sábado, 22 de octubre de 2011

OJOS DIVINOS, FÍSICOS Y ESPIRITUALES III

“Hice pacto con mis ojos... Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios, y qué heredad el Omnipotente desde las alturas?...  ¿No ve él mis caminos, y cuenta todos mis pasos?” Job 31:1,2,4
¿Qué relación hay entre los ojos de Dios, los nuestros y nuestra voluntad?
En las entradas anteriores hablé acerca de la seguridad que tenemos como hijos de Dios al saber que él nos está mirando. También de lo valiosos que son nuestros ojos físicos y cuanto debemos cuidarlos. Finalmente compartí la convicción de que necesitamos desesperadamente del Espíritu Santo para que ilumine nuestras mentes. Si no interviniera, no habría forma de percibir las cosas espirituales y continuaríamos en nuestros pecados y en la ignorancia de la vida de Dios.
Cuidar nuestros ojos físicos es una cosa; pero, ¿cómo cuidamos los ojos espirituales?
El gran Maestro de Galilea pronunció estas tremendas palabras con toda autoridad: “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”. Mateo 5:29
Nuestros ojos físicos están en estrecha relación con los ojos espirituales. Lo que vemos afecta nuestra mente y nuestros pensamientos. A la vez, la manera en que pensamos afecta lo que vemos. Esto se refleja en este antiguo proverbio inglés:
“Dos hombres miraban al exterior
a través de los barrotes de una prisión.
Uno veía el barro, el otro las estrellas”.
Y es así porque lo que percibimos con la vista es interpretado por el cerebro. Lo que el cerebro interpreta es utilizado para tomar decisiones. Y lo que decidimos es un acto de la voluntad.
En el texto inicial, el atribulado patriarca Job defiende su integridad diciendo que había hecho un pacto con sus ojos, de no mirar lo que no debía.
Aparece allí un valioso principio de “profilaxis espiritual”: tomar buenas decisiones en cuanto a lo que permitiremos a nuestros ojos que vean.
De vuelta: necesitamos ser guiados por el Espíritu a fin de percibir lo espiritual. Pero nos toca a nosotros tomar decisiones sobre las cosas y las personas en las que hemos de fijar nuestra vista.
Nos puede ocurrir sino, lo que le sucedió al pobre y tonto Sansón. Puso sus ojos en los placeres de la carne y buscó lo que no le convenía. Y así le fue.
“Descendiendo Samsón á Timnah, vió en Timnah una mujer de las hijas de los Filisteos.Y subió, y declarólo á su padre y á su madre... ruégoos que me la toméis por mujer. Y su padre y su madre le dijeron: ¿No hay mujer entre las hijas de tus hermanos, ni en todo mi pueblo, para que vayas tú á tomar mujer de los Filisteos incircuncisos? Y Samsón respondió á su padre: Tómamela por mujer, porque ésta agradó á mis ojos”. Jueces 14:1-3 RVA
El resultado final fue... que se quedó sin ojos...
En el Edén mismo, la santa pareja de ojos inocentes cayó precisamente por mirar.
Cuando Eva vio el fruto del árbol prohibido, le pareció “codiciable”. Cuando Adán miró la situación en que se encontraba su mujer, le pareció que la vida no valdría la pena sin ella, y decidió compartir su suerte.
¿Qué podría tener de malo echar solamente un vistazo?,,, ¡Y a una inocente fruta!
No obstante, las consecuencias que siguieron a esa mirada y a ese acto de la voluntad fueron, son, y seguirán siendo calamitosas y de eternas consecuencias.
Un breve instante en que nos permitimos contemplar el mal conduce a vastos océanos de dolor, sufrimiento, maldad y angustia. Es imposible cuantificar el daño que el pecado produjo en nuestro mundo desde que se le concedió entrada a través de una simple mirada.
Es tiempo de examinar tres textos bíblicos que nos animan a tomar buenas decisiones en cuanto a lo que vemos y a la manera en que lo miramos:
  • “No pondré delante de mis ojos cosa injusta”. Salmos 101:3
  • “Tus ojos miren lo recto, Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante”. Proverbios 4:25
  • “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. Hebreos 12:2
Andemos santamente ante la vista de un Dios justo, pero que justifica al pecador. Vivamos con la determinación de no permitir ningún tipo de contaminación visual que nos lleve a la contaminación del alma. Permitamos que Jesús cubra completamente nuestro campo visual, a fin de que ninguna otra cosa tenga mayor atractivo que nuestro amoroso Salvador.
Miremos hacia la Patria Celestial, contemplemos nuestra esperanza como si ya estuveramos allí; no volvamos la vista  atrás como la mujer de Lot (ya sabemos cual fue el resultado).
Fijemos la vista en las cosas de arriba, no en las de la tierra a fin de evitar que nuestros ojos físicos nos hagan perder el rumbo.
Pongamos a trabajar los ojos espirituales que Dios nos concedió, así la fe se desarrollará, crecerá, y perderemos de vista los falsos atractivos de este siglo .
Nuestro Señor promete que estará a nuestro lado, “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. Efesios 1:18

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