“Tú eres un Dios clemente y compasivo lento para la ira y rico en misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas”. Jonás 4:2 (Biblia de las Américas)
En la historia de Jonás aparece un sentido reclamo del inconstante hombre de Dios, cuando Jehová decidió perdonar a los hombres de Nínive.
En realidad, era justo que tan sanguinarios invasores pagaran por todo el mal que habían hecho, al arrasar naciones enteras ¿Por qué entonces son perdonados?
Cuando Jonás proclamó la destrucción de la capital asiria, esperaba ver que todos los enemigos de su pueblo fueran exterminados.En su opinión, eso era justo lo que se merecían. Pero también desconfiaba, sabiendo del trato misericordioso del Señor hacia los pecadores.
¿Destruiría o no a los perversos asirios?
Pasados los 40 días, se sentó a mirar que pasaba, y al ver que no sucedía nada de lo que esperaba, “se apesadumbró en extremo, y se enojó. Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida. Y Jehová le dijo: ¿Haces tú bien en enojarte tanto?” Jonás 4:1-4
¡Qué diálogo!
Un quejoso profeta que no amaba a sus prójimos y un paciente Dios que razonaba con él.
Estaba en duda la justicia del proceder divino, -cosa que se ha venido haciendo desde que Lucifer cuestionó la ley de Dios-. Aunque Israel sufrió bajo los asirios por sus propios pecados, la magnitud de su desgracia le hacía levantar a Jonás el interrogante: ¿Es justo perdonar a los asesinos y no a sus víctimas?
Seguramente, el resentido profeta citaría en defensa de su tesis textos bíblicos como este:
“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones; y que da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago.” Deuteronomio 7:9,10
Él no entendía la lógica del Señor; le parecía que se había cometido una gran injusticia. Y todavía peor: su reputación de profeta podía quedar en ridículo (No seamos tan duros con Jonás, pues en alguna ocasión todos hemos obrado igual que el vidente rezongón).
“Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver qué acontecería en la ciudad. Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le librase de su malestar; y Jonás se alegró grandemente por la calabacera. Pero al venir el alba del día siguiente, Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó. Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida.” Jonás 4:5-8
¿Por qué será que los hombres, en en vez de celebrar el triunfo de la gracia, nos dedicamos a quejarnos, a objetar y a criticar a los que Dios ha redimido?
La solución del Señor al dilema fue una sensacional doble lección objetiva.
La conclusión resultó entonces evidente -al menos para nosotros, porque el profeta todavía no entraba en razón-. Prefería él morirse antes que renunciar a su orgullo...
“Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte. Y dijo Jehová: Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció. ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?” Jonás 4:9-11
¡Qué bueno es que en Dios la piedad, la misericordia y la justicia estén indisolublemente unidas!
¡Qué maravilloso es que su perdón esté siempre disponible, incluso para los peores pecadores!
Lo que maravilla a los demonios y a los seres humanos caídos es que Dios pueda, al mismo tiempo, ser justo y justificar al pecador. Les resulta incomprensible la obra de la gracia y creen que no es justo que Dios nos perdone.
Pero el perdón resulta posible porque Jesús pagó en la cruz el precio de nuestras transgresiones.
La Biblia declara: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación”. Éxodo 34:5-7
En las matemáticas divinas se obtiene:
JUSTICIA + MISERICORDIA = PERDÓN.
JUSTICIA + MISERICORDIA = PERDÓN.
¡Bendita ecuación! ¿No deberíamos alabarle por esto?
hola willy, Dios le bendiga..pasando por aqui para saludarlo de parte de Reflexiones Cristianas...
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