“Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”.
Mateo 4:7.
En el desierto de la tentación Cristo se vio
frente a las grandes y principales tentaciones que asaltan a los seres
humanos. Allí se encontró, a solas, con el enemigo artero y sutil, y lo
venció. La primera gran tentación tenía que ver con el apetito; la
segunda, con la presunción; la tercera, con el amor al mundo. Satanás ha
vencido a millones tentándolos a complacer el apetito. Mediante la
gratificación del gusto, el sistema nervioso se altera y se debilita la
fuerza del cerebro, haciendo imposible el pensamiento tranquilo y
racional. La mente se desequilibra. Sus facultades más elevadas y nobles
se pervierten para servir a la pasión animal, y no se toman en cuenta
los intereses sagrados y eternos. Cuando Satanás ha logrado este
objetivo, entonces puede acercarse con sus otras dos tentaciones
principales y hallar cabida fácil. Sus múltiples tentaciones se derivan
de estos tres grandes puntos principales. La
presunción es una tentación común, y cuando Satanás asalta a los seres
humanos con ella obtiene la victoria nueve veces de cada diez. Los que
profesanser seguidores de Cristo y por su fe aseguran estar enrolados en
la guerra contra todo lo que es de naturaleza pecaminosa,
frecuentemente se sumergen sin pensarlo en tentaciones de las cuales se
requeriría un milagro para sacarlos sin mancha. La meditación y la
oración los habría preservado e inducido a evitar la posición crítica y
peligrosa en la cual se colocaron al concederle a Satanás una ventaja
sobre ellos. Las promesas de Dios no son para que las reclamemos
irreflexivamente mientras nos apresuramos temerariamente a entrar en el
peligro, violando las leyes de la naturaleza y descuidando la prudencia y
el juicio con que Dios nos ha dotado. Esta clase de presunción es la
más flagrante de todas.
A
Cristo le fueron ofrecidos los tronos y los reinos del mundo y la
gloria de ellos, si tan sólo se postraba para adorar a Satanás. Los
seres humanos nunca serán probados con tentaciones tan poderosas como
las que asediaron a Cristo. Satanás se acercó con honores mundanales,
riquezas y los placeres de esta vida, y se los presentó bajo la luz más
atractiva con el fin de atraerlo y engañarlo. “Todo esto te daré—le dijo a Cristo—, si postrado me adorares”. Mateo
4:9. Cristo rechazó a su artero enemigo y salió victorioso... El ejemplo de Cristo se halla delante de nosotros. El
venció a Satanás, y nos mostró cómo nosotros también podemos vencerlo.
Cristo resistió a Satanás con las Escrituras. Podría haber echado mano
de su propio poder divino, y hacer uso de sus propias palabras; pero
dijo: “Escrito está”...
Si las Sagradas Escrituras fueran estudiadas y obedecidas, los
cristianos serían fortalecidos para enfrentar a su astuto enemigo...
Cuando la religión de Cristo gobierna el corazón, la conciencia la aprueba, y la paz y la felicidad reinan; se puede estar rodeado de perplejidades y problemas, pero hay luz en el alma. La sumisión, el amor y la gratitud hacia Dios mantienen la luz del sol en el corazón, aunque el día pueda verse completamente nublado.
Cuando la religión de Cristo gobierna el corazón, la conciencia la aprueba, y la paz y la felicidad reinan; se puede estar rodeado de perplejidades y problemas, pero hay luz en el alma. La sumisión, el amor y la gratitud hacia Dios mantienen la luz del sol en el corazón, aunque el día pueda verse completamente nublado.
Extraído del libro Exaltad a Jesús pag. 74
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DLB