“Venid
a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:28-30
La
Biblia dice que el yugo de Cristo es fácil; sin embargo, cuando
comenzamos a caminar la vida cristiana, descubrimos que está tan llena
de dificultades como la de los incrédulos (Y a veces, resulta mucho más
difícil).
Entonces; ¿es fácil o difícil vivir la vida cristiana?
En primer lugar quiero decir que Jesús no miente al decir que su carga es ligera.
El
gozo y la paz que se obtienen al encontrarse con el Salvador hacen que
obedecer sus mandamientos sea una delicia, que cada labor que hagamos
para él sea un placer. Tener su aprobación, gozar de su amor y de la
seguridad de su protección, alegran el camino del cristiano.
Pero también es cierto que nos esperan graves dificultades. Se nos dice que: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Hechos 14:22
¿De dónde vienen estas tribulaciones? De dos fuentes principales:
- De nuestro propio corazón pecaminoso, que se resiste a cambiar; de nuestras tendencias heredadas y adquiridas hacia el mal; de nuestros malos deseos que se niegan a morir.
- De los ataques de Satanás y sus aliados, que conociendo nuestras debilidades, se aprovechan de ellas para hacernos caer en el pecado. Utiliza también como instrumentos suyos a otras personas, para tentarnos, lastimarnos y desanimarnos.
Tampoco
estamos exentos de los problemas y de las cargas de la vida. Nos toca
como a los demás sufrir, llorar, tener pérdidas, enfrentar desastres, y
ser afligidos por todo mal que abunda en este mundo. Además de eso
tendremos que enfrentar oposición, ser perseguidos, maltratados y
despreciados por causa de nuestra fe.
Si acaso llegamos a pensar que los que no conocen a Dios la pasan mejor, las Escrituras nos advierten: “el camino de los transgresores es duro”. Proverbios 13:15
Los
pecadores deben enfrentarse a una vida sin propósito, a la ausencia de
paz en el alma, a la incertidumbre del mañana, a desconfiar de todo y de
todos. El desamor, el egoísmo, el orgullo, la falta de esperanza,
convierten su existencia en un continuo e inacabable dolor. Se hallan
también indefensos contra el mal, porque han elegido servir a un amo que
se deleita en hacer sufrir a sus súbditos.
La vida sin Cristo definitivamente es más difícil.
Pero aún sigue en pie la pregunta: ¿es fácil o difícil vivir la vida cristiana?
Para
zanjar la cuestión quisiera remitirme a la historia de aquel joven que
se acercó al Señor preguntándole que debía hacer para heredar la vida
eterna.
Cuando el Salvador le contestó que debía guardar los mandamientos, el pensó: “entonces es pan comido”; y “le
dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?
Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y
dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo
el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que
difícilmente entrará un rico en el reio de los cielos. Otra vez os digo,
que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar
un rico en el reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron
en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos
Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo
es posible”. Mateo 19:20-26
El
problema es que había planteado la cuestión desde una óptica
equivocada. Creía -al igual que los demás judíos, apóstoles incluídos-
que debía alcanzar la vida eterna por medio de sus propios esfuerzos.
El
joven se alejó triste, porque no estaba dispuesto a rendirle todo a
Jesús. Los discípulos también se espantaron, porque vieron que la vida
eterna requería un gran desprendimiento.
Si
se les hubiera dicho que todo se basaba en la obediencia y en sus
propios méritos, se hubieran quedado más tranquilos, ya estaban haciendo
enormes esfuerzos para guardar la ley; pero la cuestión era enteramente
diferente.
La vida cristiana es el comienzo de la vida eterna. Como vivamos aquí, viviremos allí.
Todos
los seres celestiales están desprovistos de egoísmo y se deleitan en
hacer la voluntad de Dios antes que la suya propia. Vivir así les
resulta feliz, natural y apropiado. Lo mismo se aplica a quienes
deseamos compartir la eternidad con los ángeles y con los habitantes de
los otros mundos que no cayeron en el pecado.
Si
ser cristianos nos resulta difícil, es porque no nos hemos rendido por
entero; porque aún tenemos algún ídolo al que no hemos renunciado.
Para el que de veras ama a Dios, encuentra que hacer su voluntad es muy sencillo y agradable.
El
que ha puesto su vida en manos del Altísimo, no tiene problemas en
dejar que su Buen Pastor lo conduzca hasta verdes pastos y manantiales
de aguas, o por en medio del valle de tinieblas y sombra de muerte. Su
yugo resulta fácil y ligera su carga.
Les invito a leer con detenimiento y oración la siguiente cita y a ponerla en práctica:
“Conságrate
a Dios todas las mañanas; haz de esto tu primer trabajo. Sea tu
oración: "Tómame ¡oh Señor! como enteramente tuyo. Pongo todos mis
planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo y sea toda mi
obra hecha en ti". Este es un asunto diario. Cada mañana conságrate a
Dios por ese día. Somete todos tus planes a él, para ponerlos en
práctica o abandonarlos según te lo indicare su providencia. Sea puesta así tu vida en las manos de Dios y será cada vez mas semejante a la de Cristo... La
vida en Cristo es una vida de reposo. Puede no haber éxtasis de la
sensibilidad, pero debe haber una confianza continua y apacible. Vuestra
esperanza no está en vosotros; está en Cristo. Vuestra debilidad está
unida a su fuerza, vuestra ignorancia a su sabiduría, vuestra fragilidad
a su eterno poder. Así que no debéis miraros a vosotros, ni depender de
vosotros, mas mirad a Cristo. Pensad en su amor, en su belleza y en la
perfección de su carácter. Cristo en su abnegación, Cristo en su
humillación, Cristo en su pureza y santidad, Cristo en su incomparable
amor: esto es lo que debe contemplar el alma. Amándole, imitándole,
dependiendo enteramente de él, es como seréis transformados a su
semejanza” (El Camino a Cristo página 70).
Si la vivimos de esta manera, la vida cristiana resultará muy fácil.
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