sábado, 12 de noviembre de 2011

LA MUJER III

“A la mujer le dijo: `Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con dolor. Desearás a tu marido, y él te dominará´”. Génesis 3:16 (NVI)
Lo que sigue, ¡son malas noticias para los machistas...!
Esta declaración de las Escrituras, que ha sido grandemente distorsionada y malentendida por muchos hombres a lo largo de los siglos, trajo una secuela de abusos, discriminación y maltrato.
Pero no hay nada en el texto que indique que las mujeres deban ser reducidas a un objeto, teniendo que estar bajo una tiranía varonil, o que estos tengan algún tipo de derecho divino para oprimirlas a su antojo. No se presenta en este texto una maldición, sino una descripción de los resultados del pecado de Eva -y de las Evas que le seguirían-.
Basta leer un poco la Biblia, para notar que entre en pueblo de Dios de todas las épocas hubo un estado de cosas diferente al del resto. Aunque la sociedad patriarcal, el pueblo de Israel y los primeros cristianos vivieron inmersos en una sociedad predominantemente masculina, no obstante, el trato hacia la mujer tenía grandes diferencias con el resto de las naciones.Tenían derechos legalmente reconocidos y mayor protagonismo que las damas en los pueblos circundantes.
Bastan como ejemplo algunos casos:
  • Abrahám y Sara. En Génesis 16 aparece ella tomando las decisiones en cuanto a darle su sierva para que pudiera tener hijos; se la ve además recriminando al patriarca el menosprecio de Agar y haciéndola expulsar del hogar. No se parece en nada a un relato machista, ¿verdad?
  • Las hijas de Zelofehad (ver Números 27). Las tierras pertenecían legalmente siempre a los hombres. No obstante, estas cinco jóvenes se presentan ante Moisés para reclamar el derecho a la herencia paterna. Moisés consulta a Dios y éste aprueba la petición de las niñas. ¿Discriminación? No.
  • Débora. Ocupaba el triple cargo de jueza, profetisa y líder de Efraín, siendo consultada además por las otras tribus de Israel. Que una mujer ostentara tales responsabilidades no solo demuestra que la Biblia no rebaja a las mujeres, sino que era aceptable en esa época que tuvieran puestos de liderazgo.
  • Abigail. En 1ª Samuel 25 esta mujer casada con el rico terrateniente Nabal, aparece siendo consultada por los siervos de su esposo ante la inminencia del ataque del enojado David. No solo sus siervos ejecutan sus órdenes sin chistar, sino que el mismo David se somete a su razonamiento ¡No parece aquí que las mujeres no tuvieran voz en aquellos tiempos!
¿Qué hay del Nuevo Testamento?
Jesús mismo tuvo trato especial con muchas mujeres a lo largo de su vida terrenal; la samaritana, la sirofenisa, la mujer sorpendida en adulterio, María y Marta de Betania, etc. Las sanó, las reivindicó, las ayudó y convirtió sus corazones. Habló de mujeres en sus enseñanzas y parábolas y en todos los casos las dignificó. No solamente tenía hombres como seguidores, sino que también lo seguían y apoyaban varias mujeres, tal como lo demuestra el siguiente texto: “Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas... y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes”. Lucas 8:1-3
Pablo -acusado de misógino y machista por algunos-, tenía entre su equipo ministerial algunas mujeres a las que saluda en sus cartas. Solo en Hechos 16 nombra las siguientes: Febe, Evodia, Síntique, Priscila, María, Trífena y Trifosa, Julia y a la hermana de Nereo.
La mujer en la Biblia aparece con una esfera de acción mucho más amplia que el de simple fregona y niñera. Es que el plan de Dios incluye ambos sexos en la proclamación del mensaje de salvación.
Hace ya casi un siglo, Elena de White escribió: “Los adventistas del séptimo día no deben de ninguna manera despreciar la obra de la mujer. Si una mujer confía el trabajo de su casa a una ayudante fiel y prudente, y deja a sus niños bajo buen cuidado, mientras ella trabaja en la obra, la asociación debe tener bastante sabiduría para comprender que es justo que reciba salario”  (Obreros Evangélicos, pág. 468. Año 1915).
Y agrega en otro de sus escritos: “Si las mujeres hacen el trabajo que no es el más agradable para muchos de los que trabajan en palabra y doctrina, y si su obra testifica que están llevando a cabo un trabajo que ha sido manifiestamente descuidado, ¿no debería esa obra considerarse tan rica en resultados como la obra de los ministros ordenados? ¿No debiera eso imponer el empleo de esa obrera?. . . Este asunto no deben resolverlo los hombres. El Señor ya lo ha resuelto. Debéis cumplir vuestro deber con las mujeres que trabajen en el Evangelio, cuya obra testifique que son indispensables para llevar la verdad a las familias. Su obra es justamente la que debe hacerse y debiera estimularse. En muchos sentidos una mujer puede impartir a sus hermanos un conocimiento que los hombres no pueden darles. La causa sufriría una gran pérdida sin esa clase de trabajo realizada por las mujeres. Una vez tras otra el Señor me ha mostrado que las maestras son tan necesarias como los hombres para la obra que Dios les ha designado” (Manuscrito 142, 1903).
Y ahora, ¡malas noticias para las feministas!...
Si bien el lugar de las mujeres en la iglesia es significativo y debe ser reconocido, esto no significa que el orden asignado a hombres y mujeres en el Edén después de la caída haya perdido vigencia.
Las siguientes instrucciones paulinas, aunque controversiales, iluminan otro aspecto del lugar de la mujer en la iglesia.
  1. “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo... Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón... Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón”. 1ª Corintios 11:3,8,9,11 (ver también Efesios 5:23).
Correctamente entendido, este pasaje (referido a problemas de la iglesia de Corinto), coloca a la mujer bajo la autoridad del hombre, así como éste se halla bajo la autoridad de Dios. El propósito del consejo era evitar las contiendas, la falta de decoro y otras situaciones que fuesen ofensivas a la sociedad de sus tiempos (véase vers. 16).
  1. “Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación”. 1ª Corintios 14:34,35
De la misma manera, en la sociedad oriental de sus días, la ley excluía a las damas de los asuntos públicos y del culto, por lo que una intervención femenina era muy mal vista. En nuestros días ese problema no tiene la misma dimensión, pero el consejo permanece en cuanto a que la mujer debe estar sujeta a su marido.
  1. “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia”. 1ª Timoteo 2:9-15
Una vez más, las mujeres son llamadas a ser ejemplo de virtudes y a evitar contiendas, lo cual recomendaría grandemente el evangelio. No es descuidando sus deberes y enredándose en discusiones como darían mejor testimonio.
Resulta extraño al espíritu de la Biblia que hombres y  mujeres compitan entre sí  o que quieran ejercer un dominio tiránico sobre su pareja. Aunque la mujeres puedan (y deban) asumir responsabilidades en la sociedad y en la iglesia, haciendo buenas obras con humildad y modestia, el cuidado del hogar y de los hijos debe seguir siendo la prioridad número uno para ellas. 
Es acertado aplicar aquí el siguiente texto: "si alguno no provee para los suyos y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo" 1ª Timoteo 5:8
Dejo para la siguiente entrada el rol de la mujer en la actualidad, tanto en el hogar como en la iglesia. 

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