lunes, 6 de septiembre de 2010

VICTORIA COMPLETA

"Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios". Apocalipsis 15:2
Tanto el deporte como la guerra nos han legado heroicos y vibrantes relatos de victorias; algunas nobles y altruistas, otras trágicamente egoístas. El prestigio, el honor, la libertad, la verdad, la justicia, la patria, el bien ajeno, etc., son algunos de los ideales que se evocan para alcanzarla.
De ellas también se nutre la Sagrada Escritura para representar el triunfo del bien sobre el mal, de Cristo sobre Satanás.
La victoria, al igual que todo en la vida cristiana, se obtiene por gracia. Si bien se nos anima a contender "ardientemente por la fe una vez dada a los santos" (Judas 3), la Biblia deja en claro que solo se puede vencer por medio de Cristo. El asunto fundamental es que sin duda tendremos que hacer nuestra parte, pero, para no ser derrotados, no debemos centrarnos en nuestros esfuerzos sino en la sumisión al poder y al propósito divino.
Consideremos los siguientes pasajes:
  • "Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo". 1 Corintios 15:57
  • "El caballo se alista para el día de la batalla; Mas Jehová es el que da la victoria". Proverbios 21:31
  • "Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó". Romanos 8:37
  • "Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento". 2 Corintios 2:14
En los textos anteriores se ve con claridad que vencer es no solo posible, es necesario; incluso diría obligatorio.
De esta manera llevamos gloria al nombre de Dios y mostramos al mundo que somos sus testigos. Es así como llegamos a ser la luz del mundo. Cuando por la fe el triunfo de Jesús pasa a ser el nuestro, confirmamos la validez y el poder del evangelio.
Para triunfar, además de la gracia divina hacen falta determinación, firmeza y esfuerzo, como lo afirma la cita siguiente:
"Determinémonos a ser victoriosos. Busquemos una medida grande de gracia divina. . . No seamos dominados por los elementos del mundo, sino mostremos que estamos resueltos a llegar a ser vencedores día tras día y hora tras hora. Los ángeles de Dios están velando sobre nosotros cada día. . . Representemos a Cristo y a la verdad dondequiera vayamos para que podamos permanecer en esa posición donde podemos glorificar a Dios. Mis hermanos y hermanas, Jesús anhela interceder por vosotros. Aferraos a Jesús. Esforzaos por ser vencedores para que el Salvador pueda daros la bienvenida a la ciudad de Dios donde podréis cantar los triunfos de la gracia redentora".
En Lugares Celestiales pag. 280
Pero...¿victoria sobre que o sobre quién?
Para poder alcanzar el triunfo, tenemos primero que saber contra quienes luchamos.
Nuestro adversario fundamental es el pecado, y hay tres temibles instrumentos suyos con los cuales debemos lidiar:
  1. La carne, es decir nuestra naturaleza pecaminosa, nuestros malos deseos y pasiones que nos desvían de Dios
  2. El mundo, entendido como las cosas y personas que nos apartan de los designios divinos. 
  3. El Diablo, nuestro enemigo por excelencia.
En las próximas entradas, desarrollaré más ampliamente estos tres puntos. Como anticipo, quiero decir que los coloqué así deliberadamente en función de su importancia.
Porque nuestro principal enemigo no es Satanás ni el influjo de lo mundano, el peor de todos es nuestro yo, como lo afirmara un célebre escritor italiano: "Temo a un solo enemigo que se llama, yo mismo". (Giovanni Papini)
Reitero:
Vencer es necesario. De otro modo deshonramos a nuestro Señor.
Vencer es indispensable. O no entraremos en la patria celestial.
Vencer es posible. Todos los recursos del cielo están empeñados en ello.
Vencer es una obligación. El universo quiere vernos vencedores.
Vencer es nuestro privilegio. Cristo pagó con su sangre para hacerlo posible.
Él ya nos ve en pie sobre el mar de vidrio, como triunfadores, entonando un canto de alabanza y gratitud por la victoria. El mérito será entonces (tal como debe serlo ahora), todo para el Cordero. Nadie se atribuirá ni un átomo de crédito por la derrota final de nuestro temible adversario. Los que estemos allí (¿te incluyes también?) sabremos por experiencia que sin el poder de la cruz y la resurrección de Jesús lo único seguro sería la perdición eterna. Habiendo elegido al Señor, venceremos al Diablo, al mundo y a la carne.
No basta desearla, debemos reclamarla cada día. La victoria es por sobre todo, una cuestión de elección.
¿Qué elegiremos?
Hay maravillosas promesas en la Escritura para quienes deseamos ser victoriosos. Echemos mano de ellas para transitar con éxito la áspera senda que tenemos por delante, hasta que se cumpla la promesa final:"Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono". Apocalipsis 3:21