presencia llena de paz el corazón. Pero cuando nos apartamos de él, entramos en el dominio de las tinieblas, y sus amargos frutos no se hacen esperar. Una vida lejos del Señor es una vida de continuos sinsabores y frustraciones.
Pero tal sentimientos no son patrimonio exclusivo de los que se apartan de Dios por completo; también algunos justos cayeron en gran desconsuelo debido a circunstancias adversas:
  • Noemí: Y ella les respondía: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso.” Rut 1:20
  • Ana: “Ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.” 1 Samuel 1:10
  • Job: “Está mi alma hastiada de mi vida; Daré libre curso a mi queja, Hablaré con amargura de mi alma.” Job 10:1
La vida suele ser dura, las personas pueden ser muy faltas de misericordia, las cosas pueden salirnos mal. Y los cristianos no estamos exentos de malas relaciones o de situaciones penosas.
La amargura más corriente, más injustificada y más persistente, proviene sin embargo de las contiendas entre hermanos:
¡Cuántas veces en la iglesia hemos visto brotar este tipo de raíces malignas!
¡Cuántas veces una actitud desconsiderada o una palabra inoportuna fertilizó la amargura en algún corazón, alejándolo para siempre!
¡En cuántas ocasiones los que fueron comprados con la sangre de Cristo fueron maltratados por quienes debieran respetarlos, amarlos, cuidarlos y protegerlos!
¡Con qué facilidad algunos se permiten expresar animosidad, críticas y malas sospechas contra los líderes o contra sus hermanos en la fe!
¡Cómo duelen las palabras de aquellos que llamándose cristianos solo tienen hiel y ajenjo que ofrecer!
¡Ojalá pudieran comprender que un día se nos refregarán en la cara esas expresiones temerarias!
Entre la casa de Saúl y los partidarios de David hubo contiendas que pusieron en riesgo la misma existencia de Israel: “Allí Abner gritó a voz en cuello, y le dijo a Joab: ¿Vamos a estar siempre en guerra? Si seguimos así, el final de todos nosotros será muy amargo. ¿Cuándo vas a decirle a tu gente que deje de perseguir a sus propios hermanos?´ Y Joab le respondió: Te juro por Dios que, si no hubieras hablado como ahora lo has hecho, mi gente habría perseguido a sus hermanos hasta el amanecer.” 2 Samuel 2:26-27 (RV Contemporánea)
El diálogo se revela aquí como el bálsamo que suaviza las heridas y aleja las contiendas. Si tuvieramos más cuidado en hablar antes de disparar, tendríamos menos de que arrepentirnos.
Pero además cada quien de nosotros debe adoptar la actitud de David ante las situaciones difíciles de resolver: “Y David se angustió mucho... pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios.” 1 Samuel 30:6
En estos tiempos necesitamos desesperadamente encontrar fortaleza, fe y valor en Jesús.
El Salvador -que dio su vida por su iglesia-, espera que lo busquemos en las pruebas y que resolvamos nuestros conflictos en forma armoniosa. Nos dio además consejos sabios que haríamos bien en seguir, a fin de que podamos ser luz en medio de las tinieblas de este mundo y no parte de ellas.
“E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara. Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron.” Exodo 15:22-25
Como las ramas del árbol que endulzaron las aguas de Mara, la presencia de Cristo en nuestra vida quitará toda amargura. 
Pero él no trabaja sin nosotros. Necesitamos esforzarnos en abonar el terreno del corazón con cosas buenas y vigilar las malas raíces para que no puedan prosperar. De lo contrario, no solo nosotros, sino muchos serán contaminados por ellas.
La Biblia nos insta con poder: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.” Efesios 4:31
Extirpa las malas raíces de tu vida antes que se conviertan en frondoso árbol.