miércoles, 25 de agosto de 2010

ANDANDO EN LA LUZ

"Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos. Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos". Marcos 9:2,3
Los discípulos necesitaban ver la gloria de Jesús, de modo que se manifestó en el monte mediante una luz brillante. Marcos intenta en vano explicar la blancura de la apariencia de Cristo usando una comparación tras otra, hasta que al final se rinde. El brillo no tiene comparación con ninguno que haya visto. Es que fuera de Su presencia, el resto no es sino oscuridad, negras e impenetrables tinieblas.
Continuando con la entrada anterior, recuerdo un incidente que relataba el oceanógrafo Jacques Costeau en su libro "Mundo sin sol" acerca de sus primeras incursiones submarinas. Había bajado más de 50 metros y atrapó con el arpón un pez. Grande fue su sorpresa cuando la sangre de ese pez tenía ¡color verde! Decidió subir a examinar ese pez curioso, pero a medida que ascendía la sangre iba cambiando de color paulatinamente; hasta que cerca de la superficie ya había adquirido el familiar color rojo.
Una propiedad de la luz es la dispersión refractiva, es decir, la capacidad de la luz "blanca" de separarse en sus colores constituyentes; un fenómeno familiar que se ve en el arco iris, por ejemplo. La luz que nos llega del sol es en realidad una mezcla de colores.
Cuando Jesús se transfiguró delante de sus discípulos apareció de un blanco indescriptible; cuando se presenta la visión de Cristo glorioso en Apocalipsis 1 sucede algo similar: su rostro, cuerpo y ropas se ven blanquísimos.
Esto se debe a que nuestros ojos solamente pueden captar cierta intensidad de luz. Cuando el umbral es muy bajo, vemos todo de color pardo (como sucede al atardecer o en penumbras); por el contrario, si la luz es demasiado intensa, solamente captamos el color blanco.
Por eso la Biblia dice: "mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo". (Efesios 5:13)
La luz se equipara en las Escrituras con Dios mismo, con Cristo, con la Biblia, con su ley y con la verdad. Quiero concentrarme en esta última, pues procede del Señor y de su Palabra como luz para nuestra senda (Salmos 43:3; 119:105). 
La verdad, como la luz, puede tanto "blanquear" nuestras vidas (con la perfecta justicia del Cordero de Dios), como poner en evidencia las deficiencias del carácter de quienes no se han rendido a su gracia. Tiene la capacidad de discernir en lo profundo del alma y mostrar lo que hay dentro con claridad, iluminando las conciencias y revelando las más ocultas manchas de pecado.
La luz de la verdad nos fue dada para conocer el amor del Salvador: "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo". 2º Corintios 4:6
La verdad, más que una serie de conocimientos abstractos, es un principio transformador, cuando es manifestada en la vida de los que "recibieron el amor de la verdad para ser salvos" (2º Tesalonicenses 2:10).
  • Conocerla nos hace libres para obedecer su voluntad.
"Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" Juan 8:32
  • Seguirla nos asegura la vida eterna.
"Compra la verdad, y no la vendas". Proverbios 23:23
  • Practicarla nos ayuda a avanzar por la fe hacia la salvación.
"Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto". Proverbios 4:18
  • Ejemplificarla nos hace la luz del mundo
"Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder". Mateo 5:14

No debemos engañarnos con la idea de que basta con simplemente creer cualquier cosa para ser salvos. No todos los caminos conducen a Roma. Necesitamos creer en la verdad que purifica el alma para que se cumplan los propósitos de Dios en nuestra vida. Únicamente así reflejaremos el carácter de Dios. Para ver, andar y gozarnos en la luz de la verdad, necesitamos en todo momento fijar los ojos en nuestro único y suficiente Sumo Sacerdote, Cristo Jesús. Ese es el objetivo final de la verdad, conducirnos de las tinieblas de este mundo a su luz admirable.
Hagamos nuestras las palabras de este precioso himno:

Tan triste y tan lejos de Dios me sentí
Y sin el perdón de Jesús
Mas cuando su voz amorosa oí
que dijo: “Oh, ven a la luz”

Yo todo dejé para andar en la luz
No moro en tinieblas ya mas
Encuentro la paz en seguir a Jesús
Y vivo en la luz de su faz

Himnario Adventista  - Himno 222 -

lunes, 23 de agosto de 2010

DIOS ES LUZ

"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella...  Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo". Juan 1:1-5, 9
Estaba en la sala de la casa de mis suegros, contemplando una hermosa maceta con flores de color morado intenso, cuando me pidieron que la llevara al comedor. Para mi sorpresa, al llevarla a la siguiente habitación, las flores habían mudado a un tono violáceo mucho más suave.
¿Qué había pasado? Porque las flores eran las mismas, sin duda.
Ocurrió que en la primera de las dependencias de la casa había un tubo fluorescente y en la segunda un foco (bombillo) común. La diferencia entre las fuentes de luz le habían jugado una mala pasada a mis limitados sentidos.
Nuestra vista apenas puede captar una pequeña parte del espectro electromagnético (ver imagen abajo), para lo demás, somos completamente ciegos; tanto para las ondas que están en el espectro de alta energía: ultravioleta, rayos x, rayos gamma, etc. ; como en las de menor energía, tales como el infrarrojo, las ondas de radio, tv, radar, microondas, etc.
En realidad, no solamente vemos, sino que vivimos gracias a la luz. Aunque apenas somos conscientes de ello, recibimos sus beneficios en muchas áreas de la vida; todas indispensables. Podemos ver, distinguir colores, profundidades y distancias, nuestros cuerpos sintetizan vitaminas por su intermedio, las plantas realizan la fotosíntesis, etc. Podemos utilizarla de diferentes maneras para mejorar nuestra vida y conocer el universo. Podemos incluso definir algunas de sus propiedades como la reflexión y la refracción, medir su velocidad u observar su dispersión.
No obstante, la luz sigue siendo un misterio para la ciencia. Se han ensayado diversas teorías para explicarla, como la teoría corpuscular de Newton, pasando por la teoría ondulatoria, la teoría electromagnética, hasta la síntesis actual de considerarla al mismo tiempo como onda y como partícula. Ninguna de estas teorías puede explicar todos los comportamientos de la luz.
La pregunta de Dios a Job sigue vigente: "¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz...?" Job 38:19 -Nadie lo sabe con certeza-
La Biblia tiene un enfoque particular sobre la luz. Nos dice que:
  • "Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él". (1º Juan 1:5);
  • "Habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver" (1º Timoteo 6:16),
  • "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". (Juan 8:12)
El Señor no es sólo el creador de la luz, es la luz misma. La visión de su presencia siempre incluye una luz deslumbrante; Él es glorioso, inalcanzable e indefinible como ella. Trae vida a todo lo visible y alumbra el entendimiento de las cosas celestiales e invisibles.
En las Escrituras Cristo se presenta a sí mismo como la luz del mundo, en agudo contraste con las tinieblas del pecado.
Su luz es concedida a los mortales como un gran privilegio. Podemos verla a través del conocimiento de sus obras; en su sagrada Palabra, la Biblia; experimentarla mediante las más tiernas y amantes relaciones humanas; en la obra regeneradora del Espírtu Santo en nuestra vida y en la contemplación de la hermosura del carácter de Jesús.
La vida sobre la Tierra depende de la luz. Nuestra vida eterna depende también de la luz que viene del conocimiento del Señor. La revelación dada mediante las profecías a los profetas y santos de la antiguedad, (y los del presente) tiene carácter probatorio para los que dicen ser sus hijos. De la manera en que reaccionamos a la luz de la verdad determinará si estaremos entre los salvados o nos perderemos por la eternidad.
"Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios". Juan 3:19-21
Entre los insectos (y otros animales) hay una clara ilustración de lo dicho. Todos hemos visto como las mariposas son atraídas por la luz, danzando alrededor de ella, incluso hasta consumirse en su calor. Por otro lado, también notamos el efecto que produce en las cucarachas; al encenderse la luz, huyen de ella para refugiarse en la oscuridad.
La luz es la misma, pero lo que es atractivo, cálido y vivificante para unas, es motivo de temor y repulsión para otras.
¿A cuáles nos pareceremos?¿Seremos mariposas o cucarachas?

sábado, 21 de agosto de 2010

PELIGROS QUE NOS AGUARDAN

"En caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos". 2ª Corintios 11:26
Recuerdo cuando era niño, que frente a la casa de mi tía había un terreno baldío en el cual nos gustaba jugar. Incluso desmalezamos una parte para practicar fútbol. Había también allí una ruinosa casa abandonada que tomamos empeño en derribar. Ese lugar era nuestro mayor placer, parte indispensable del cielo de nuestra infancia. 
Pero un día vinieron unos trabajadores y comenzaron a limpiar el terreno para edificar lo que luego sería la compañía telefónica. Para mi sorpresa, sacaron del lugar ¡no menos de 14 serpientes venenosas!
¡Y nosotros creíamos que el lugar era perfectamente seguro!
Del mismo modo, transitamos hoy por terreno peligroso. No me refiero a la violencia e inseguridad que abundan en nuestro mundo, el crimen, el robo o las violaciones, por decir algo; hablo de los peligros espirituales que hoy son mayores que en ninguna otra época de la historia.
Coincido con la siguiente cita:"Vivimos en el período más solemne de la historia de este mundo. La suerte de las innumerables multitudes que pueblan la tierra está por decidirse. Tanto nuestra dicha futura como la salvación de otras almas dependen de nuestra conducta actual. Necesitamos ser guiados por el Espíritu de Verdad. Todo discípulo de Cristo debe preguntar seriamente: "¿Señor, qué quieres que haga?" Necesitamos humillarnos ante el Señor, ayunar, orar y meditar mucho en su Palabra, especialmente acerca de las escenas del juicio. Debemos tratar de adquirir actualmente una experiencia profunda y viva en las cosas de Dios, sin perder un solo instante. En torno nuestro se están cumpliendo acontecimientos de vital importancia; nos encontramos en el terreno encantado de Satanás. No durmáis, centinelas de Dios, que el enemigo está emboscado, listo para lanzarse sobre vosotros y haceros su presa en cualquier momento en que caigáis en descuido y somnolencia". CS pag. 601
Tal como en el baldío de mi niñez, la Serpiente Antigua se halla agazapada por todas partes, lista para atacar, pues nos encontramos en su territorio; -la Biblia dice que "el mundo entero está bajo el maligno" 1º Juan 5:19- no hay lugar donde esconderse, ni aspecto de la vida que no esté contaminado por el pecado.
Ante esta situación, los más concienzudos buscan el mal en todas partes (y lo encuentran), haciendo mucho ruido por su descubrimiento. En un tiempo, era frecuente que algunos escucharan cintas de casette al revés para encontrar mensajes subliminales. De la lista de cantantes o grupos musicales que daban, la mayoría ¡ni necesitaba ser escuchada al revés para descartarla!
En el extremo opuesto, algunos minimizan las cosas diciendo que no hay que ser fanáticos y que solamente necesitamos criterio.
Es sumamente riesgoso ser alarmista, pero todavía es peor ser indiferentes o descuidados con los peligros que vendrán. La temeridad es mortal.
Pero como hijos de Dios, nuestra mayor necesidad no está en saber donde está el peligro, porque estamos rodeados de ellos; ni confiar en nuestro pobre criterio o nuestro sentido ¿común?; necesitamos la protección divina.
Nuestra respuesta ante el peligro determinará la salvación o la perdición de nuestra alma y de las que están bajo nuestra influencia. Nos hace falta vigilar, orar, ayunar, buscando la dirección divina.
Nos esperan horas peligrosas. Aunque no combatimos contra carne y sangre, todo mal posible, la oposición del mundo entero, se prepara para lanzarse contra los que quieren ser fieles a Dios. Son dominados por la "potestad de las tinieblas" (Colosenses 1:13), la hueste de Lucifer.
El mensaje de los tres ángeles que está siendo predicado a la humanidad tiene la contraparte de su falsificación satánica: "vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso". Apocalipsis 16:13,14
El enemigo procura que nos durmamos en la seguridad de las cosas materiales, o en el "éxito" espiritual de miles de bautismos, o en la rutina de simplemente asistir a la iglesia. Intenta seducirnos con doctrinas extrañas, nuevas y fascinantes. Quiere que nos desgastemos discutiendo por temas que no son vitales para la salvación o que discutamos por el poder y la supremacía; porque así nos tendrá justo donde él quiere: sin preparación para la vida eterna.
Al meditar en estos aspectos, entiendo que en aquel terreno de mi infancia, las serpientes no nos mordieron sólo gracias a la protección divina y que así será también hoy. Debo buscarla con fervor y sin vacilación, tengo que hacer de Dios mi fortaleza, pues Satanás no tendrá mayor poder sobre mi vida que el que yo mismo le otorgue.
Decide conmigo en este día ser vigilante, humilde y sumiso ante la voluntad divina, concluyendo con el apóstol: "Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte". 2º Corintios 12:10

jueves, 19 de agosto de 2010

ORDENA TU CASA

"En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás". 2º Reyes 20:1
Cuando uno es niño, cree que todo el mundo es inmortal. Cuando se llega a ser joven, le parece que los viejos mueren pero uno es inmortal. Al llegar a la edad adulta, se descubre que nadie es inmortal. Avanzando en edad, se es penosamente consciente de que uno es mortal.
Al rey Ezequías, que había sido un buen rey de Judá, el Señor le mandó este triste mensaje por medio del profeta Isaías.
En primer lugar vale preguntarse; ¿por qué le avisó de su muerte?
Dios no avisa regularmente a nadie que va a morir. La muerte nos sorprende a casi todos sin aviso formal y preciso del día y la hora de nuestro deceso. Pero en el caso del rey, el motivo estaba dado por las palabras : "ordena tu casa".
¿Qué asuntos debía ordenar el rey?
Veamos el resto del relato para intentar comprenderlo: "Entonces él volvió su rostro a la pared, y oró a Jehová y dijo: Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro. Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová. Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo. Y dijo Isaías: Tomad masa de higos. Y tomándola, la pusieron sobre la llaga, y sanó. Y Ezequías había dicho a Isaías: ¿Qué señal tendré de que Jehová me sanará, y que subiré a la casa de Jehová al tercer día? Respondió Isaías: Esta señal tendrás de Jehová, de que hará Jehová esto que ha dicho: ¿Avanzará la sombra diez grados, o retrocederá diez grados? Y Ezequías respondió: Fácil cosa es que la sombra decline diez grados; pero no que la sombra vuelva atrás diez grados. Entonces el profeta Isaías clamó a Jehová; e hizo volver la sombra por los grados que había descendido en el reloj de Acaz, diez grados atrás". 2º Reyes 20:2-11
Surgen aquí tres asuntos que preocupaban al rey:
  • Su enfermedad
  • Tiempo adicional
  • La invasión asiria
Antes de avanzar, es bueno notar la reacción del soberano: lo primero que hizo fue volverse a Dios en oración. Después, el texto menciona que subiría al Templo; lo siguiente que haría sería agradecer a Jehová. Finalmente, escribió un canto de gratitud por testimonio del milagro obrado en su vida (ver Isa. 38: 9-20).
Su enfermedad, entonces, lo perturbaba. No era simplemente por miedo a la muerte. Moriría, según él, "en la mitad de mis días" y su obra quedaría sin terminar. Como hombre de fe, Ezequías estaba empeñado en el restablecimiento de su reino, tanto en lo administrativo como en lo religioso. Después de años de decadencia espiritual, quería conducir al pueblo a una mejor relación con Dios.
Era lógico entonces que deseara más tiempo, pues no tenía en ese momento un hijo que le sucediera. Seguramente, entremezclando su fe con la duda, habrá pensado que si moría no podría cumplirse la promesa hecha por el Señor a David, de que siempre habría un descendiente suyo en el trono.
El tercer punto que lo inquietaba era que al haberse rebelado contra el rey de Asiria le esperaba una difícil campaña contra sus poderosos vecinos.
La respuesta del Señor resuelve todos estos puntos y excede además cualquier expectativa.
No solamente le ofrece promesas de sanidad y liberación; también actúa por medio de dos milagros para confirmar la fe del rey. El primero de ellos fue hacer retroceder la sombra del reloj de sol y luego obró por medio de un sencillo remedio natural una curación asombrosa.
¡Imagínense! Para contestar la oración de una sola persona, Dios trastocó el orden del universo.
No importa realmente si el sol marchó hacia atrás, o si la tierra giró al revés; las consecuencias de cualquiera que haya sido el fenómeno ocurrido son asombrosísimas y superan nuestra comprensión de las leyes físicas.
¿No tenemos un Dios maravilloso?
Pero nada de lo que preocupaba al rey le preocupaba al Señor. Su interés principal era que Ezequías "ordenara su casa".
En nuestro caso, ¿qué cosas tenemos que ordenar en nuestra casa?
¿Nuestra vida espiritual? ¿El altar de familia? ¿La relación con los hijos? ¿La asistencia o la participación en la iglesia?
Para Él ordenar nuestra vidas es un asunto sencillo, ya sea que se trate del alimento, el vestido, las cuentas por pagar, la educación de los hijos o cualquier otra cosa que nos cause preocupación o temor.
Pero no hará lo que nos corresponde hacer a nosotros. Nos toca revisar con cuidado cada aspecto de nuestra existencia para ver si está de acuerdo con los propósitos del Señor.
Lo dice mejor que yo la siguiente cita: "Conságrate a Dios todas las mañanas; haz de esto tu primer trabajo. Sea tu oración: "Tómame ¡oh Señor! como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo y sea toda mi obra hecha en ti". Este es un asunto diario. Cada mañana conságrate a Dios por ese día. Somete todos tus planes a él, para ponerlos en práctica o abandonarlos según te lo indicare su providencia. Sea puesta así tu vida en las manos de Dios y será cada vez mas semejante a la de Cristo". El camino a Cristo pag. 70
Ordenar nuestra casa implica caminar con fidelidad, confiar en sus promesas, ocuparnos de lo verdaderamente importante, vivir como si ya estuviéramos en el cielo, esconder continuamente nuestra vida en él.
Ordenar nuestra casa, por último, es dar testimonio a los ángeles y a los hombres de que somos felices al caminar en obediencia a su voluntad ahora mismo, y que también lo seremos por la eternidad.
Jesús mismo lo expresó con estas inmortales palabras: "busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas". Mateo 6:33 NVI

martes, 17 de agosto de 2010

GLORIA Y ALABANZA

"Entonces Moisés dijo: Esto es lo que mandó Jehová; hacedlo, y la gloria de Jehová se os aparecerá".  Levítico 9:6
En el antiguo relato de la consagración de Aarón y sus hijos, tal como aparece en Levítico capítulos 8 y 9,  podemos encontrar preciosas lecciones para los cristianos de la actualidad.
En la construcción del tabernáculo en el desierto hay un sinnúmero de detalles sobre ceremonias, materiales y procedimientos, que a primera vista resultan fatigosos. Algunos concluyen que no tienen el menor sentido o que, cuando mucho, son partes anecdóticas de la Biblia.
Pero nuestro Dios es detallista. Si se toma el trabajo de hacer una simple flor o una hojita de pasto con infinito cuidado y perfección, ¿con cuánto más detalle no revelaría lo concerniente a nuestra salvación?
Por eso, creo que hallaremos campo fértil para la meditación en esos "detalles sin importancia"
Cuando se acabó de construir el tabernáculo, todavía quedaba un asunto pendiente de resolución. En un edificio santo, ¿podrían oficiar seres pecadores? ¿Era Aarón o cualquier otro digno de hacerlo?
El Señor mismo proporcionaría la respuesta: "Entonces Moisés hizo acercarse a Aarón y a sus hijos, y los lavó con agua. Y puso sobre él la túnica, y le ciñó con el cinto; le vistió después el manto, y puso sobre él el efod, y lo ciñó con el cinto del efod, y lo ajustó con él. Luego le puso encima el pectoral, y puso dentro del mismo los Urim y Tumim. Después puso la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra, en frente, puso la lámina de oro, la diadema santa, como Jehová había mandado a Moisés. Después Moisés hizo acercarse los hijos de Aarón, y les vistió las túnicas, les ciñó con cintos, y les ajustó las tiaras, como Jehová lo había mandado a Moisés.
Hizo acercarse luego los hijos de Aarón, y puso Moisés de la sangre sobre el lóbulo de sus orejas derechas, sobre los pulgares de sus manos derechas, y sobre los pulgares de sus pies derechos; y roció Moisés la sangre sobre el altar alrededor".
Levítico 8:6-9, 13, 24
Lo notable del rito es que Aarón y sus hijos no hicieron nada por sí mismos. Incluso lavarse y vestirse fueron tareas que les fueron negadas, debiendo permitir que lo haga Moisés. Es un símbolo adecuado de la obra de la gracia, en la cual nuestra parte consiste en dejar que Dios haga todo el trabajo.
Fueron lavados, vestidos, y finalmente se les colocó sangre en varias partes del cuerpo. Sin la sangre de Cristo "no hay remisión de pecados", seguiríamos siendo pecadores condenados a muerte. Necesitamos ser lavados en ella, vestidos con su justicia y coronados con la tiara de la "santidad a Jehová" (Exodo 39:30).
Siete días después de esta ceremonia, Aarón y sus hijos oficiaron por primera vez los ritos del santuario. Delante de todo el pueblo debían realizar las ceremonias exactamente como el Señor les había mandado. No debían apartarse en nada de su mandato. No había lugar para la improvisación o el exhibicionismo.
"Entonces Moisés dijo: Esto es lo que mandó Jehová; hacedlo, y la gloria de Jehová se os aparecerá.
Después alzó Aarón sus manos hacia el pueblo y lo bendijo; y después de hacer la expiación, el holocausto y el sacrificio de paz, descendió. Y entraron Moisés y Aarón en el tabernáculo de reunión, y salieron y bendijeron al pueblo; y la gloria de Jehová se apareció a todo el pueblo. Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros".
Levítico 9:6, 22-24
Cuando el Señor nos manda a hacer algo, nos capacita para hacerlo. Dudar en obedecer sus mandatos es dudar de su poder para salvar.
Aunque la obediencia no salva, siempre es el fruto de la salvación. Si bien esta no tiene méritos en sí misma, nuestro pasaje nos revela una progresión: la obediencia es el camino que lleva a contemplar la gloria de Dios. Contemplar su gloria da paso a la alabanza.
¿Por qué suele ser tan pobre a veces nuestra alabanza? Porque no hemos contemplado suficientemente su gloria. Y no contemplaremos su gloria a menos que obedezcamos en plenitud su voluntad en nuestras vidas.
¿Obediencia? ¡Alerta! ¡Tengan cuidado!, eso es cosa de fanáticos...
Hemos escuchado tanto y tan seguido de los males y peligros del legalismo, que la obediencia hasta parece pecado, siendo en realidad una cuestión de fe. Dios es el autor de la fe y la obediencia y requiere de ambas. Cuando simplemente obedezcamos por fe toda la luz que brilla en nuestro camino, entonces tendremos algo que decir al mundo, y en consecuencia la tierra sera iluminada con su gloria (ver Apocalipsis 18:1).
Recordemos siempre que Él nos llamó para que revelemos su gloria y le demos alabanza, como está escrito: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable". 1ª Pedro 2:9