“Vosotros sois la luz del mundo”. Mateo 5: 14.
Nuestro
Señor quiso que su iglesia reflejase al mundo la plenitud y suficiencia
que hallamos en él. Constantemente estamos recibiendo de la bondad de
Dios, y al impartir de la misma hemos de representar al mundo el amor y
la beneficencia de Cristo. Mientras todo el cielo está en agitación,
enviando mensajeros a todas las partes de la tierra para llevar adelante
la obra de redención, la iglesia del Dios viviente debe colaborar
también con Cristo. Somos miembros de su cuerpo místico. El es la
cabeza, que rige todos los miembros del cuerpo. Jesús mismo, en su
misericordia infinita, está obrando en los corazones humanos, efectuando
transformaciones espirituales tan asombrosas que los ángeles las miran
con asombro y gozo. El mismo amor abnegado que caracteriza al Maestro se
ve en el carácter y la vida de sus discípulos. Cristo espera de los
hombres que participen de su naturaleza divina, mientras están en este
mundo, de modo que no sólo reflejen su gloria para alabanza de Dios,
sino que iluminen las tinieblas del mundo con el resplandor del cielo.
Así se cumplirán las palabras de Cristo: "Vosotros sois la luz del mundo" (Mat. 5: 14).
"Porque nosotros, coadjutores somos de Dios", "dispensadores de las diferentes gracias de Dios" (1ª
Cor. 3: 9; 1ª Ped. 4: 10). El conocimiento de la gracia de Dios, las
verdades de su Palabra, y los dones temporales -el tiempo, los recursos,
los talentos y la influencia- todas estas cosas constituyen un cometido
de Dios, que ha de emplearse para su gloria y para la salvación de los
hombres. Nada puede ofender más a Dios, que está constantemente
otorgando sus dones al hombre, que ver a éste aferrarse egoístamente a
sus dones, sin devolver nada al Dador. Jesús está hoy en el cielo
preparando mansiones para los que le aman; sí, más que mansiones, un
reino que ha de ser nuestro. Pero todos los que han de heredar estas
bendiciones deben participar de la abnegación y el sacrificio de Cristo
en favor de los demás.
Nunca
ha habido mayor necesidad de labor ferviente y abnegada en la causa de
Cristo que ahora cuando las horas del tiempo de gracia están terminando
rápidamente, y ha de ser proclamado al mundo el último mensaje de
misericordia. Mi alma se conmueve dentro de mí al oír el clamor
macedónico que llega de toda dirección, de las ciudades y las aldeas de
nuestra propia tierra, de allende el Atlántico y el anchuroso Pacífico, y
de las islas del mar. "Pasa a Macedonia y ayúdanos" (Hech. 16: 9). Hermanos y hermanas, contestemos al clamor diciendo: "Haremos
cuanto podamos, enviándoos tanto misioneros como dinero. Nos negaremos a
embellecer nuestras casas, adornar nuestras personas y satisfacer el
apetito. Daremos a la causa de Dios los recursos a nosotros confiados, y
nos dedicaremos también sin reservas a su obra". . . Invertid en el banco del cielo todo dinero que podáis ahorrar.- Joyas de los testimonios, t. 2, páginas. 327-329.
Tomado del libro “Exaltad a Jesús” página 283
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para cuestiones particulares que requieran respuesta, por favor envíame un mail a willygrossklaus@gmail.com