“Además
os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibieron, en el cual también perseveran; por el cual asimismo, si retienen la palabra que os he predicado, son salvos, si no creyeron en
vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. 1ª Corintios 15:1-4
La
resurreción de los muertos es un tema inagotable y a la vez misterioso
para nosotros, incapacitados -tal como estamos- de ver más allá de la
muerte.
Nos vendría bien un poco de estudio, para el cual he seguido, en
líneas generales, el desarrollo que hace el Comentario Bíblico
Adventista. Agrego aquí algunas citas que me impactaron y mis propios
pensamientos sobre los mismos. Me gustaría recibir sus comentarios y
sugerencias en relación a esta maravillosa doctrina de las Escrituras.
El
capítulo 15 de 1ª Corintios es sin dudas “el” capítulo de la
resurrección. El argumento que Pablo sigue aquí sobre la resurrección
se divide en cuatro tópicos:
- La prueba de que hay resurrección (vers. 1-34)
El
apóstol, escribiendo a los corintios, enumera cuatro hechos que les
había transmitido, los cuales presenta como prueba de la resurrección:
(a) Cristo murió por nuestros pecados
(b) Cristo fue sepultado
(c) Cristo fue resucitado
(d) Cristo apareció a los creyentes
Los
dos sucesos iniciales eran públicamente notorios, nadie dudaba de su
muerte y sepultura. Del tercero había un buen número de testigos
oculares, tanto creyentes como no creyentes. Finalmente, Cristo mismo se
presentó ante más de quinientos discípulos en Galilea. Tal era la
certeza que tenían del acontecimiento, que estaban dispuestos a morir
por predicarlo.
Jesús
es comparado aquí con “las primicias” (vs. 20). Dios les había indicado
que presentaran la primera gavilla de la cosecha de cebada al
sacerdote, quien la mecía ante el Señor como anticipo de la cosecha
completa que seguiría. La gavilla mecida simbolizaba a Cristo como las
"primicias" de la gran cosecha que ocurrirá cuando los justos muertos
sean resucitados.
La
cena pascual se comía el 14 de Nisán y el 16 (dos días después) era el
día en que se ofrecían las primicias. Notablemente, Cristo resucitó el
mismo día cuando la gavilla mecida era presentada en el templo.
- La naturaleza de los cuerpos de los que serán resucitados (vers. 35-50)
El asunto siguiente es por todos, el más enigmático: “Pero
dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?...
Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en
corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra,
resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se
siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y
hay cuerpo espiritual” 1ª Corintios 15:35, 42-44
¿Cómo
sería esto? Es tan imposible de explicar cómo la creación o la
encarnación. Son todos asuntos que se deben aceptar por fe y no tratar
de ir más allá de lo que está escrito.
Las
analogías presentadas, sin embargo, dejan en claro que nuestros cuerpos luego de
la resurrección serán completamente diferentes. Tendremos cuerpos perfectos e
inmortales, con capacidades más allá de nuestra comprensión. Tendremos
acceso al árbol de la vida y seguiremos creciendo hasta alcanzar la
estatura de Adán. No habrá limitaciones ni ataduras de ningún tipo para
los redimidos. No obstante, lo que sucederá a nuestros cuerpos no
sucederá con nuestro carácter. Allí no habrá transformación milagrosa.
Notemos lo que se dice al respecto: “Si
queréis ser santos en el cielo, primero debéis serlo en la tierra. Los
rasgos de carácter que acariciáis en esta vida no cambiarán en virtud de
la muerte o de la resurrección. Saldréis de la tumba con la misma
disposición que manifestasteis en vuestro hogar y en la sociedad. Jesús
no cambia el carácter en su venida. La obra de transformación debe
hacerse ahora. Nuestra vida diaria determina nuestro destino. Debemos
arrepentirnos de nuestros defectos de carácter y vencerlos mediante la
gracia de Cristo, y debe formarse un carácter simétrico mientras estamos
en este período de prueba, a fin de que seamos idóneos para las
mansiones de arriba”.—Manuscript Releases 13:82 (1891).
- Que sucederá con los que estén vivos en la segunda venida de Cristo (vers. 51-54)
Lo que sigue es gloriosamente cierto, un verdadero aliciente para nuestra débil fe:
“He
aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos
transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final
trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados
incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario
que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de
inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de
incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (vers. 51-55).
Todo
rastro del pecado y de sus consecuencias desaparecerá. Toda deformidad,
fealdad, decrepitud o fealdad serán transformadas en belleza que no se
marchitará. La muerte, el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y las
lágrimas de tristeza, serán desconocidas en el cielo
¡Alabemos al Señor por tan extraordinarias promesas!
- Las consecuencias de esta doctrina (vers. 55-58).
La
oposición a la ley divina ha sido la causa de la introducción del mal
en el universo. Pronto su poder sobre los seres creados llegará a su
fin. Esto fue asegurado por la cruz y sellado por la resurrección de
nuestro Salvador. Satanás está derrotado y pronto la victoria nos
pertenecerá, “ya
que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la
ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de
nuestro Señor Jesucristo” (vers. 56, 57).
¿Cómo
será vivir sin pecado y sin muerte? ¿No es este un motivo más que
suficiente para alabar a nuestro maravilloso y amante Señor?
“Si
la recompensa prometida... no nos induce a dar la bienvenida a mayores
privaciones y a soportar una abnegación más grande que las que soportan
alegremente hombres mundanos que están procurando solamente una medalla
terrenal, un laurel perecedero... somos indignos de la vida eterna.
En el fervor y en la intensidad de nuestro celo, en la perseverancia,
el valor, la energía, la abnegación y el sacrificio, deberíamos por lo
menos sobrepasar a los que están dedicados a cualquier otra empresa, ya
que el objetivo que estamos tratando de alcanzar es de un valor más
elevado que el de ellos. El tesoro que estamos procurando es
imperecedero, eterno, inmortal, sobremanera glorioso; mientras que el
que procura el mundano dura sólo un día; se desvanece, perece y es tan
efímero como la nube matutina”. Testimonios para la Iglesia tomo 2 pag. 43
Imperecedero, eterno, inmortal, glorioso... Se agotan los adjetivos para describir lo magnífico de alcanzar la resurrección, sin siquiera arañar la superficie de tan hermosa verdad.
Teniendo tan grandes promesas, redoblemos nuestros esfuerzos en pos de hallar vida e inmortalidad.
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