viernes, 5 de agosto de 2011

NUEVA LUZ II

“Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.” Hechos 17:11
En la entrada anterior reproducí una meditación sobre la actitud que debemos tener en cuanto a las nuevas revelaciones divinas. En ella se nos desafíaba a examinar la nueva luz con honestidad y fervor, evitando ser extraviados por los engaños de Satanás.
Al tratar con personas que dicen  ser profetas o haber recibido un mensaje de parte de Dios, algunos resuelven el asunto con cierto grado de comodidad afirmando que no necesitamos nuevos profetas o nueva luz; que la Biblia es suficiente y que después de ella no hubo ni habrá nuevas revelaciones.
Con toda certeza, las Escrituras son nuestra única regla de fe, pero invalidar el don profético equivale a decir que Dios ya no se comunica con nosotros.
Nos toca a nosotros examinar su Palabra personalmente a fin de comprobar lo que es verdad y lo que no es. Nadie puede reemplazarnos en este asunto, y los que dependen del criterio de otros en cuanto a la aceptación de la verdad serán engañados con toda seguridad.
En cuanto a la nueva luz, Cristo mismo dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar”. Juan 16:12
¿Cómo y cuándo lo diria?
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Juan 14:26
El verdadero Vicario de Cristo -su Santo Espíritu-, actuá poderosamente, dirigiendo su iglesia paso a paso hacia la plena luz de la verdad, hasta el final de los tiempos.
A lo largo de la historia siempre hubo mensajeros inspirados por el Espíritu Santo. Ellos presentaron con osadía las advertencias y los reproches del Señor a fin de corregir deficiencias y errores entre el pueblo de Dios. Al enfrentar situaciones nuevas y desconcertantes, en las cuales la Palabra de Dios no tiene una definición categórica, fueron necesarios los profetas para dirimir la cuestión. Y cada vez que se necesitó instrucción y consejo, la luz de sus revelaciones brilló sobre sus hijos fieles.
Con seguridad, nuestro sabio Dios tiene todavía más que decirnos, pues él es el dueño de toda revelación verdadera. “He aquí se cumplieron las cosas primeras, y yo anuncio cosas nuevas; antes que salgan a luz, yo os las haré notorias.” Isaías 42:9
El diario estudio de la Biblia ocupa un sitial privilegiado en este proceso. Obtenemos gran ganancia y plena recompensa cuando buscamos saciarnos del diario pan de su gracia y beber de la fuente de salvación que brota de sus sagradas páginas.
“Cuando quiera que los hijos de Dios crezcan en la gracia, obtendrán cada vez más clara comprensión de su Palabra. Y discernirán nueva luz y belleza en sus verdades sagradas. Esto ha venido sucediendo en la historia de la iglesia en todas las edades, y así seguirá siendo hasta el fin”. OE 312. 304
¿Nueva luz? ¡Seguro que la habrá!
“Siempre se revelará nueva luz de la Palabra de Dios a aquel que mantiene una relación viva con el Sol de Justicia. Nadie llegue a la conclusión de que no hay más verdad para ser revelada. El que busca la verdad con diligencia y oración hallará preciosos rayos de luz que aún han de resplandecer de la Palabra de Dios. Muchas preseas están todavía esparcidas, que han de ser juntadas para venir a ser propiedad del pueblo de Dios. Pero la luz no es dada simplemente para ser una fortaleza para la iglesia, sino para se derramada sobre los que están en tinieblas. El pueblo de Dios ha de anunciar las virtudes de Aquel que los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Cristo ha dicho de su pueblo: "Vosotros sois la luz del mundo," y la misión de la luz es resplandecer e iluminar las tinieblas”. ­ TES 59, 60
Busca con pasión recibir nueva luz del Señor y compártela con poder. 
Sé tú un bereano.

domingo, 31 de julio de 2011

NUEVA LUZ I

"Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. "(Hechos 20: 29).
Dios no ha pasado por alto a su pueblo ni ha elegido a un hombre solitario aquí y otro allí como los únicos dignos de que les sea confiada su verdad. No da a un hombre una nueva luz contraria a la fe establecida del cuerpo. En todas las reformas se han levantado hombres que aseveraban esto. . .
Uno acepta alguna idea nueva y original que no parece estar en conflicto con la verdad. Se espacia en ella hasta que le parece que está revestida de belleza e importancia, porque Satanás tiene poder para dar esa falsa apariencia. Al fin llega a ser el tema que lo absorbe todo, el único gran punto alrededor del cual gira todo, y la verdad queda desarraigada del corazón. . .
Os amonesto a que desconfiéis de estas cuestiones laterales, que tienden a distraer la mente de la verdad. Nunca es el error inofensivo ni santifica, sino que siempre es peligroso y produce confusión y disensión. El enemigo ejerce gran poder sobre las mentes que no están cabalmente fortalecidas por la oración y establecidas en la verdad bíblica.
Hay mil tentaciones disfrazadas y preparadas para aquellos que tienen la luz de la verdad; y la única seguridad para cualquiera de nosotros consiste en no recibir ninguna nueva doctrina, ninguna nueva interpretación de las Escrituras, sin someterla primero a hermanos de experiencia. Presentádsela con un espíritu humilde y dispuesto a recibir enseñanza, con ferviente oración, y si ellos no la aceptan, ateneos a su juicio. . .
Satanás está trabajando constantemente; pero pocos tienen idea alguna de su actividad y sutileza. El pueblo de Dios debe estar preparado para resistir al astuto enemigo. Esta resistencia es lo que Satanás teme. Él conoce mejor que nosotros el límite de su poder, y cuán fácilmente puede ser vencido si le resistimos y le hacemos frente. Por la fuerza divina, el santo más débil puede más que él y todos sus ángeles, y si se lo sometiese a prueba podría demostrar su poder superior. Por eso los pasos de Satanás son silenciosos, sus movimientos furtivos, y sus baterías enmascaradas. Él no se atreve a mostrarse abiertamente, no sea que despierte las energías dormidas del cristiano, y le impulse a ir a Dios en oración. (Joyas de los Testimonios tomo 2 págs. 103-105)

viernes, 22 de julio de 2011

DE ABUELOS Y NIETOS

“Los nietos son la corona de gloria de los ancianos; los padres son el orgullo de sus hijos.” Proverbios 17:6 NTV
Mi nieta Victoria nació el lunes 18 de Julio y me convirtió en abuelo primerizo. Toda mi gratitud para nuestro maravilloso Señor por ello. 
El texto inicial de Proverbios me resultó entonces completamente verdadero.
Cuando la trajeron de la sala a la habitación del sanatorio me pareció tan pequeña y tan hermosa que provocó en mí una explosión de gozo, e hizo llorar a mi esposa. 
¡Cuántas emociones, cuanta felicidad! 
Su nueva, indefensa e inocente existencia, es sin dudas para sus abuelos una “corona de gloria”.
¡Qué maravillas es capaz de obrar un bebé!
Nada concita tanto la atención como una madre con su bebito en brazos.
Las expresiones de ternura y simpatía brotan espontáneamente, incluso de perfectos desconocidos. El simple gozo de ver a un recién nacido es contagioso y dibuja una sonrisa en cualquiera, por más endurecido que esté.
Pero un niño trae consigo no solamente alegría.
Su indefensión requiere infinito cuidado, su dependencia exige atención permanente. Cada niño viene con una carga de obligaciones para sus padres y para la sociedad toda, que han sido reconocidas universalmente en la “Declaración de los derechos del Niño”.
En un mundo de pecado como el nuestro, cada recién nacido tiene por encima de todo el derecho a que sus padres y abuelos contribuyan a prepararlo para la eternidad.
Es una responsabilidad de los padres cristianos educar a sus hijos; colaborando con Dios para formar en ellos un carácter digno del cielo.
¿Qué nos toca a los abuelos?
Los que hemos educado a nuestros hijos en la fe, debemos también colaborar con sus padres mediante nuestros actos y nuestra influencia en el desarrollo de su carácter.
Se dice en forma jocosa que “los padres están para criar a los hijos y los abuelos para malcriarlos”; pero este no es el ideal de Dios.
La primera línea de defensa de los infantes son sus padres. A ellos compete educarlos; pero a los demás nos toca colaborar con sus esfuerzos debidamente orientados.
Me resultó muy útil y aleccionadora esta cita en cuanto a malcriar nietos:
“Muchos hijos han sido completamente arruinados debido a la interferencia de parientes o amigos en el gobierno de su hogar. Las madres nunca debieran permitir que sus hermanas o madres interfieran en el debido manejo de sus hijos. Aunque la madre haya recibido la mejor educación posible de su madre, sin embargo, en nueve casos de diez, como abuela echará a perder a los hijos de su hija al complacerlos y alabarlos con poco juicio. Se pueden desbaratar todos los esfuerzos de la madre mediante esa conducta. Como regla, es proverbial que los abuelos no estén capacitados para educar a sus nietos. Los hombres y mujeres debieran tributar todo el debido respeto a sus padres; pero en lo que atañe a la educación de sus propios hijos, no debieran permitir ninguna interferencia sino mantener en sus manos las riendas del gobierno” (Pacific Health Journal, enero de 1890).
Por otra parte, la Biblia registra la historia de Timoteo, quien a falta de un padre cristiano fue educado por su madre y por su abuela.
¿Qué le transmitieron ambas?
El registro inspirado dice: “Me acuerdo de tu fe sincera, pues tú tienes la misma fe de la que primero estuvieron llenas tu abuela Loida y tu madre, Eunice, y sé que esa fe sigue firme en ti.” 2ª Timoteo 1:5 NTV
La educación en la fe, será pues la primer tarea de los padres. El desarrollo de una personalidad equilibrada y piadosa necesitará también del auxilio de sus abuelos y parientes.
Ya en el antiguo Israel, el Señor les mandó por medio de Moisés: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.” Deuteronomio 4:9
Dar cariño y ofrecer regalos es importante; pero los buenos consejos, una influencia espiritual positiva, un ejemplo de fe y virtud, le serán más útiles a nuestros nietos.
Esta niñita recién nacida no es solo un bebé más, es un alma por la cual Cristo murió, como cualquier otro que llega al mundo (perfectamente sano o no, no importa). 
Y por ello tiene el derecho de que la conduzcamos a su Salvador.
Este es, según las Escrituras, el fundamento de un hogar feliz.
“Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová,
Que anda en sus caminos.
Cuando comieres el trabajo de tus manos,
Bienaventurado serás, y te irá bien.
Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa;
Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.
He aquí que así será bendecido el hombre
Que teme a Jehová.
Bendígate Jehová desde Sion,
Y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida,
Y veas a los hijos de tus hijos.
Paz sea sobre Israel.” Salmo 128
Alabado sea el Señor por el privilegio de poder ver a los hijos de mis hijos. 

martes, 19 de julio de 2011

INJUSTICIA DIVINA

“Tú eres un Dios clemente y compasivo lento para la ira y rico en misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas”. Jonás 4:2 (Biblia de las Américas)
En la historia de Jonás aparece un sentido reclamo del inconstante hombre de Dios, cuando Jehová decidió perdonar a los hombres de Nínive. 
En realidad, era justo que tan sanguinarios invasores pagaran por todo el mal que habían hecho, al arrasar naciones enteras ¿Por qué entonces son perdonados?
Cuando Jonás proclamó la destrucción de la capital asiria, esperaba ver que todos los enemigos de su pueblo fueran exterminados.En su opinión, eso era justo lo que se merecían. Pero también desconfiaba, sabiendo del trato misericordioso del Señor hacia los pecadores.
¿Destruiría o no a los perversos asirios?
Pasados los 40 días, se sentó a mirar que pasaba, y al ver que no sucedía nada de lo que esperaba, “se apesadumbró en extremo, y se enojó. Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida. Y Jehová le dijo: ¿Haces tú bien en enojarte tanto?” Jonás 4:1-4
¡Qué diálogo!
Un quejoso profeta que no amaba a sus prójimos y un paciente Dios que razonaba con él.
Estaba en duda la justicia del proceder divino, -cosa que se ha venido haciendo desde que Lucifer cuestionó la ley de Dios-.  Aunque Israel sufrió bajo los asirios por sus propios pecados, la magnitud de su desgracia le hacía levantar a Jonás el interrogante: ¿Es justo perdonar a los asesinos y no a sus víctimas?
Seguramente, el resentido profeta citaría en defensa de su tesis textos bíblicos como este:
“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones; y que da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago.” Deuteronomio 7:9,10
Él no entendía la lógica del Señor; le parecía que se había cometido una gran injusticia. Y todavía peor: su reputación de profeta podía quedar en ridículo (No seamos tan duros con Jonás, pues en alguna ocasión todos hemos obrado igual que el vidente rezongón).
“Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver qué acontecería en la ciudad. Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le librase de su malestar; y Jonás se alegró grandemente por la calabacera. Pero al venir el alba del día siguiente, Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó. Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida.” Jonás 4:5-8
¿Por qué será que los hombres, en en vez de celebrar el triunfo de la gracia, nos dedicamos a quejarnos, a objetar y a criticar a los que Dios ha redimido?
La solución del Señor al dilema fue una sensacional doble lección objetiva.
La conclusión resultó entonces evidente -al menos para nosotros, porque el profeta todavía no entraba en razón-. Prefería él morirse antes que renunciar a su orgullo...
“Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte. Y dijo Jehová: Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció. ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?” Jonás 4:9-11
¡Qué bueno es que en Dios la piedad, la misericordia y la justicia estén indisolublemente unidas!
¡Qué maravilloso es que su perdón esté siempre disponible, incluso para los peores pecadores!
Lo que maravilla a los demonios y a los seres humanos caídos es que Dios pueda, al mismo tiempo, ser justo y justificar al pecador. Les resulta incomprensible la obra de la gracia y creen que no es justo que Dios nos perdone.
Pero el perdón resulta posible porque Jesús pagó en la cruz el precio de nuestras transgresiones. 
La Biblia declara: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación”. Éxodo 34:5-7
En las matemáticas divinas se obtiene: 
JUSTICIA + MISERICORDIA = PERDÓN.
¡Bendita ecuación! ¿No deberíamos alabarle por esto?

viernes, 15 de julio de 2011

AMARGURA

“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.” Hebreos 12:15
¿Cristianos amargados?
Si, los hay; y es una actitud contagiosa y contaminante...
¿Qué cosas pueden hacer que brote?
Muchas cosas o ninguna. Podemos sentirnos mal por las vicisitudes de la vida, por no conseguir lo que deseamos, por ser maltratados, por la injusticia, por la ingratitud de los demás, etc.
O quizá todas estas cosas pueden también ocurrir sin hacernos mella. Todo depende de como afrontamos las situaciones que se nos presentan.
El texto de Hebreos 12 habla de no permitir que las circunstancias, las personas, o los propios sentimientos, se interpongan entre nosotros y nuestro Dios. Todo ello es cizaña, un verdadero estorbo para el crecimiento espiritual.
La horrible raíz de las quejas, el descontento, la envidia, el menosprecio, las críticas o la ambición insatisfecha, es contrastada aquí con la disciplina del Señor que produce “fruto apacible de justicia” (vers. 11).
Este oportuno consejo -tomado del Antiguo Testamento-, nos revela el frecuente origen de la amargura: “No sea que haya entre vosotros varón o mujer, o familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy de Jehová nuestro Dios... no sea que haya en medio de vosotros raíz que produzca hiel y ajenjo.” Deuteronomio 29:18
Dios es vida, luz y contentamiento para sus hijos; el gozo de su presencia llena de paz el corazón. Pero cuando nos apartamos de él, entramos en el dominio de las tinieblas, y sus amargos frutos no se hacen esperar. Una vida lejos del Señor es una vida de continuos sinsabores y frustraciones.
Pero tal sentimientos no son patrimonio exclusivo de los que se apartan de Dios por completo; también algunos justos cayeron en gran desconsuelo debido a circunstancias adversas:
  • Noemí: Y ella les respondía: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso.” Rut 1:20
  • Ana: “Ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.” 1 Samuel 1:10
  • Job: “Está mi alma hastiada de mi vida; Daré libre curso a mi queja, Hablaré con amargura de mi alma.” Job 10:1
La vida suele ser dura, las personas pueden ser muy faltas de misericordia, las cosas pueden salirnos mal. Y los cristianos no estamos exentos de malas relaciones o de situaciones penosas.
La amargura más corriente, más injustificada y más persistente, proviene sin embargo de las contiendas entre hermanos:
¡Cuántas veces en la iglesia hemos visto brotar este tipo de raíces malignas!
¡Cuántas veces una actitud desconsiderada o una palabra inoportuna fertilizó la amargura en algún corazón, alejándolo para siempre!
¡En cuántas ocasiones los que fueron comprados con la sangre de Cristo fueron maltratados por quienes debieran respetarlos, amarlos, cuidarlos y protegerlos!
¡Con qué facilidad algunos se permiten expresar animosidad, críticas y malas sospechas contra los líderes o contra sus hermanos en la fe!
¡Cómo duelen las palabras de aquellos que llamándose cristianos solo tienen hiel y ajenjo que ofrecer!
¡Ojalá pudieran comprender que un día se nos refregarán en la cara esas expresiones temerarias!
Entre la casa de Saúl y los partidarios de David hubo contiendas que pusieron en riesgo la misma existencia de Israel: “Allí Abner gritó a voz en cuello, y le dijo a Joab: ¿Vamos a estar siempre en guerra? Si seguimos así, el final de todos nosotros será muy amargo. ¿Cuándo vas a decirle a tu gente que deje de perseguir a sus propios hermanos?´ Y Joab le respondió: Te juro por Dios que, si no hubieras hablado como ahora lo has hecho, mi gente habría perseguido a sus hermanos hasta el amanecer.” 2 Samuel 2:26-27 (RV Contemporánea)
El diálogo se revela aquí como el bálsamo que suaviza las heridas y aleja las contiendas. Si tuvieramos más cuidado en hablar antes de disparar, tendríamos menos de que arrepentirnos.
Pero además cada quien de nosotros debe adoptar la actitud de David ante las situaciones difíciles de resolver: “Y David se angustió mucho... pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios.” 1 Samuel 30:6
En estos tiempos necesitamos desesperadamente encontrar fortaleza, fe y valor en Jesús.
El Salvador -que dio su vida por su iglesia-, espera que lo busquemos en las pruebas y que resolvamos nuestros conflictos en forma armoniosa. Nos dio además consejos sabios que haríamos bien en seguir, a fin de que podamos ser luz en medio de las tinieblas de este mundo y no parte de ellas.
“E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara. Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron.” Exodo 15:22-25
Como las ramas del árbol que endulzaron las aguas de Mara, la presencia de Cristo en nuestra vida quitará toda amargura. 
Pero él no trabaja sin nosotros. Necesitamos esforzarnos en abonar el terreno del corazón con cosas buenas y vigilar las malas raíces para que no puedan prosperar. De lo contrario, no solo nosotros, sino muchos serán contaminados por ellas.
La Biblia nos insta con poder: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.” Efesios 4:31
Extirpa las malas raíces de tu vida antes que se conviertan en frondoso árbol.