lunes, 27 de junio de 2011

GENERACIÓN VENCEDORA II


“Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente. Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres”. Hechos 5:12-14
¿Todo un pueblo fiel al Señor? ¿Es posible?
Los que entraron en Canaán bajo el mando de Josué fueron un pueblo singular, porque dejando atrás la rebelión de su padres, trascendieron su entorno familiar apóstata y las circunstancias que los rodeaban para consagrarse por entero a la causa de Dios y ser victoriosos.
La siguiente generación de vencedores aparece luego de la resurrección de Cristo. 
Los apóstoles, que durante el ministerio terrenal del Salvador se habían peleado, envidiado y tenido celos uno del otro; que habían demostrado serias deficiencias de carácter y falta de humildad; llegaron entonces a ser poderosos en la verdad.
Los mismos hombres débiles que le habían negado, que habían huido cuando su Señor más necesitaba de su apoyo (recuerda, todos le dejaron, no solamente Pedro), mediante la obra del Espíritu Santo, se convirtieron en campeones del evangelio.
¿Cómo fue posible que pasaran de cobardes a valientes? 
Nadie lo hubiera creído -ni el pueblo y menos aún los sacerdotes- apenas algunos días atrás.
Hasta allí habían caminado con su Redentor sin reconocerlo plenamente. El egoísmo de sus corazones y las tradiciones de los hombres habían oscurecido ante sus ojos la Luz del Mundo. 
Pero al verle resucitado y glorificado, al ser iluminados para comprender la verdad, renació en ellos la esperanza. Su corazón se doblegó, y se arrepintieron, se pidieron perdón unos a otros y buscaron con tremendo fervor el poder del Espíritu.
Cuando los hombres renuncian a sí mismos y a la grandeza mundanal, se humillan ante Dios y buscan solo su aprobación, los frutos no se hacen esperar. La bendición prometida llegó y los cambió por completo.
La Inspiración pinta de ellos y de los demás discípulos, bellos cuadros de unidad, desprendimiento, armonía y fe:
  • “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos“. Hechos 2:46,47
  • “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos”. Hechos 4:31-33
  • “Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo”. Hechos 9:31
El testimonio que daban era tal que dejaba fuera a los inconversos. Su propia vida era más poderosa que sus palabras. Eran reconocidos como fieles hasta por sus acérrimos adversarios. Rebosaban de amor mutuo y pasión por las almas. Una iglesia tal no podía sino crecer sin límite.
Aunque no estaban libres de errores y defectos, el amor que reinaba entre ellos había aplastado las diferencias, las contiendas y el orgullo personal.
La causa de Dios ocupaba para ellos el primer lugar, y el siguiente, y todos los demás. No había lugar para ninguna otra cosa que para Cristo.
El pecado, que había causado la muerte de su Señor les parecía aborrecible y odioso. No querían tener nada que ver con él.
Así, los cobardes y desalentados discípulos llegaron a ser vencedores. Con razón la revelación profética caracteriza su período como el de un poderoso jinete montando “un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer”. Apocalipsis 6:2
Imitemos su ejemplo.