“Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.” Hechos 17:11
En la entrada anterior reproducí una meditación sobre la actitud que debemos tener en cuanto a las nuevas revelaciones divinas. En ella se nos desafíaba a examinar la nueva luz con honestidad y fervor, evitando ser extraviados por los engaños de Satanás.
Al tratar con personas que dicen ser profetas o haber recibido un mensaje de parte de Dios, algunos resuelven el asunto con cierto grado de comodidad afirmando que no necesitamos nuevos profetas o nueva luz; que la Biblia es suficiente y que después de ella no hubo ni habrá nuevas revelaciones.
Con toda certeza, las Escrituras son nuestra única regla de fe, pero invalidar el don profético equivale a decir que Dios ya no se comunica con nosotros.
Nos toca a nosotros examinar su Palabra personalmente a fin de comprobar lo que es verdad y lo que no es. Nadie puede reemplazarnos en este asunto, y los que dependen del criterio de otros en cuanto a la aceptación de la verdad serán engañados con toda seguridad.
En cuanto a la nueva luz, Cristo mismo dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar”. Juan 16:12
¿Cómo y cuándo lo diria?
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Juan 14:26
El verdadero Vicario de Cristo -su Santo Espíritu-, actuá poderosamente, dirigiendo su iglesia paso a paso hacia la plena luz de la verdad, hasta el final de los tiempos.
A lo largo de la historia siempre hubo mensajeros inspirados por el Espíritu Santo. Ellos presentaron con osadía las advertencias y los reproches del Señor a fin de corregir deficiencias y errores entre el pueblo de Dios. Al enfrentar situaciones nuevas y desconcertantes, en las cuales la Palabra de Dios no tiene una definición categórica, fueron necesarios los profetas para dirimir la cuestión. Y cada vez que se necesitó instrucción y consejo, la luz de sus revelaciones brilló sobre sus hijos fieles.
Con seguridad, nuestro sabio Dios tiene todavía más que decirnos, pues él es el dueño de toda revelación verdadera. “He aquí se cumplieron las cosas primeras, y yo anuncio cosas nuevas; antes que salgan a luz, yo os las haré notorias.” Isaías 42:9
El diario estudio de la Biblia ocupa un sitial privilegiado en este proceso. Obtenemos gran ganancia y plena recompensa cuando buscamos saciarnos del diario pan de su gracia y beber de la fuente de salvación que brota de sus sagradas páginas.
“Cuando quiera que los hijos de Dios crezcan en la gracia, obtendrán cada vez más clara comprensión de su Palabra. Y discernirán nueva luz y belleza en sus verdades sagradas. Esto ha venido sucediendo en la historia de la iglesia en todas las edades, y así seguirá siendo hasta el fin”. OE 312. 304
¿Nueva luz? ¡Seguro que la habrá!
“Siempre se revelará nueva luz de la Palabra de Dios a aquel que mantiene una relación viva con el Sol de Justicia. Nadie llegue a la conclusión de que no hay más verdad para ser revelada. El que busca la verdad con diligencia y oración hallará preciosos rayos de luz que aún han de resplandecer de la Palabra de Dios. Muchas preseas están todavía esparcidas, que han de ser juntadas para venir a ser propiedad del pueblo de Dios. Pero la luz no es dada simplemente para ser una fortaleza para la iglesia, sino para se derramada sobre los que están en tinieblas. El pueblo de Dios ha de anunciar las virtudes de Aquel que los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Cristo ha dicho de su pueblo: "Vosotros sois la luz del mundo," y la misión de la luz es resplandecer e iluminar las tinieblas”. TES 59, 60
Busca con pasión recibir nueva luz del Señor y compártela con poder.
Sé tú un bereano.
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