sábado, 28 de abril de 2012

DIOS MIRA, OYE Y RESPONDE

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina”. 2ª Pedro 1:3,4
Nada como las "preciosas y grandísimas promesas" de la Biblia para llevar aliento al corazón.
Ellas nos proveen la certeza de un Dios cercano, que responde a cada necesidad. Como Agar, podemos decir con alegría: “tu eres Dios que ve” (Génesis 16:13).
Nos brindan la seguridad de que cada circunstancia de la vida; cada problema, tristeza o adversidad; cada conflicto con los poderes del mal, tienen remedio en Jesús. Como David, podemos cantar “el Señor es mi Pastor, nada me faltará” (Salmos 23:1).
Transforman la experiencia, pues permiten vislumbrar a los ejércitos celestiales rodeando a los fieles para protegerles y auxiliarles en todo momento. Sabiendo que Dios está de nuestro lado podemos marchar con la plena convicción de la victoria. Somos hermanos de aquellos “que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones” (Hebreos 11:33).
Son además el anticipo del goce de los bienes venideros. Sus promesas nos dicen que pronto el mal y el pecado serán derrotados, y podremos disfrutar de la eternidad sin fin en su santa compañía. Nos adelantamos con Juan a ver “una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos” (Apocalipsis 7:9).
Pero por sobre todo, nos dicen que contamos con un amoroso Padre Celestial que nos mira, que oye y que responde siempre a nuestros clamores. Podemos descansar con plena certidumbre de fe en sus maravillosas promesas.
Aquí van algunos pocos ejemplos:
  • “Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo”. Salmos 3:4
  • “Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá cuando yo a él clamare”. Salmos 4:3
  • “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”. Salmos 4:8
  • “Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré”. Salmos 5:3
  • “Jehová ha oído mi ruego; ha recibido Jehová mi oración”. Salmos 6:9
  • “El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; tú dispones su corazón, y haces atento tu oído, para juzgar al huérfano y al oprimido”. Salmos 10:17
  • “Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres”. Salmos 11:4
¿No son alentadoras estas promesas?
Canta hoy conmigo este hermoso himno:


Todas las promesas del Señor Jesús
son apoyo poderoso de mi fe.
Mientras luche aquí buscando yo su luz,
siempre en sus promesas confiaré.

Grandes, fieles,
todas las promesas que el Señor ha dado;
grandes, fieles,
en ellas yo por siempre confiaré.


Nuevo Himnario Adventista Nº 412


Dios te mira, oye y responde. No dudes, sino cree en sus promesas.

jueves, 26 de abril de 2012

¿DÓNDE ESTÁ EL DIOS DE ELÍAS?

“Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo.” 2ª Reyes 2:14
La misión de Elías había terminado, pronto sería arrebatado al cielo y Eliseo lo sucedería. En esas circunstancias se entabla entre ambos un diálogo reiterado mientras viajaban de Gilgal, a Bet-el y luego a Jericó.
“Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. Y dijo Elías a Eliseo: Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el. Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Descendieron, pues, a Bet-el. Y saliendo a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Bet-el, le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? Y él dijo: Sí, yo lo sé; callad”. 2ª Reyes 2:1-3
La escena se repite una y otra vez; la invitación de Elías a abandonarlo, la determinación de Eliseo de continuar a su lado, los hijos de los profetas que anticipan el desenlace, y otra vez este diciendo que ya lo sabía. Esta reiteración indica tanto la prueba a que fue sometido el joven profeta, como el método por el que alcanzó la victoria.
Finalmente, “Elías le dijo: Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron, pues, ambos. Y vinieron cincuenta varones de los hijos de los profetas, y se pararon delante a lo lejos; y ellos dos se pararon junto al Jordán. Tomando entonces Elías su manto, lo dobló, y golpeó las aguas, las cuales se apartaron a uno y a otro lado, y pasaron ambos por lo seco. Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. El le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si no, no”. 2ª Reyes 2:6-10
¡Cuánta fe, humildad y devoción manifestó! ¡Qué admirable pedido! Nada menos que una doble porción del Espíritu Santo.
Si bien el Espíritu no se da por medida (Juan 3:34), esta figura retórica expresa el enorme interés que Eliseo tenía por las cosas celestiales y su deseo de ser doblemente útil a la causa de Dios.
Todos los cristianos deberíamos aprender del pedido del profeta y de su determinación de no abandonar a Elías hasta que su pedido fuera contestado, pues Dios honra a los que le honran.
Cuando nos aferramos por fe a las promesas divinas y esperamos en los términos de Dios, el cumplirá su palabra que empeñó.
“Eliseo no solicitó honores mundanales ni algún puesto elevado entre los grandes de la tierra. Lo que él anhelaba era una gran medida del Espíritu que Dios había otorgado tan liberalmente al que estaba a punto de ser honrado por la translación. Sabía que nada que no fuese el Espíritu que había descansado sobre Elías podría hacerle idóneo para ocupar en Israel el lugar al cual Dios le había llamado; de modo que pidió: “... una doble porción de tu espíritu.” (V.M.)”. Profetas y Reyes pag. 169.
¡Cuánto desea el Señor que todos sus hijos tengan esas mismas aspiraciones!
La humildad demostrada por el siervo de Dios brilló como un faro en medio de esa tierra de apostasía. Su persistencia en acompañar a su maestro probó la alta calidad de su fe, pues si hubiera desistido, nunca habría recibido la bendición prometida.
Y en nuestro mundo actual -igualmente sumido en la apostasía-, hacen falta hombres como Eliseo, que no confíen en sí mismos, ni se crean capaces de hacer con sus propias fuerzas la obra a la que son llamados; creyentes que no se cansen ni desistan a la primera señal de dificultad.
Necesitamos desesperadamente nuevos Eliseos, que busquen tener “una doble porción de tu espíritu” más que ninguna otra cosa. Hombres y mujeres abnegados, humildes y consagrados; que por su determinación, firmeza y fidelidad demuestren al mundo que no hay nada que los pueda apartar de su Señor.  
“Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes. Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán. Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo”. 2ª Reyes 2:11-14
No cualquiera puede decir esto.
Preguntar dónde está el Dios de Elías, requiere que manifestemos su espíritu. Las bendiciones divinas esperan para ser derramadas; pero solo serán enviadas sobre aquellos que estén dispuestos a cumplir las condiciones y a pagar el precio. Debemos morir al yo, renunciar a nuestro orgullo y egoísmo, dejar de lado toda otra prioridad, si en verdad queremos pronunciar estas palabras.
¿No quisieras tu también ser un nuevo Eliseo? Jesús espera por esa clase de personas -sean hombres, mujeres, niños o ancianos-, que con el poder de Elías anuncie al mundo que Cristo viene ya a buscar a sus hijos.
Digamos en alta voz como el profeta: ¿Dónde está Jehová el Dios de Elías?

viernes, 20 de abril de 2012

DE LO INVISIBLE Y ETERNO


“No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. 2ª Corintios 4:18
El personaje de Saint Exupery declaraba en su libro El Principito que lo esencial es invisible a los ojos”. 
Esta es una gran verdad, ya se trate de cosas del mundo físico o del ámbito espiritual. Gran parte de lo relevante que ocurre en el universo se halla oculto a nuestra vista Lo que acontece dentro de nuestro organismo, el viento, la fotosíntesis o las fuerzas gravitatorias por ejemplo, están fuera de nuestro campo de visión, aunque podemos sentir sus efectos. La mayor parte de las ondas -luminosas, sonoras y electromagnéticas- y los procesos físicos y bioquímicos más espectaculares, también permanecen invisibles para nuestros menguados ojos. Más importante aún; los sentimientos de amor, ternura, abnegación, heroísmo o valentía, no son cosas tangibles o comprobables por los sentidos.
Al parecer, con nuestros ojos físicos... ¡no podemos ver casi nada!
No podemos “ver” el amor de Dios; que -aunque nos hallemos rodeados por él-, no se percibe por la razón o los sentidos; solo podemos experimentarlo y sentirlo mediante la fe. Tampoco vemos la operación del Espíritu o el cuidado de los ángeles, o las huestes de maldad que nos rodean...y la lista podría seguir.
A diferencia de Saint Exupery que decía que “no se ve bien sino con el corazón”, creo que aquella visión trascendente no depende de los sentimientos, sino de la fe; “porque por fe andamos, no por vista”. 2ª Corintios 5:7
Para poder ver con los ojos de la fe, necesitamos tener la actitud de Moisés, que eligió mirar algo diferente. “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón... teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible”. Hebreos 11: 24-27
Cuando ponemos nuestros ojos en lo invisible y eterno, sus realidades se hacen patentes para nuestros sentidos. El mundo espiritual llega a ser tan real como lo que captan nuestros ojos y podemos sostenernos viendo al Invisible y Todopoderoso Señor de nuestras vidas.
Tener esta visión no depende del esfuerzo humano, sino del poder de Dios obrando en nosotros. Cuando elegimos mirar lo que no se ve, somos beneficiados con un discernimiento especial y los milagros están al alcance de la mano.
El registro de la vida del profeta Eliseo es una prueba de ello. El sucesor de Elías era un hombre profundamente espiritual, habituado a tener comunión con lo intangible. Se registra que en cierta oportunidad, cuando estaban rodeados por el ejército de Siria, su siervo manifestó temor por estar rodeados. “Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea... Y luego que los sirios descendieron a él, oró Eliseo a Jehová, y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a esta gente... Y cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Jehová, abre los ojos de éstos, para que vean. Y Jehová abrió sus ojos, y miraron”. 2ª Reyes 6:17-20
Al sonido de una simple oración su siervo pudo ver a los ángeles que los guardaban; al pedido de Eliseo, los sirios fueron cegados y recuperaron la vista ¡Qué maravilloso!
El mismo poder se halla disponible para nosotros hoy día. Basta desearlo,  pedirlo,  y colocarse en las manos de Dios, para que las cosas invisibles y eternas se hagan claramente visibles.
Por otra parte, si dejamos de lado la voluntad del Señor, nos volveremos ciegos a las realidades eternas. Cuando los fariseos rechazaron al ciego que recobró la vista, rechazaron también al Salvador. “Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados”.  Juan 9:39
¿Ves claramente? ¿Puedes ya percibir los sonidos y la luz inefable que bajan por las puertas de la Nueva Jerusalén?
Pronto ambos mundos se comunicarán para siempre; pero por ahora, las cosas invisibles y eternas solo se pueden ver por medio de la fe. Y esa fe victoriosa es la que abre los ojos a las realidades celestiales.
“Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”. 1 Timoteo 1:17
Busca hoy esa visión para gloria de Dios.

miércoles, 18 de abril de 2012

ELOGIO DE LA BIBLIA


 

Para Esta Vida y la Venidera

“La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples”. Salmos 119:130.
Según la ley de Dios, la fuerza para la mente y el alma, lo mismo que para el cuerpo, se adquiere por medio del esfuerzo. El desarrollo se obtiene por medio del ejercicio. De acuerdo con esta ley, Dios ha provisto en su Palabra los medios necesarios para el desarrollo mental y espiritual.La Biblia contiene todos los principios que los hombres necesitan comprender, a fin de prepararse para esta vida, o para la venidera. Estos principios pueden ser comprendidos por todos...
Mayor aún es el poder de la Biblia en el desarrollo de la naturaleza espiritual. El hombre, creado  para ser compañero de Dios, puede hallar su verdadera vida y desarrollo únicamente en ese compañerismo. Creado para hallar en Dios su mayor gozo, en ninguna otra cosa puede hallar lo que puede calmar los anhelos de su corazón, y satisfacer el hambre y la sed del alma. Aquel que con espíritu dócil y sincero estudia la Palabra de Dios para comprender sus verdades, se pondrá en contacto con su Autor, y, a menos que sea por su propia elección, no tienen límite las posibilidades de su desarrollo.
En su vasta esfera de estilo y temas, la Biblia tiene algo para interesar a cada mente y atraer cada corazón. Sus páginas encierran historia antiquísima; biografías fieles a la vida; principios de gobierno para regir al Estado y gobernar la casa, principios que la sabiduría humana nunca ha conseguido igualar. Contiene la más profunda filosofía, la poesía más dulce y sublime, apasionada y patética. Los escritos de la Biblia, aún considerados de esta manera, son inconmensurablemente superiores en valor a las producciones de cualquier autor humano, pero considerados en su relación con el gran pensamiento central, son de alcance infinitamente más amplio, de valor infinitamente mayor. Desde este punto de vista, cada tema adquiere nuevo significado. En las verdades más sencillamente enunciadas se encierran principios tan altos como el cielo, y que abarcan la eternidad.
El tema central de la Biblia, el tema alrededor del cual se agrupan todos los demás del Libro, es el plan de la redención, la restauración de la imagen de Dios en el alma humana. Desde la primera insinuación de esperanza que se hizo en la sentencia pronunciada en el Edén, hasta la gloriosa promesa del Apocalipsis: “Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes”, el propósito de cada libro y pasaje de la Biblia es el desarrollo de este maravilloso tema: la elevación del hombre, el poder de Dios, “que nos da la victoria, por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
El que capta este pensamiento, tiene ante sí un campo infinito de estudio. Tiene la llave que le abrirá todo el tesoro de la Palabra de Dios.
Extraído del libro "Exaltad a Jesús", Abril 18

viernes, 13 de abril de 2012

NUESTRO PODEROSO DIOS


“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”. Isaías 9:6,7
Este texto tiene una riqueza infinita. Presenta a Jesús, seis siglos antes de su encarnación, en tres aspectos diferentes pero complementarios: como hombre, como Dios y como parte de la Divinidad.
Ese niñito que nacería en Belén no sería como el resto de los nacidos en este mundo. Habría de nacer en un mundo pecador, pero se mantendría libre de toda contaminación de pecado. Compartiría nuestra herencia, pero no sería dominado por ella. Sufriría las limitaciones de la humanidad, aún disponiendo de los recursos de la Omnipotencia. Velaría su divinidad con un cuerpo de carne, pero en cada acto suyo resplandecerían el poder y el amor de Dios. Por su vida inmaculada, su victoria en la cruz, su resurrección y su ascensión a los cielos, es digno de ostentar “el principado sobre su hombro”.
Los títulos que se le asignan son especialmente significativos:
  • El es Hijo y es Padre a la vez.
Se lo llama Padre Eterno, pero ¿cómo puede un hijo recién nacido ser al mismo tiempo padre?
Jesucristo, engendrado por el Espíritu Santo en el vientre de María, era un bebé de carne y hueso, no obstante, en el residiría toda la plenitud de la Deidad. Era en todo sentido Dios hecho hombre. Y fue así “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió”.  Juan 5:22,23
  • Es el Dios fuerte y al mismo tiempo Príncipe de Paz.
“No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno”. Isaías 44:8
Aquí se elimina toda posibilidad de que alguien rivalice con el poder divino ¿no es cierto? Nuestro poderoso Dios es el rey de los ejércitos celestiales. Sin embargo, Cristo aparece en el Antiguo Testamento bajo la figura del Príncipe de sus huestes. Antes de la toma de Jericó se presentó con una espada en su mano y dijo: “Como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo”. Josué 5:14,15
Si éste hubiera sido un ángel, no podría recibir adoración, ni usar las mismas palabras que Dios le dirigió a Moisés en la zarza de fuego. La presencia de Jesús es la única que reúne las condiciones para una petición tan asombrosa. El es el único que, siendo Dios, puede comandar a todos los ángeles y ser adorado por ellos (ver Hebreos 1:6).
  • Su nombre es Admirable pero también Consejero:
“Entonces dijo Manoa al ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpla tu palabra te honremos? Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?” Jueces 13:17-19
Aquí el “ángel de Jehová” es nuevamente Jesús, que resalta ante el padre de Sansón la majestad y la santidad de su nombre.
Pero también se lo llama Consejero. Cuando Cristo iba a ascender a los cielos, dejó a cargo de los asuntos de la iglesia a Aquel que no era un simple ser humano. El otro Consolador que vendría en su lugar -el gran Auxiliador de su iglesia-, era un ser divino igual a él. 
Sin la obra convincente y transformadora de la tercera persona de la Divinidad, el sacrificio de Cristo en el calvario perdería su eficacia. Sobresaldría además entre sus características una función didáctica, tal como lo expresa el siguiente versículo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Juan 14:26
Aquí el Espíritu es presentado como vicario y continuador de la obra del Salvador. Por lo tanto, tan ciertamente como Jesús es igual al Padre, el Espíritu Santo es igual al Padre y al Hijo.
  • Reinaría sobre el trono de David, pero lo haría eternamente.
“Concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Lucas 1:31-33
“Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”. Daniel 2:44
El Padre que nos envió tan maravilloso Redentor es nuestro poderoso Dios. 
El hijo que vino con toda la autoridad del Padre, es nuestro poderoso Dios. 
El Espíritu Santo, quien transforma nuestras vidas a su imagen, es nuestro poderoso Dios.
En la persona de Cristo, estos tres seres celestiales se han enlazado para siempre con la caída descendencia de Adán. En él, Dios se hizo más cercano a nosotros que a cualquier otra criatura del universo. 
Me asombran y emocionan a la vez estas palabras: "un niño nos es nacido, un hijo nos es dado", porque implican que Jesús pertenece a la humanidad. Nos nació; nos fue dado ¿Quién sería capaz de explicar tal prodigio?
¡Qué gran misterio, qué maravillosa realidad! 
Comparto este hermoso pensamiento como síntesis de lo expuesto:
“Se me han dado estas palabras para expresarlas al pueblo de Dios: “Exaltad al Hombre del Calvario. Échese a un lado la humanidad, para que todos contemplen a Aquel que es el centro de sus esperanzas de vida eterna. Dice el profeta Isaías: ‘Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre: Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz’. Isaías 9:6. Que la iglesia y el mundo contemplen al Redentor. Que toda voz proclame con Juan: ‘He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’. Juan 1:29”. Testimonios para la Iglesia - Tomo 5 pag. 681

sábado, 7 de abril de 2012

PRESTAR ATENCIÓN


Suele ocurrir que con frecuencia me pierdo detalles de alguna conversación. Sea por mi hipoacusia, sea por distraído o porque esté pensando en alguna otra cosa.
Es una sensación muy fea darse cuenta que hemos perdido el hilo, pero es todavía peor cuando nos encontramos desprevenidos ante una situación a la que debimos haber prestado atención en su momento.
Y cuando las circunstancias nos golpean en la cara, nos preguntamos: ¿cómo pudo pasar esto...?
En la última reunión de Jesús con sus discípulos sucedió algo similar. El relato de las Escrituras menciona que en cierto momento de la última cena “Jesús se conmovió en espíritu, y declaró y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba. Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús. A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es? Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto”. Juan 13:22-27
Los siguientes comentarios que agrego arrojan luz sobre aquel momento crucial:
“Aun entonces los discípulos no sospecharon de Judas. Pero vieron que Cristo parecía muy afligido. Una nube se posó sobre todos ellos, un presentimiento de alguna terrible calamidad cuya naturaleza no comprendían. Mientras comían en silencio, Jesús dijo: “De cierto os digo, que uno de vosotros me ha de entregar.” Al oír estas palabras, el asombro y la consternación se apoderaron de ellos. No podían comprender cómo cualquiera de ellos pudiese traicionar a su divino Maestro. ¿Por qué causa podría traicionarle? ¿Y ante quién? ¿En el corazón de quién podría nacer tal designio? ¡Por cierto que no sería en el de ninguno de los doce favorecidos, que, sobre todos los demás, habían tenido el privilegio de oír sus enseñanzas, que habían compartido su admirable amor, y hacia quienes había manifestado tan grande consideración al ponerlos en íntima comunión con él!” {DTG pag. 610}
En un ambiente tenso y cargado de expectativa, los discípulos -uno tras otro-, le habían preguntado al Señor “¿soy yo?”. Fue entonces Juan el encargado de hacer más directo el interrogante: 
- “Señor, ¿quién es?"
 Lo llamativo es que, ante la pregunta, Jesús dio una señal directa que fue pasada por alto por todos los presentes. Tomó pan, lo mojó y se lo ofreció al traidor. Judas comió lo que el Señor le ofreció sin mostrar emoción alguna. Luego salió para entrar definitivamente en la noche de la perdición. “Hasta que hubo dado este paso, Judas no había traspasado la posibilidad de arrepentirse. Pero cuando abandonó la presencia de su Señor y de sus condiscípulos, había hecho la decisión final. Había cruzado el límite”. {DTG 611}
¿Es que ninguno prestó atención a sus palabras?
En reiteradas ocasiones el Salvador les había advertido de su arresto, tormento y muerte, pero sus oídos parecían cerrados a estas palabras, su mente parecía rechazar todo pensamiento de esa naturaleza. 
Es que sus intereses y esperanzas estaban en otra parte.
¿Podría estar pasándonos lo mismo a nosotros? 
¿Habrá también algo que nuble nuestra comprensión de los sucesos actuales?
Debemos considerar lo que sucedió aquella noche y aprovechar las lecciones de las Escrituras para que no caigamos en el mismo error.
Pero aún hay otro elemento que impide que prestemos la debida atención. Se encuentra en la continuación del relato: “Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después. Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti. Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces”. Juan 13:36-38
¡Pobre Pedro! Tenía tanta confianza en sí mismo que se creyó capaz de soportar la presión de los acontecimientos que vendrían. La presunción adormeció al apóstol en una falsa seguridad. Creyó que su amor por Cristo era tan fuerte que no podría caer, y así despreció la advertencia de su Maestro. Su despertar fue terriblemente doloroso; se encontró negando a su Señor y tuvo que derramar amargas lágrimas.
Y no carguemos las tintas con Pedro, pues los demás discípulos compartieron la misma suerte; el arresto de Jesús los tomó desprevenidos y salieron corriendo a esconderse.
La distracción y la auto confianza son dos de los factores que impiden que prestemos atención. Ambas tienen su origen en nuestro yo orgulloso y egoísta, que nos lleva a centrarnos en nosotros mismos y a confiar desmedidamente en nuestra fuerza y capacidad. 
Necesitamos orar y vigilar nuestros pasos para que el Espíritu nos ayude a mantenernos sumisos y atentos a toda indicación divina.
 “Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”. Isaías 66:2
¿Prestarás atención?

viernes, 6 de abril de 2012

RECORDACIÓN, CELEBRACIÓN Y ANTICIPO III


“El Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. 1ª Corintios 11:23-26
Aquella memorable cena de Pascua fue la ocasión elegida por el Señor Jesús para instaurar un mandato (haced esto... en memoria de mí) que serviría como recuerdo de su maravilloso sacrificio, a la vez que daría ocasión a una celebración solemne de la redención que nos fue concedida.
Al finalizar esta serie veremos el tercer aspecto vinculado a la Santa Cena: el anticipo de su venida en gloria y majestad.
En los propósitos divinos, ese último convite fue especialmente diseñado para impresionar nuestros sentidos, quebrantar nuestro corazón e iluminar la razón con profundas convicciones. Cada vez que comemos el pan y tomamos la copa, estamos anunciando la muerte de Cristo y anticipando su segundo advenimiento.
Anticipamos la victoria del amor de Dios, el fin del pecado y sus consecuencias, la justa destrucción de los enemigos de su causa (Satanás, sus ángeles y sus seguidores humanos), y por último, anticipamos una vida sin fin en compañía de nuestro Salvador.
Nuestra mente se transporta así desde aquel aposento alto de los tiempos bíblicos, hacia otro lugar maravilloso preparado por Dios. Allí no habrá una humilde mesa preparada solo para trece personas, no habrá en el menú cordero asado con hierbas amargas, ni escasez de sirvientes. Infinitamente más abundante y más gloriosa, aquella será una cena con los redimidos de todas las edades, junto a Jesús y sus ángeles. “Vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos”. Mateo 8:11
¿Pero qué lugar podría contener tan incontable multitud?
Juan el revelador escribió: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”. Apocalipsis 19:9
En los dos últimos capítulos de este libro se presenta la Nueva Jerusalén con sus calles de oro, murallas de piedras preciosas, puertas de perlas y un mar de vidrio. Esta ciudad de proporciones gigantescas será nuestro hogar, y el escenario de la cena triunfal que con gozo Jesús preparará para nosotros. Y se nos dirá en aquel día: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” Mateo 25:21
El prometió que no tomaría más del jugo de la vid hasta el momento en que volvería a reunirse con su pueblo. Pero no comeremos solamente pan y jugo de uva. Habrá más, mucho más.
Elena de White escribió de aquel banquete: “Vi una mesa de plata pura, de muchos kilómetros de longitud, y sin embargo nuestra vista la abarcaba toda. Vi el fruto del árbol de la vida, el maná, almendras, higos, granadas, uvas y muchas otras especies de frutas”. Primeros Escritos, pags. 18-19
¡Qué extraordinario! Sentados en una mesa larguísima y abundante, junto a nuestros amados y a los héroes de los que leíste en tu Biblia. Los ángeles nos servirán y Jesús estará a la cabecera de la mesa.¿Ya te imaginas allí?
¿Qué es necesario para estar en ese maravilloso lugar? ¿que hace falta ser invitado a las bodas?
Lo grandioso de esto es que ¡Ya estas invitado! 
La gracia de Jesús, su sangre derramada por nosotros, su cuerpo quebrantado, su intercesión en los cielos, todo habla del ferviente deseo de nuestro Señor de recibirnos en las mansiones celestiales y de servirnos aquella fabulosa cena de bienvenida.
Todo está preparado y todos estamos invitados, pero...
Como en las parábolas que Jesús contó, la mayoría ignora la invitación, en tanto que otros parecen aceptar y van, pero sin estar vestidos de boda.
Estar vestidos de bodas significa estar revestidos con aquel manto de justicia, tejido en el telar del cielo sin un solo hilo de méritos humanos. Significa haber recibido por fe la justificación y vivir una vida enteramente consagrada al servicio y para la gloria de Dios. Significa que nuestros pensamientos, palabras y acciones gritan que hemos puesto en primer lugar el reino y su justicia. Nos convertimos en luz del mundo y sal de la tierra.
El cielo está esperando ansioso a sus invitados para la mayor cena de todos los tiempos. Espera que tu y yo estemos presentes, porque “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir” 2ª Pedro 3:9-11
¿Recuerdas a cada instante que Jesús dio su vida por ti?
¿Deseas experimentar el gozo del reencuentro?
¿Ya anticipas ese día glorioso? 
Pronto comeremos con él.

miércoles, 4 de abril de 2012

RECORDACIÓN, CELEBRACIÓN Y ANTICIPO II

“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios”. Apocalipsis 19:9
Casamientos, celebraciones, cumpleaños, aniversarios, bautismos, inauguraciones...
En todas estas ocasiones el denominador común es el festejo, la alegría, el gozo. Y todas son seguidas (casi invariablemente) de una abundante comida.
A todos nos gusta celebrar, reunirnos y comer bien. Por ello, la recordación de la cena pascual fue colocada por Dios como una ocasión de reunir a la familia y comer juntos en un ambiente signado por la felicidad.
Pero, en aquella Pascua en particular, Jesús estaba con ánimo triste. No solamente por la cercanía de su muerte, sino por las desavenencias entre sus discípulos. El deseo de grandeza mundanal, el orgullo, el egoísmo, la vanidad, ocupaban todavía mucho espacio en sus corazones.
Fue así que el Salvador realizó una acción destinada a borrar esos malos sentimientos.
Quizás la ausencia del siervo que lavara los pies fue deliberada, para que la lección fuera más eficaz. El hecho es que los apóstoles se quedaron mirando unos a otros, algo molestos, pero sin tomar la iniciativa y sin la menor intención de ocupar el lugar de sirvientes.
Entonces Jesús “se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza”. Juan 13:4-9
El lavamiento se alza aquí como un faro para alumbrar una gran verdad espiritual.
Esta es una figura recurrente en la Biblia; que indica que necesitamos:
  • Limpieza del pecado: “Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron”. Jeremías 33:8
  • Limpieza de la idolatría: “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré”. Ezequiel 36:25
  • Limpieza para ser su pueblo: “Ni se contaminarán ya más con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeliones; y los salvaré de todas sus rebeliones con las cuales pecaron, y los limpiaré; y me serán por pueblo, y yo a ellos por Dios”. Ezequiel 37:23
Para poder participar de su reino hace falta mas que pulcritud física; resulta indispensable la limpieza del corazón. El cielo es para aquellos que han sido purificados mediante la sangre preciosa de Cristo Jesús.
Aquel lavamiento realizado por Cristo era necesario para que pudieran estar listos para lo que seguía. Cuando Pedro vio lo que Jesús estaba haciendo, deseó una limpieza mayor y más profunda porque estaba consciente de su pecaminosidad, su impotencia y su necesidad de la gracia divina. Y esa actitud es precisamente la que el Señor buscaba, porque es la condición necesaria para alcanzar el perdón.
No obstante, la comprensión de la magnitud del acto de Cristo sería algo que llegaría con el tiempo. No la entendieron plenamente en ese momento, por lo que les aclaró cual era el propósito de su humillante servicio: “Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (vers. 12-15).
De esta forma, el rito de la humildad quedó para siempre incorporado a la celebración de la Cena del Señor. A fin de celebrar debidamente, es necesario estar limpios de toda contaminación de pecado.
Para ello, es necesaria una preparación previa. La reconciliación se vuelve entonces obligatoria. Toda división entre hermanos debe ser dejada de lado, toda disputa zanjada y todo mal perdonado. El amor fraternal debe reinar supremo entre los creyentes.
Solo corazones quebrantados y contritos son dignos de participar de los emblemas de su cuerpo y sangre. Únicamente quienes comprenden el amor manifestado en su sacrificio y están dispuestos a entregarle todo, pueden comer del pan y del vino sin fermento. Los que abrigan algún pecado en su corazón, no están en condiciones de participar.
El lavamiento de los pies es un adecuado símbolo de la obra de la gracia que cubre todas nuestras faltas; el acto de limpiar los pies purifica también el corazón.
Y cuando el corazón está limpio, se convierte en un canal adecuado para el gozo que da la morada del Espíritu en nosotros, para alegrarnos en la seguridad de la victoria y para entonar la más genuina alabanza.
Como afirmé en la entrada anterior, recordar nos obliga a olvidar; en tanto que celebrar la victoria de Jesús sobre el pecado, nos obliga a estar limpios. Y no es necesario esperar a una Santa Cena para ello. Hoy mismo se encuentra disponible esa bendición.
Los que recibimos por fe los beneficios de su sacrificio, debemos eterna gratitud a “Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”. Apocalipsis 1:5
¿Por qué no alabarle ahora mismo?