“Así
que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de
Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse
no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste
crucificado”. 1ª Corintios 2:1,2
De
cuando daba mis primeros pasos en la fe cristiana, recuerdo a un
muchacho de mi edad, que decía que las hijas del pastor eran “expertas
en oraciones”. Siendo tan novato como yo, había quedado impresionado que dos
niñitas oraran con tanta seguridad y fervor.
Conocí
también a personas que tenían un admirable conocimiento de la Biblia y
de los asuntos de la iglesia; pero pocas veces me topé con verdaderos
“expertos” en Cristo; personas que en todas las facetas de su ser
reflejaran al Señor.
Existen
muchísimos licenciados en teología, otros con Master, con doctorados, y
así para arriba... Pueden haber personas muy calificadas en casi cada
rama del saber eclesiástico: idiomas bíblicos, eclesiología,
escatología, cristología y otras logías varias; pero un título no
habilita a nadie como cristiano. Esta es una tesis que no necesito
defender; la historia y los hechos lo avalan.
Entonces, ¿qué lo hace a uno experto en Jesús?
De los discípulos se relata: “Y
se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha
gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en
Antioquía”. Hechos 11:26
Los
llamaron así puesto que su tema de conversación era -una y otra vez-,
nuestro Señor Jesucristo. Su vida, sus enseñanzas, sus milagros, su
resurrección, su amor, su perdón libremente ofrecido, y por sobre todo,
la promesa de su regreso, eran su recurrente tema. Deberían ser también el tema de supremo
interés de quienes nos apellidamos de su nombre.
Como
Pablo lo afirma en el versículo de cabecera, deberíamos subordinar
todos nuestros intereses a Jesucristo y a este crucificado.
Tampoco
basta con hablar de Jesús para ser cristianos. No alcanza con el solo
conocimiento del amor de Dios manifestado en el don de su Hijo. En
realidad, nunca podremos alcanzar a comprender plenamente este
majestuoso tema.
“El
amor de Cristo constituye nuestro cielo. Pero cuando procuramos hablar
de este amor, el lenguaje nos falta. Pensamos en su vida sobre la
tierra, en su sacrificio por nosotros; pensamos en su obra en los cielos
como nuestro abogado, en las mansiones que está preparando para los que
le aman; y no podemos menos que exclamar: “¡Qué altura y qué
profundidad del amor de Cristo!” Al detenernos al pie de la cruz
captamos una leve idea del amor de Dios, y decimos: “En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a
nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. 1
Juan 4:10.
Pero
al contemplar a Jesús apenas estamos tocando el borde de un amor que es
inmensurable. Su amor es como un vasto océano, sin fondo ni orillas”. The Review and Herald, 6 de mayo de 1902.
Es
necesaria una experiencia de comunión diaria y constante con él. Tener
una conexión viva y permanente con Cristo es lo que nos habilitará para
ser idóneos y expertos en el Salvador.
Si
bien la relación con Jesús está basada en su gracia -a la que nada
podemos agregar ni quitar-, hay cuatro aspectos que resultan
fundamentales en ella:
- El estudio de las Sagradas Escrituras. Aunque el conocimiento no habilita, la falta de él ¡mucho menos! Un experto es aquel que “procura con diligencia presentar[se] a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. 2ª Timoteo 2:14
- La oración se constituye al mismo tiempo en lugar de refugio y fuente de fortaleza para el creyente. De rodillas ante el Eterno recibimos todo lo necesario para enfrentar cada conflicto, cada tentación y cada necesidad.
- La meditación. Es el arte de apropiarnos de los pensamientos de Dios. Es mantener en nuestra mente lo que hemos leído, escuchado o experimentado acerca de nuestro Señor. De esta forma, sus pensamientos llegan a ser los nuestros, sus intereses llegan a ser nuestros intereses y sus deseos se hacen nuestros; así es como llegamos a tener la mente de Cristo.
- El testimonio. Si no tenemos nada que contar, es porque no hemos estado con Jesús. El resultado natural de la comunión será la comunicación. Al mismo tiempo, cuando hablamos a otros del gran motivo de nuestros afectos, estos crecerán y se afirmarán más y más en Cristo.
Dios necesita expertos ¿Quieres ser uno?
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