miércoles, 11 de enero de 2012

LOS EX

“Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado”. 2ª Pedro 2:20,21
¿Qué es ser un ex?
Según el diccionario:
  1. “Prefijo que entra en la formación de palabras con el significado de 'fuera, más allá': excomunión, excéntrico, extraer.
  2. Prefijo procedente de la preposición latina ex, fuera o más allá: extender, excéntrico, y también negación o privación: exheredar; encarecimiento: exclamar.
  3. Antepuesto a nombres de dignidades o cargos y a nombres o adjetivos de persona, indica que este ha dejado de ser lo que aquellos significan: ex ministro, etc.
Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.
De todos los ”ex” que puedan catalogarse, para mí el más doloroso es que alguien diga de sí mismo que es un “ex-adventista”. Equivale, según pienso, a dejar de ser cristiano.
Ser un ex-adventista es algo trágico, como ser un ex esposo, o un ex empleado. Habla de la pérdida de una condición que antes lo hizo sentirse feliz y realizado.
Significa que alguien ha negado su fe y se ha privado de los beneficios de ella, volviendo a su anterior práctica religiosa, o convirtiéndose en un escéptico o un ateo. Dejó de ser lo que antes fuera, pero sin conseguir ninguna mejora.
Es un título penoso, porque señala que fracasó en comprender la maravillosa gracia que se encuentra en Cristo y la brillante luz de la verdad, colocándose voluntariamente fuera de su alcance. Como el joven rico, que se fue triste porque tenía muchas posesiones que no quería abandonar; o como el hijo pródigo, que dejó la casa del Padre porque quería gozar la vida; su partida deja un profundo vacío y ha producido gran sufrimiento en quienes lo amaban.  
Implica también una gran tristeza, porque significa que nosotros, sus hermanos, tuvimos “éxito” en lanzarlo fuera o más allá de la gracia. Esto es algo que no debemos tomar a la ligera. Como hijos de Dios debemos reconocer que en muchas ocasiones hemos representado mal a nuestro Señor y causado que muchos se desanimaran y abandonaran la fe.
Pero ser “ex” es además una condición desconcertante y peligrosa, porque coloca a este en una especie de limbo espiritual.
Desconcertante pues nadie debería andar proclamando su perdida filiación religiosa; es como ser un “ex-hijo”, por ejemplo (¿suena raro, verdad?).
Peligrosa porque queda expuesto a toda insinuación del enemigo de las almas y corre gran riesgo de tranformarse en su instrumento. Jesús afirmó: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.” Mateo 12:30
Circulan en la web una cantidad de escritos críticos de la iglesia suscritos por personas que dicen serlo. La mayoría de ellos denota un gran resentimiento y un espíritu duro e implacable. Atacan nuestras doctrinas, nuestra organización y de manera especial su encono se enfoca hacia los dirigentes.
Muchas de las cosas que afirman son producto de una pobre comprensión de lo que la vida espiritual significa; otros reclamos son muy ciertos, pues los hombres somos falibles, podemos caer, obrar mal y decepcionar a otros; y otros todavía, son terribles sofismas sugeridos por Satanás mismo para minar la fe del pueblo de Dios.
Son, en todo sentido, opositores más temibles que los incrédulos o los que nunca compartieron nuestra fe. De ellos puede decirse con propiedad que hubiera sido mejor que no conocieran “el camino de la justicia”.
Pero a todos ellos -los enemistados, los decepcionados, los amargados y los desanimados-, el mensaje que debemos darles es el mismo: 
¡¡¡LOS AMAMOS, VUELVAN A CASA.!!!
Nos hace falta, no lamentar su pérdida, sino salir a buscarlos para pedirles perdón por el descuido o por los pecados propios o ajenos que los alejaron. No podemos estar satisfechos hasta que vuelvan al redil.
Necesitamos compartir el vivo y tierno interés por las almas que llevó al profeta Jeremías a llorar por la desolación de su pueblo -bien que su perdición no había sido por su causa-.
Deberíamos tratar de conmovernos por su desgraciada suerte, con ese amor que solo nace en el seno de Dios:
“¿No es Efraín hijo precioso para mí? ¿no es niño en quien me deleito? pues desde que hablé de él, me he acordado de él constantemente. Por eso mis entrañas se conmovieron por él; ciertamente tendré de él misericordia, dice Jehová”. Jeremías 31:20