“Pero
vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro,
el Cristo, y todos vosotros sois hermanos... Ni seáis llamados maestros;
porque uno es vuestro Maestro, el Cristo”. Mateo 23:8 y 10
Un antiguo dicho español reza: “El maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela”.
Se
refiere a quien, no teniendo conocimientos suficientes -o quizá
ninguno-, de una materia, se arroga la potestad de impartir enseñanzas
sobre ella.
Y
si esa actitud es dañina en el área educativa, en los dominios de la
salud o en los medios de difusión, es tanto más catastrófica en el
ámbito espiritual.
Hoy
en día hay muchos “Maestros Ciruela” dando vueltas por la iglesia. De
ellos puede decirse con propiedad que “tocan de oído”.
Presentan
como importantes asuntos secundarios, pero que resultan atrayentes por
oscuros y misteriosos. Se especializan en hablar de sociedades secretas y
movimientos ocultos, que solo ellos advierten y los demás no. Denuncian
el pecado, sin amar al pecador; exponen la apostasía, pero no el
remedio para ella; condenan el mal, pero no dirigen las mentes hacia
Aquel que puede librarnos, sino hacia ellos mismos.
Es
que esa es su característica primordial; buscan provecho personal,
llamando la atención hacia sí mismos y no hacia el Salvador.
Ya en los tiempos apostólicos, se hablaba de que “hay
aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores... que
trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no
conviene”. Tito 1:10,11
Y también Pablo profetiza diciendo que “vendrá
tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón
de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias”. 2 Timoteo 4:3
Es
que la gente busca oír lo que quiere oír; se halla dispuesta a escuchar
cualquier mentira con tal que sea agradable. Esto también es válido
para muchos cristianos.
Sucede
con los que quieren escuchar todo el tiempo algo novedoso y
espectacular, que no se desarrollan adecuadamente. La Biblia afirma con
tristeza de ellos: “Porque
debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de
que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las
palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de
leche, y no de alimento sólido”. Hebreos 5:12
Este
tipo de cuestiones sensacionalistas detiene el crecimiento espiritual,
pues la mente se espacia en temas pequeños y pierde la capacidad de
sondear los temas infinitos del amor de Cristo, la misericordia de Dios,
su gracia redentora, la operación del Espíritu Santo en la restauración
del alma, Su abarcante plan para salvarnos y restituirnos a la comunión
de los seres celestiales; verdades que son pilares de nuestra fe. Estos
temas constituirán el estudio de los redimidos por la eternidad.
Sin
embargo, a muchos que no están verdaderamente preparados les encanta
enseñar. Sin entender las cuestiones básicas de la fe, se lanzan a
esparcir lo que consideran maravillosos conocimientos, que no son sino
elementos de distracción proporcionados por el enemigo de las almas.
Se nos advierte acerca de esta actitud de “Maestros Ciruela” como de algo muy peligroso para nuestra vida espiritual: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación”. Santiago 3:1
No
hallaremos provecho en sondear incesantemente las noticias en busca de
sucesos extraordinarios que prueben esas minucias; tampoco nos
aprovechará sentir temor o aprensión por causa de las diabólicas
organizaciones que nos rodean.
La
realidad, aunque invisible a los ojos, bien puede ser captada por
nuestra razón. Tenemos un enemigo formidable que ha arrastrado a casi
toda la humanidad por el camino de la perdición. La mayor parte de los
que pueblan este planeta se halla bajo su dominio y son títeres de sus
sofismas. Satanás es sumamente astuto para desviar nuestras mentes,
haciendo que perdamos de vista lo esencial. Otra realidad -mucho mejor y
más gloriosa-, es que el Diablo es un enemigo vencido. Jesús lo derrotó
por completo en la cruz y aún vive para interceder por nosotros.
¿Cómo debemos hacer para evitar caer en el engaño de ser falsos maestros?
Necesitamos
humillarnos ante Dios; colocarnos como alumnos en su escuela. Debemos
sentarnos, como María de Betania, a los pies de Jesús con ánimo de ser
enseñados; así escogeremos la mejor parte, que no nos será quitada.
Muchos
corren de aquí para allá tratando de enseñar cosas que no comprenden en
profundidad. A todos ellos les vendría mejor callarse y aprender de Uno
que es nuestro Maestro; los demás somos todos hermanos y alumnos de una
escuela que nunca cerrará.
Pero, no olvidemos que la gran comisión de Jesús nos llama a enseñar las
verdades para este tiempo. Tenemos que ser maestros. Solo que la
habilitación que el cielo da es del todo diferente. No depende de tener
un conjunto de conocimientos, sino de tener algo que contar.
Las
Escrituras cuentan de dos endemoniados que el Señor sanó en la región
de Gadara. Estos hombres habían estado bajo el poder de Satanás por
mucho tiempo, y su liberación fue milagrosa. Ellos quisieron quedarse
con Cristo para aprender de él, pero ese privilegio les fue negado. Ya
estaban listos para ser maestros ¿Qué enseñarían?
“Tan
pronto como Jesús les señaló su deber, estuvieron listos para obedecer.
No sólo hablaron de Jesús a sus familias y vecinos, sino que fueron por
toda Decápolis, declarando por doquiera su poder salvador... Al hacer
esta obra, podían recibir una bendición mayor que si, con el único fin
de beneficiarse a sí mismos, hubieran permanecido en su presencia. Es
trabajando en la difusión de las buenas nuevas de la salvación, como
somos acercados al Salvador... No podían instruir a la gente como los
discípulos que habían estado diariamente con Jesús. Pero llevaban en su
persona la evidencia de que Jesús era el Mesías. Podían contar lo que
sabían; lo que ellos mismos habían visto y oído y sentido del poder de
Cristo”. El Deseado de Todas las Gentes, 304-307
Si
en tu vida son patentes las evidencias de su gracia, del poder y la
influencia santificadora del Espíritu, de gozo y paz rebosantes, que
llevan a testificar con alegría, entonces estás listo para ser maestro.
¿Tienes hoy algo para enseñar al mundo?
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