“Porque
un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su
hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre
Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán
límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y
confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El
celo de Jehová de los ejércitos hará esto”. Isaías 9:6,7
Este
texto tiene una riqueza infinita. Presenta a Jesús, seis siglos antes
de su encarnación, en tres aspectos diferentes pero complementarios: como hombre, como Dios y
como parte de la Divinidad.
Ese
niñito que nacería en Belén no sería como el resto de los nacidos en
este mundo. Habría de nacer en un mundo pecador, pero se mantendría
libre de toda contaminación de pecado. Compartiría nuestra herencia,
pero no sería dominado por ella. Sufriría las limitaciones de la
humanidad, aún disponiendo de los recursos de la Omnipotencia. Velaría
su divinidad con un cuerpo de carne, pero en cada acto suyo
resplandecerían el poder y el amor de Dios. Por su vida inmaculada, su
victoria en la cruz, su resurrección y su ascensión a los cielos, es
digno de ostentar “el principado sobre su hombro”.
Los títulos que se le asignan son especialmente significativos:
- El es Hijo y es Padre a la vez.
Se
lo llama Padre Eterno, pero ¿cómo puede un hijo recién nacido ser al
mismo tiempo padre?
Jesucristo, engendrado por el Espíritu Santo en el vientre de María, era un bebé de carne y hueso, no obstante, en el residiría toda la plenitud de la Deidad. Era en todo sentido Dios hecho hombre. Y fue así “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió”. Juan 5:22,23
Jesucristo, engendrado por el Espíritu Santo en el vientre de María, era un bebé de carne y hueso, no obstante, en el residiría toda la plenitud de la Deidad. Era en todo sentido Dios hecho hombre. Y fue así “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió”. Juan 5:22,23
- Es el Dios fuerte y al mismo tiempo Príncipe de Paz.
“No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno”. Isaías 44:8
Aquí
se elimina toda posibilidad de que alguien rivalice con el poder divino
¿no es cierto? Nuestro poderoso Dios es el rey de los ejércitos
celestiales. Sin
embargo, Cristo aparece en el Antiguo Testamento bajo la figura del Príncipe de sus
huestes. Antes de la toma de Jericó se presentó con una espada en su
mano y dijo: “Como
Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué,
postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi
Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a
Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es
santo”. Josué 5:14,15
Si éste hubiera sido un ángel, no podría recibir adoración, ni
usar las mismas palabras que Dios le dirigió a Moisés en la zarza de
fuego. La presencia de Jesús es la única que reúne las condiciones para
una petición tan asombrosa. El es el único que, siendo Dios, puede
comandar a todos los ángeles y ser adorado por ellos (ver Hebreos 1:6).
- Su nombre es Admirable pero también Consejero:
“Entonces
dijo Manoa al ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se
cumpla tu palabra te honremos? Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué
preguntas por mi nombre, que es admirable?” Jueces 13:17-19
Aquí el “ángel de Jehová” es nuevamente Jesús, que resalta ante el padre de Sansón la majestad y la santidad de su nombre.
Pero
también se lo llama Consejero. Cuando Cristo iba a ascender a los
cielos, dejó a cargo de los asuntos de la iglesia a Aquel que no era un
simple ser humano. El
otro Consolador que vendría en su lugar -el gran Auxiliador de su iglesia-, era
un ser divino igual a él.
Sin la obra convincente y transformadora de la tercera persona de la Divinidad, el sacrificio de Cristo en el calvario perdería su eficacia. Sobresaldría además entre sus características una función didáctica, tal como lo expresa el siguiente versículo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Juan 14:26
Sin la obra convincente y transformadora de la tercera persona de la Divinidad, el sacrificio de Cristo en el calvario perdería su eficacia. Sobresaldría además entre sus características una función didáctica, tal como lo expresa el siguiente versículo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Juan 14:26
Aquí
el Espíritu es presentado como vicario y continuador de la obra del
Salvador. Por lo tanto, tan ciertamente como Jesús es igual al Padre, el Espíritu
Santo es igual al Padre y al Hijo.
- Reinaría sobre el trono de David, pero lo haría eternamente.
“Concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre
JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor
Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de
Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Lucas 1:31-33
“Y
en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no
será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará
y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”. Daniel 2:44
El
Padre que nos envió tan maravilloso Redentor es nuestro poderoso Dios.
El hijo que vino con toda la autoridad del Padre, es nuestro poderoso Dios.
El Espíritu Santo, quien transforma nuestras vidas a su imagen, es nuestro poderoso Dios.
El hijo que vino con toda la autoridad del Padre, es nuestro poderoso Dios.
El Espíritu Santo, quien transforma nuestras vidas a su imagen, es nuestro poderoso Dios.
En
la persona de Cristo, estos tres seres celestiales se han enlazado para
siempre con la caída descendencia de Adán. En él, Dios se hizo más cercano a
nosotros que a cualquier otra criatura del universo.
Me asombran y emocionan a la vez estas palabras: "un niño nos es nacido, un hijo nos es dado", porque implican que Jesús pertenece a la humanidad. Nos nació; nos fue dado ¿Quién sería capaz de explicar tal prodigio?
Me asombran y emocionan a la vez estas palabras: "un niño nos es nacido, un hijo nos es dado", porque implican que Jesús pertenece a la humanidad. Nos nació; nos fue dado ¿Quién sería capaz de explicar tal prodigio?
¡Qué gran misterio, qué maravillosa realidad!
Comparto este hermoso pensamiento como síntesis de lo expuesto:
Comparto este hermoso pensamiento como síntesis de lo expuesto:
“Se
me han dado estas palabras para expresarlas al pueblo de Dios: “Exaltad
al Hombre del Calvario. Échese a un lado la humanidad, para que todos
contemplen a Aquel que es el centro de sus esperanzas de vida eterna.
Dice el profeta Isaías: ‘Porque
un niño nos ha nacido, un hijo nos es dado, y el principado sobre su
hombro; y se llamará su nombre: Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre
eterno, Príncipe de paz’. Isaías 9:6. Que la iglesia y el mundo contemplen al Redentor. Que toda voz proclame con Juan: ‘He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’. Juan 1:29”. Testimonios para la Iglesia - Tomo 5 pag. 681
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