martes, 31 de agosto de 2010

HEREDEROS DE LA PROMESA

"Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia... Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra...Y él respondió: Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar?". Génesis 15:3-5,7,8
Hace algún tiempo, recibí algunos mensajes por mail de un cierto abogado del extranjero, diciendo que me aguardaba una herencia de alguien en Alemania, y que me comunicara con él para tramitarla (por supuesto, quería una generosa comisión del 60%). Pronto caí en la cuenta que no era más que un engaño. El punto estaba en las cosas que debía hacer para obtenerla. Por más atractivo que fuera el relato, daba para desconfiar, pues apelaba a la codicia antes que al derecho.
¿Qué se debe hacer para recibir una herencia?
Respuesta fácil: ser heredero.
Podemos ser herederos por derechos de filiación o ser herederos por designación sin necesidad de parentesco. En el primer caso; somos parientes. En el segundo caso, fuimos elegidos.
Con la herencia que el Señor nos promete sucede lo mismo. Dios nos declara sus hijos adoptivos, aptos para heredar. No podemos adquirirla por nuestros esfuerzos; no hay nada que podamos ofrecer, no hay nada que podamos ganar por nuestra cuenta.
Sin embargo, a lo largo de los siglos, desde que Caín ofreció "lo mejor que tenía", los humanos hemos tratado de ser merecedores de las bendiciones divinas. Por más que se nos diga que la salvación es gratuita, es posible caer en alguno de estos enfoques equivocados:
  • "Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?" Marcos 10:17
  • "Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?" Lucas 10:25
Tanto el joven rico como el intérprete de la ley se habían criado con la filosofía de que el camino al cielo estaba jalonado por sus propias buenas realizaciones. Había que hacer ALGO para ganar el favor de Dios. Este es un error fatal. Nuestra justicia es como trapo sucio, y a los trapos sucios hay que tirarlos, no sirven para nada. También es cierto que después de ser designados herederos, debemos vivir como es digno de ellos.
¿Qué dice la Biblia?
Examinemos algunas garantías de nuestra elección:
  • "Para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna". Tito 3:7
  • "Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa". Gálatas 3:29
  • "Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo". Romanos 8:17
Desde la eternidad, El Señor dispuso que todos los que lo quisieran pudieran ser justificados. Que al ser justificados, fuésemos adoptados como parte de su familia. Que al ser parte de la familia, se nos diese parte en la herencia.
Somos sus hijos, redimidos al más alto precio. Somos sus elegidos.
¿Qué heredaremos?
"Pero los héroes de la fe poseen la promesa de una herencia de mayor valor que cualquier riqueza terrenal: una herencia que satisfará los anhelos del alma. Puede ser que el mundo los desconozca y no los tome en cuenta, pero en los libros del cielo están inscritos como ciudadanos. La recompensa final de aquellos a quienes Dios ha hecho herederos de todas las cosas, será una grandeza exaltada, y un inagotable y eterno peso de gloria". Testimonies, t. 4, págs. 525-526.
Lo importante de la herencia es doble: está en el futuro y es nuestra.
Pueda ser que no tengamos nada, pero somos ricos. Aunque todavía no la hemos recibido, es nuestra con toda seguridad. Nada menos que el Todopoderoso Rey del Universo nos la prometió.
Podemos entonces descansar confiados en que ya la tenemos asegurada. Podemos creer, tal como Abraham, simplemente alzando nuestros ojos al cielo. Además podemos dirigir nuestra vista a la cruz y tener una poderosísima seguridad adicional.
Esta promesa fue la que sostuvo a los patriarcas, quienes a pesar de que se les prometió "toda esta tierra" (Génesis 12:7), jamás fueron dueños de nada (excepto una tumba, pagada bien cara).
Podría parecer un contrasentido que los herederos de la promesa no recibieran la tierra prometida, pero si miramos bien, ellos no estaban pensando en realidad en heredar un simple pedazo de tierra. No, esperaban mucho más.
"Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios". Hebreos 11:9,10
Pronto recibiremos la herencia. Junto con los santos de todas las épocas, iremos al encuentro de nuestro Salvador para recibir la corona de vida eterna, las mansiones celestiales, felicidad y salud eternas; pero por sobre todo, recibiremos lo verdaderamente importante: ver a Dios y vivir en la luz de su presencia para siempre.
¿No deberían estas promesas arrancar de nuestros labios la más gozosa alabanza?