miércoles, 21 de septiembre de 2011

CANSANCIO ESPIRITUAL

“Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”. Hebreos 12:3,4
¿A qué se debe que haya tantos cristianos cansados? 
¿Te incluyes en esa categoría?
Quiero aquí cerrar la serie de meditaciones sobre el cansancio. 
Una cosa es el cansancio físico o mental, y otra muy diferente es el cansancio espiritual que afecta nuestra vida de comunión con Dios.
  • -”No me den ningún cargo en la iglesia, me tomo un año sabático porque estoy muy cansado/a” 
  • -“No voy al templo por ahora, necesito tomar unas vacaciones de iglesia”.
Estas frases -o algunas parecidas- las escuché varias veces, y de labios de quienes, en su momento, fueron eficientes y activos miembros de iglesia, pero luego abandonaron el frente de batalla para colocarse en retaguardia.
En el agitado mundo en que vivimos es facil cansarse. Las exigencias y los conflictos cada vez son mayores en todos los rubros de labor. Es casi inevitable para la mayoría llegar al fin de semana con las fuerzas agotadas.
¿Cómo evitarlo?
Según los especialistas, hay varios tipos de fatiga que van desde la simple necesidad de descansar, hasta llegar al desinterés por la vida, a la depresión, o a tener ideas suicidas.
  • Fatiga Pasajera o general:    Aparece al final del día cediendo después de una noche de sueño.
  • Fatiga Aguda: Es consecuencia de un largo periodo de esfuerzo y necesita de una reducción del horario de trabajo, es decir unos días de reposo o de vacaciones.
  • Agotamiento: Es el estadio extremo de la fatiga. Aparece cuando las reservas personales, se agotan tras periodos de trabajo físico o intelectual muy intenso, o bien debido a un accidente.
  • Fatiga crónica: Se relaciona con una situación estresante. No cede al reposo y exige un retorno a un ritmo de vida más equilibrado. En caso de hiperactividad suele existir un problema subyacente del que se huye a través del trabajo.
  • Fatiga Psicológica: Esta unida a problemas afectivos, provenientes de la dificultad para comunicarse o adaptarse al entorno. La ayuda médica y un adecuado apoyo psicológico son necesarios. (Adaptado de: http://www.cuidadodelasalud.com/)
Especialmente cuando llegamos a estos últimos escalones, es cuando estamos en riesgo de sufrir del mayor de los peligros; la “fatiga espiritual”. Su consecuencia más visible es el desánimo y su costo suele ser la pérdida de la vida eterna.
Cuando el desaliento nos invade  y parece que el Señor se olvidó de nosotros; cuando todo se ve negro por delante y ya no nos quedan fuerzas para seguir; es fácil ceder a la idea de arrojar todo por la borda y darnos por vencidos. Muchos son los que dicen: “Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo”. Salmos 61:2
Las citas siguientes también son muy animadoras:
“A todos nos tocan a veces momentos de intensa desilusión y profundo desaliento, días en que nos embarga la tristeza y es difícil creer que Dios sigue siendo el bondadoso benefactor de sus hijos terrenales; días en que las dificultades acosan al alma, en que la muerte parece preferible a la vida. Entonces es cuando muchos pierden su confianza en Dios. . . Si en tales momentos pudiésemos discernir con percepción espiritual el significado de las providencias de Dios, veríamos ángeles que procuran salvarnos de nosotros mismos y luchan para asentar nuestros pies en un fundamento más firme que las colinas eternas; y nuestro ser se compenetraría de una nueva fe y una nueva vida “ (Profetas y Reyes, págs. 117-119).
¿Notaste que necesitamos ser salvados de nosotros mismos?
No son los problemas que nos abruman, sino nuestra propia actitud -nuestras malas decisiones, la autocomplacencia, aquellos hábitos acariciados a los que no queremos renunciar-, la que nos lleva a este lastimoso estado de completo abatimiento espiritual.
A continuación les presento el medicamento divino para esa triste enfermedad: “Para los desalentados hay un remedio seguro en la fe, la oración y el trabajo. La fe y la actividad impartirán una seguridad y una satisfacción que aumentarán de día en día. . . En los días más sombríos, cuando en apariencia hay más peligro, no temáis. Tened fe en Dios. El conoce vuestra necesidad. Tiene toda potestad. Su compasión y amor infinitos son incansables. . . Y otorgará a sus fieles siervos la medida de eficiencia que su necesidad exige” (Profetas y Reyes, págs. 117-119).
Hasta que nuestro amado Señor venga a buscarnos, mi deber y el tuyo será trabajar por su causa, orar y confiar en su providencia.
Cuando piensas que ya luchaste bastante, recuerda el ejemplo de Caleb. Este admirable siervo de Dios había sido de los primeros que pisó la tierra de Canaán; a pesar de su fidelidad le tocaron 40 años en el desierto como a los demás israelitas que no creyeron. Luego de entrar en la tierra prometida, se presenta ante Josué y le dice: “Jehová me ha hecho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años... y ahora, he aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años. Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar”. Josué 14:10,11
¡Qué admirable entrega! Con sus 85 años a cuestas todavía estaba con ganas de luchar, y pedía conquistar la parte más difícil.
Su constancia en obedecer la voluntad de Dios y cumplir con las leyes de la salud habían conservado su cuerpo y mente sanos y fuertes, pero solamente porque estaba dispuesto a usarlos para servir a la causa que amaba.
Pero hay un ejemplo superlativamente mayor al de Caleb.
Contémplalo subiendo la cuesta del Calvario; tan agotado que ya no era capaz de cargar su cruz, pero todavía con ánimo para orar por aquellos que lo crucificaban, y para bendecir con la salvación a un arrepentido ladrón. 
Mira a Jesús en su agonía cuando encomendaba su madre a Juan y persistía en confiar en su Padre aun cuando las tinieblas lo envolvían. Considera “a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que... [tu] ánimo no se canse hasta desmayar.”. Hebreos 12:3
Recuerda además el consejo inspirado: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”. Gálatas 6:9
  • Si tus fuerzas se acabaron, considera a Jesús. Siéntate tranquilo a sus pies y encontrarás allí pleno reposo y nuevas fuerzas para hacer el bien.
  • Si te sientes agotado, confía en el Dios que no se cansa y que conoce la salida de cada problema en que estás metido.
  • Si estás muy cansado, combate tu agotamiento sirviendo a Aquel que no se cansó de trabajar por nosotros, sino que se esforzó al límite de sus fuerzas y sufrió hasta la más horrible muerte a fin de salvarnos.
Que tengas un descansado día en el Señor.

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