"Estaban junto a la cruz de Jesús su madre... y María Magdalena". Juan 19:25
Al pie de la cruz se encontraron dos mujeres muy distintas, de vidas y caracteres contrastantes
¿Quiénes eran ellas?¿Qué las había reunido allí?
La primera de estas singulares mujeres era la bienaventurada virgen María, que constituye para todos los creyentes un verdadero ejemplo de santidad y pureza, la elegida de Dios para ser la madre del Salvador. La segunda era una mujer despreciada por la sociedad, caída en el pecado y vapuleada por Satanás. No obstante, a pesar de sus diferencias, ambas fueron grandemente privilegiadas por nuestro Señor Jesús.
Veamos en primer lugar el caso de la madre de Jesús:
"Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres". Lucas 1:26-28
No hubo ni habrá nadie que pueda igualarse a la jovencita de Nazaret en cuanto al singular privilegio recibido por ésta. Llegó a ser un caso único en el universo, pues siendo humana, mortal y limitada, llevó al Dios Encarnado en su vientre.
No se trata aquí de ponerla al nivel de la divinidad. Ni ella ni ninguno de los personajes de la Biblia se adjudicaron jamás el honor de ser adorados o de recibir la honra que sólo Dios merece. Pero aunque era pequeña en su propia opinión y ella misma necesitaba un Salvador,(cf. Lucas 1:47), fue elegida por el Padre y cubierta por el Espíritu Santo. No fue una elección descuidada o azarosa la que realizó la Divinidad. María fue llamada bendita, favorecida y bienaventurada, no por los hombres sino por Dios mismo.
¡Increíble amor del Señor que honra así al débil ser humano!
Tuvo que ser especial para educar a Cristo, soportar con él la carga de incomprensión, hostilidad y desprecio que éste llevaría durante toda su existencia terrenal y afrontar la terrible prueba de fe, -que como espada traspasaría su alma,- que significó su crucifixión.
La otra María, la Magdalena, entra en la historia de Jesús por vías completamente diferentes.
No fue alguien elegida por su pureza o su entrega incondicional al servicio del Señor. La suya fue una vida cuesta abajo en cualquiera de los sentidos posibles hasta que se encontró con Cristo.
"Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios". Marcos 16:9
Siempre me llamó la atención la mención de los siete demonios. ¿O sea que Jesús, en poco más de tres años de ministerio, tuvo que rescatarla siete veces de las garras de Satanás? Eso sería algo así como "endemoniarse" dos veces por año.
Cualquiera de nosotros se hubiera dado por vencido a la segunda o tercera vez que esto sucediera. No estamos dispuestos fácilmente los hombres a conceder tantas oportunidades al pecador, ni los pecadores a persistir en su búsqueda tras tantos fracasos. Escasos son, si hay algunos, que estén dispuestos a enfrentarse a la humillación, a la condena social y a las miradas reprobatorias de los "santos" que abundan en todas partes que parecen decir: "para qué molestarse contigo..."
Pero la Magdalena fue honrada precisamente por perseverar en buscar al Salvador a pesar de tantos y tan sonados fracasos a lo largo del camino. Su fe creció, no en la victoria, sino en la derrota, al ver el constante amor y la invariable aceptación que Cristo le mostraba. Su corazón se quebrantaba y se rendía ante la misericordia del Redentor, que le daba nuevas oportunidades en cada encuentro.
Elena de White identifica a esta singular dama con María de Betania, lo que agrega nuevas dimensiones a su figura.
Comenta lo siguiente: "Cuando a la vista humana su caso parecía desesperado, Cristo vio en María aptitudes para lo bueno. Vio los rasgos mejores de su carácter. El plan de la redención ha investido a la humanidad con grandes posibilidades, y en María estas posibilidades debían realizarse. Por su gracia, ella llegó a ser participante de la naturaleza divina. Aquella que había caído, y cuya mente había sido habitación de demonios, fue puesta en estrecho compañerismo y ministerio con el Salvador. Fue María la que se sentaba a sus pies y aprendía de él. Fue María la que derramó sobre su cabeza el precioso ungüento, y bañó sus pies con sus lágrimas. María estuvo junto a la cruz y le siguió hasta el sepulcro. María fue la primera en ir a la tumba después de su resurrección. Fue María la primera que proclamó al Salvador resucitado". El Deseado de Todas las Gentes pag.568
¡Otra maravilla de la gracia divina!
María de Nazaret tuvo el privilegio de ser la madre del Señor y de verlo nacer. María Magdalena tuvo el privilegio de ungirlo para la sepultura y de ser la primera en verlo resucitado. Una calificada en las Escrituras como bienaventurada, la otra como pecadora. Ambas objeto del mismo maravilloso experimento de la gracia de Dios que se manifiesta "para salvación a todos los hombres" (Tito 2:11)
No importa entonces si nosotros nos tildamos de "santos" o de "pecadores" o si los demás lo hacen. Lo que verdaderamente importa es lo que Jesús puede hacer con quienes lo buscan.
¿Cuál es tu caso?
Ya sea que nuestra vida sea la de un cristiano "normal" o que hayamos fracasado más veces de las que triunfamos, estas mujeres ejemplares nos muestran que cuando nos sometemos al poder divino y experimentamos su gracia, llegamos a ser también enormemente privilegiados. El Salvador nos ve como podemos llegar a ser. Nota los mejores rasgos de nuestro carácter. Nos hace participantes de la naturaleza divina. Llegamos a ser hijos de Dios con pleno derecho a la redención y a la vida eterna.
¿Las posibilidades de Dios se realizarán en tu vida?
Al pie de la cruz se encontraron dos mujeres muy distintas, de vidas y caracteres contrastantes
¿Quiénes eran ellas?¿Qué las había reunido allí?
La primera de estas singulares mujeres era la bienaventurada virgen María, que constituye para todos los creyentes un verdadero ejemplo de santidad y pureza, la elegida de Dios para ser la madre del Salvador. La segunda era una mujer despreciada por la sociedad, caída en el pecado y vapuleada por Satanás. No obstante, a pesar de sus diferencias, ambas fueron grandemente privilegiadas por nuestro Señor Jesús.
Veamos en primer lugar el caso de la madre de Jesús:
"Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres". Lucas 1:26-28
No hubo ni habrá nadie que pueda igualarse a la jovencita de Nazaret en cuanto al singular privilegio recibido por ésta. Llegó a ser un caso único en el universo, pues siendo humana, mortal y limitada, llevó al Dios Encarnado en su vientre.
No se trata aquí de ponerla al nivel de la divinidad. Ni ella ni ninguno de los personajes de la Biblia se adjudicaron jamás el honor de ser adorados o de recibir la honra que sólo Dios merece. Pero aunque era pequeña en su propia opinión y ella misma necesitaba un Salvador,(cf. Lucas 1:47), fue elegida por el Padre y cubierta por el Espíritu Santo. No fue una elección descuidada o azarosa la que realizó la Divinidad. María fue llamada bendita, favorecida y bienaventurada, no por los hombres sino por Dios mismo.
¡Increíble amor del Señor que honra así al débil ser humano!
Tuvo que ser especial para educar a Cristo, soportar con él la carga de incomprensión, hostilidad y desprecio que éste llevaría durante toda su existencia terrenal y afrontar la terrible prueba de fe, -que como espada traspasaría su alma,- que significó su crucifixión.
La otra María, la Magdalena, entra en la historia de Jesús por vías completamente diferentes.
No fue alguien elegida por su pureza o su entrega incondicional al servicio del Señor. La suya fue una vida cuesta abajo en cualquiera de los sentidos posibles hasta que se encontró con Cristo.
"Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios". Marcos 16:9
Siempre me llamó la atención la mención de los siete demonios. ¿O sea que Jesús, en poco más de tres años de ministerio, tuvo que rescatarla siete veces de las garras de Satanás? Eso sería algo así como "endemoniarse" dos veces por año.
Cualquiera de nosotros se hubiera dado por vencido a la segunda o tercera vez que esto sucediera. No estamos dispuestos fácilmente los hombres a conceder tantas oportunidades al pecador, ni los pecadores a persistir en su búsqueda tras tantos fracasos. Escasos son, si hay algunos, que estén dispuestos a enfrentarse a la humillación, a la condena social y a las miradas reprobatorias de los "santos" que abundan en todas partes que parecen decir: "para qué molestarse contigo..."
Pero la Magdalena fue honrada precisamente por perseverar en buscar al Salvador a pesar de tantos y tan sonados fracasos a lo largo del camino. Su fe creció, no en la victoria, sino en la derrota, al ver el constante amor y la invariable aceptación que Cristo le mostraba. Su corazón se quebrantaba y se rendía ante la misericordia del Redentor, que le daba nuevas oportunidades en cada encuentro.
Elena de White identifica a esta singular dama con María de Betania, lo que agrega nuevas dimensiones a su figura.
Comenta lo siguiente: "Cuando a la vista humana su caso parecía desesperado, Cristo vio en María aptitudes para lo bueno. Vio los rasgos mejores de su carácter. El plan de la redención ha investido a la humanidad con grandes posibilidades, y en María estas posibilidades debían realizarse. Por su gracia, ella llegó a ser participante de la naturaleza divina. Aquella que había caído, y cuya mente había sido habitación de demonios, fue puesta en estrecho compañerismo y ministerio con el Salvador. Fue María la que se sentaba a sus pies y aprendía de él. Fue María la que derramó sobre su cabeza el precioso ungüento, y bañó sus pies con sus lágrimas. María estuvo junto a la cruz y le siguió hasta el sepulcro. María fue la primera en ir a la tumba después de su resurrección. Fue María la primera que proclamó al Salvador resucitado". El Deseado de Todas las Gentes pag.568
¡Otra maravilla de la gracia divina!
María de Nazaret tuvo el privilegio de ser la madre del Señor y de verlo nacer. María Magdalena tuvo el privilegio de ungirlo para la sepultura y de ser la primera en verlo resucitado. Una calificada en las Escrituras como bienaventurada, la otra como pecadora. Ambas objeto del mismo maravilloso experimento de la gracia de Dios que se manifiesta "para salvación a todos los hombres" (Tito 2:11)
No importa entonces si nosotros nos tildamos de "santos" o de "pecadores" o si los demás lo hacen. Lo que verdaderamente importa es lo que Jesús puede hacer con quienes lo buscan.
¿Cuál es tu caso?
Ya sea que nuestra vida sea la de un cristiano "normal" o que hayamos fracasado más veces de las que triunfamos, estas mujeres ejemplares nos muestran que cuando nos sometemos al poder divino y experimentamos su gracia, llegamos a ser también enormemente privilegiados. El Salvador nos ve como podemos llegar a ser. Nota los mejores rasgos de nuestro carácter. Nos hace participantes de la naturaleza divina. Llegamos a ser hijos de Dios con pleno derecho a la redención y a la vida eterna.
¿Las posibilidades de Dios se realizarán en tu vida?
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