jueves, 13 de octubre de 2011

IMPUREZAS


“Quita las escorias de la plata, Y saldrá alhaja al fundidor”.Proverbios 25:4
Cuando era niño me fascinaba ver en nuestro taller como los operarios derretían al fuego el metal en la fragua para rellenar partes de motor. Años más tarde, yo mismo trabajé en la fragua del taller de herrería de mi suegro (¿Suena a muy antiguo, verdad?).
Las llamas que se levantaban al dar vuelta el ventilador, el olor del metal sometido al fuego hasta tomar un color rojizo; ver al hierro doblarse con facilidad en ese estado, o contemplar las barras de plomo derretirse como nieve al sol, constituían un muy atractivo espectáculo.
Hoy, sin embargo, este antiguo e indispensable implemento de herreros, soldadores y mecánicos, casi ha desparecido, de tal modo que muchos se preguntarán ¿qué es una fragua?
Es un fogón que se utiliza para forjar los metales, calentándolos a una temperatura en que sean maleables. También sirve para separar la impureza o escoria, que se consume antes de que el metal alcance su punto de fusión. Generalmente se hace de ladrillo o piedra, cubierto con chapas de metal y una parrilla, en la que se aviva el fuego pasando aire por medio de un fuelle manual o mecánico.
En la naturaleza, el hierro y los demás metales no se encuentran en estado puro, por lo que deben pasar por un proceso de purificación mediante fuego. En el ámbito espiritual sucede lo mismo. La naturaleza pecaminosa debe ser consumida por el fuego de la aflicción, las pruebas, la persecución y la renuncia voluntaria al yo.
La Escritura señala lo necesario de este proceso, “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1ª Pedro 1:7).
Si nos sometemos voluntariamente a la disciplina en los términos que el Señor ha dispuesto, no tenemos nada que temer. El no coloca basura en su horno, sino noble metal que espera refinar para que brille en su reino.
“Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata” Malaquías 3:2,3
La finalidad que busca es que todo el amor por este mundo y sus placeres, toda la ambición egoísta, todo mal sentimiento y deseo sean consumidos, para ser reemplazados por un carácter puro y santo como el de Cristo.
Todo nuestro orgullo y vanidad deben desaparecer para dar lugar a la semejanza divina que será implantada por el Espíritu en vidas previamente purificadas.
Pero, ¡cuantas veces hemos resistido la voluntad de nuestro divino Refinador!
“Se quemó el fuelle, por el fuego se ha consumido el plomo; en vano fundió el fundidor, pues la escoria no se ha arrancado”. Jeremías 6:29
En demasiadas ocasiones nosotros mismos hemos estorbado la obra del Señor en nuestras vidas. La escoria del mal que el pecado adhirió a nuestras vidas debe ser consumida. Lo áspero e insensible del carácter debe ser derretido por la dulzura del amor de Dios, aunque a veces se presente bajo la forma de dificultades, enfermedades, severas pruebas o tribulaciones.
Cuando vienen los problemas, nos quejamos y nos sentimos lastimados y abandonados por el mismo Dios que procura salvarnos de las consecuencias de nuestras malas acciones -de nuestra intemperancia, codicia, egoísmo, orgullo o cualquier otro defecto de carácter-. Desea ver fuera de nuestra experiencia todo lo malo que con persistencia acariciamos y nos negamos a abandonar.
Por eso es bueno prestar atención al consejo de Pablo: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado”. Filipenses 2:12-16
Mi deseo ferviente es que tu y yo seamos librados de toda impureza por el fuego del Espíritu y lleguemos a ser finas alhajas de la corona de gloria del Redentor
¡Maranata!

miércoles, 5 de octubre de 2011

ÉL DA FUERZAS


Confía en el Señor cuando la noche
de la duda y el fracaso te circunden;
confía en su poder cuando te inunden
las olas del dolor y del reproche.

Resiste el vendaval a todo trance
la corona aguarda por delante;
enfréntate a él pues desafiante,
victoria ha de tener quien no se canse.

Insiste en tu puesto de batalla
soldado de la cruz con valentía;
de seguro pasando la agonía
de triunfo te espera una medalla.

Supera los obstáculos confiado
su gracia es suficiente para todo;
derrota no tendrá de ningún modo
aquel que tu poder ha invocado.

Trabaja con fervor por tu Señor
que muchos mueren ya sin tu mensaje;
del mundo no tendrás el homenaje
mas vida eterna aguarda al vencedor.

Obedece pues su ley así sin más
y dispuesto a dar la vida tu te halles;
persiste en amar y no desmayes
que en Cristo nuevas fuerzas hallarás.

Willy Grossklaus

domingo, 2 de octubre de 2011

COLABORADORES CON ÉL

 “Vosotros sois la luz del mundo”. Mateo 5: 14.
Nuestro Señor quiso que su iglesia reflejase al mundo la plenitud y suficiencia que hallamos en él. Constantemente estamos recibiendo de la bondad de Dios, y al impartir de la misma hemos de representar al mundo el amor y la beneficencia de Cristo. Mientras todo el cielo está en agitación, enviando mensajeros a todas las partes de la tierra para llevar adelante la obra de redención, la iglesia del Dios viviente debe colaborar también con Cristo. Somos miembros de su cuerpo místico. El es la cabeza, que rige todos los miembros del cuerpo. Jesús mismo, en su misericordia infinita, está obrando en los corazones humanos, efectuando transformaciones espirituales tan asombrosas que los ángeles las miran con asombro y gozo. El mismo amor abnegado que caracteriza al Maestro se ve en el carácter y la vida de sus discípulos. Cristo espera de los hombres que participen de su naturaleza divina, mientras están en este mundo, de modo que no sólo reflejen su gloria para alabanza de Dios, sino que iluminen las tinieblas del mundo con el resplandor del cielo. Así se cumplirán las palabras de Cristo: "Vosotros sois la luz del mundo" (Mat. 5: 14).
"Porque nosotros, coadjutores somos de Dios", "dispensadores de las diferentes gracias de Dios" (1ª Cor. 3: 9; 1ª Ped. 4: 10). El conocimiento de la gracia de Dios, las verdades de su Palabra, y los dones temporales -el tiempo, los recursos, los talentos y la influencia- todas estas cosas constituyen un cometido de Dios, que ha de emplearse para su gloria y para la salvación de los hombres. Nada puede ofender más a Dios, que está constantemente otorgando sus dones al hombre, que ver a éste aferrarse egoístamente a sus dones, sin devolver nada al Dador. Jesús está hoy en el cielo preparando mansiones para los que le aman; sí, más que mansiones, un reino que ha de ser nuestro. Pero todos los que han de heredar estas bendiciones deben participar de la abnegación y el sacrificio de Cristo en favor de los demás.
Nunca ha habido mayor necesidad de labor ferviente y abnegada en la causa de Cristo que ahora cuando las horas del tiempo de gracia están terminando rápidamente, y ha de ser proclamado al mundo el último mensaje de misericordia. Mi alma se conmueve dentro de mí al oír el clamor macedónico que llega de toda dirección, de las ciudades y las aldeas de nuestra propia tierra, de allende el Atlántico y el anchuroso Pacífico, y de las islas del mar. "Pasa a Macedonia y ayúdanos" (Hech. 16: 9). Hermanos y hermanas, contestemos al clamor diciendo: "Haremos cuanto podamos, enviándoos tanto misioneros como dinero. Nos negaremos a embellecer nuestras casas, adornar nuestras personas y satisfacer el apetito. Daremos a la causa de Dios los recursos a nosotros confiados, y nos dedicaremos también sin reservas a su obra". . . Invertid en el banco del cielo todo dinero que podáis ahorrar.- Joyas de los testimonios, t. 2, páginas. 327-329.
Tomado del libro “Exaltad a Jesús” página 283   

viernes, 30 de septiembre de 2011

COMO LOS PÁJAROS

Esta semana viajé con mis alumnos a las cataratas del Iguazú, una de las más grandes maravillas del mundo natural.
Tiene múltiples saltos, pero en la “Garganta del Diablo” las aguas se precipitan desde una altura de 80 metros, con un estruendo poderoso que puede escucharse a kilómetros de distancia. El espectáculo fue aún mayor porque el caudal había aumentado tanto que, después de pasar nosotros, cerraron los accesos por seguridad.
Parado allí fui consciente de mi pequeñez y fragilidad. Daba miedo mirar hacia abajo por la furia de las aguas, que caían en incansable tropel
¡Qué poca cosa es el hombre frente a estos portentos de la naturaleza!
Sin embargo, pude ver al mismo tiempo una gran cantidad de pajaritos, volando con tranquila seguridad entre las fumarolas formadas por el agua que caía. Le pregunté a mi guía que aves eran aquellas, y me dijo que se llamaban vencejos. Me sorprendió encontrarlo en el mismo logotipo del parque, y quise saber algo más de tan singular criatura y de como hacía para volar en medio de las cataratas.
Este frágil animalito -denominado “vencejo de cascada”-, ha resuelto el problema de evitar a los depredadores construyendo el nido en un lugar de imposible acceso: la pared de roca detrás de la cascada. Para ello no sólo necesita tener unas buenas uñas y un gran equilibrio, sino también la fuerza y habilidad necesarias para poder atravesar volando la potente cortina de agua que cae en las cataratas del Iguazú.
Vino entonces a mi mente este maravilloso texto de Lucas, que nos recuerda que la misma protección, fortaleza y habilidad que ha dado a estas sus criaturas más pequeñitas está disponible también para los incrédulos seres humanos.
“¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Lucas 12:6,7
El amante cuidado del Creador es capaz de sustentar el vuelo de los vencejos y proporcionarles comida y un lugar seguro donde anidar.
¿Qué no hará entonces por aquellos por quienes murió en la cruz?
“Cuando apreciamos la verdad,... tenemos un sentido de la gran misericordia y benevolencia de Dios. Mientras repasamos, no los capítulos oscuros de nuestra vida, para quejamos, sino las manifestaciones de su gran misericordia, amor infalible y poder, manifestados en nuestra liberación, alabaremos mucho más antes que quejarnos. Hablaremos del amante cuidado de Dios, del Pastor verdadero, tierno y compasivo de su rebaño, que nadie podrá arrebatar de su mano, como él ha declarado. El lenguaje del corazón no será egoísta ni descontento, sino que manifestará alabanzas, como claros manantiales... Alabemos a Dios aquí en la tierra” (Carta 138, 1897).
Algo que admiro de los pajaritos es que siempre están cantando, ya sea en momentos de paz como en medio de la tormenta; con alimento o sin él; al levantarse y al ocaso. Admirable lección para los corazones tristes y deprimidos de tantos seres humanos doblegados por las cargas de la vida.
¿Lo alabas tu?
Cantemos pues, aún teniendo que atravesar las turbulentas aguas de la aflicción. Hagámoslo con la seguridad de que el Todopoderoso hacedor de los vencejos es plenamente suficiente para ayudarnos también a nosotros a atravesarlas y encontrar seguro refugio en la Roca que se encuentra tras las aguas.

sábado, 24 de septiembre de 2011

SE FUERTE EN SU GRACIA


“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”. 2ª Timoteo 2:1-2.
Las lecciones contenidas en las palabras de Pablo a Timoteo son de importancia vital para nosotros. "Esfuérzate", le exhorta. ¿En su propia sabiduría? No, sino "en la gracia que es en Cristo Jesús". La persona que decida seguir a Cristo no dependerá de sus propias capacidades ni tendrá confianza en sí misma. Tampoco permanecerá atrofiada en sus esfuerzos religiosos, no esquivará sus responsabilidades ni se mostrará inactiva en la causa de Dios. Sacará fuerzas de una fuente segura, que nunca desilusiona a los que acuden a ella en busca de poder divino. La exhortación que se nos hace es: "Esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús". Si el cristiano está consciente de su debilidad e incapacidad, al poner su confianza en Dios hallará que la gracia de Cristo es suficiente para cada una de sus emergencias.
El soldado de Cristo tiene que vérselas con muchas tentaciones diferentes. debe resistirlas y vencerlas. Cuanto más encarnizada sea la lucha, tanto mayor será la provisión de gracia para enfrentar la necesidad del alma, y la misma naturaleza de la gracia recibida cambiará la capacidad del siervo de Cristo para conocer a Dios, y a Jesucristo a quien él ha enviado. El alma del creyente experimentará un anhelo intenso de conocer y comprender más acerca de la verdad y la justicia de Cristo. Todos los que avancen en la vida divina desarrollarán una mayor capacidad para buscar la verdad como si fuera un tesoro escondido, y la incorporarán a sus propias almas.
El verdadero cristiano comprenderá lo que significa pasar por conflictos severos y experiencias angustiosas; pero se fortalecerá continuamente en la gracia de Cristo para hacer frente con éxito al enemigo de su alma, quien se vale de los agentes humanos para causar la ruina de los siervos de Cristo. Al pasar por pruebas severas, el seguidor de Cristo comprenderá mejor los caminos de Dios y el plan de redención, y no ignorará las estratagemas del enemigo. A veces las tinieblas envolverán su alma, pero la luz verdadera brillará, y los resplandecientes rayos del Sol de justicia disiparán el abatimiento; y aunque Satanás trate de desanimarlo por todos los medios posibles, presentándole obstáculos en su camino, la gracia de Cristo lo capacitará para ser un testigo fiel de las cosas que ha escuchado del mensajero inspirado por Dios. No desprecia ni descuida el mensaje recibido, sino que comparte su conocimiento con personas fieles, quienes, a su vez, serán capacitadas para enseñar a otros. Al comunicar la luz a otros, el cristiano comprueba la veracidad de las palabras que dicen: "La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto" (Prov. 4: 18).
Extraído del libro "Exaltad a Jesús"  Página 261