sábado, 9 de abril de 2011

DESDE EL DOLOR

“Pero como las chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la aflicción”. (Job 5:7)
¡Qué cosa terrible es el dolor!
Tal como lo dijo el patriarca Job, desde que nacemos a todos nos toca sufrir, esta es una verdad tan evidente como universal.
Nos toca sufrir por nuestros errores, por causa de otras personas, por las circunstancias; y aún peor, las más de las veces ni siquiera sabemos por que causa somos atormentados.
Para aquél que no conoce a Dios, se trata del mayor de los sinsentidos; una tamaña injusticia que se comete en su contra, como lo expresó el poeta:
“Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito cometí.”
(La vida es sueño - Calderón de la Barca)
Para el cristiano, en cambio, el dolor tiene su génesis en la aparición del pecado.
Desde que Adán pecó, el mal se aposentó en nuestro mundo y por ello nos hallamos rodeados de dolor propio y ajeno. 
Dolor que siempre resulta insoportable para quienes lo sufrimos, ya sea que se lo experimente por un tiempo prolongado o por un breve instante.
El mero hecho de vivir apartados de Dios es fuente de dolor, tal como lo manifestó el rey David, lamentando: “Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; Se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido.” Salmos 31:10
Sufrimos también por la actitud de otras personas, que nos maltratan sin razón, por las enfermedades, por los accidentes, por catástrofes naturales o por desgracias ajenas.
No es la voluntad de Dios que suframos, pero a veces puede ser necesario a fin de expulsar de nuestro corazón algún ídolo acariciado, eliminar la mundanalidad y volver nuestros ojos a Dios.
El dolor, por otra parte, no constituye un obstáculo para el crecimiento. Las discapacidades, enfermedades y penas varias, han inspirado las más sublimes obras humanas y han sido fuente de aliento y superación para muchos otros.
Y en cuanto a la Biblia, ¿has pensado que si el Señor evitara dolor a sus hijos, gran parte de ella no se hubiera escrito jamás?
¿Donde estaría la historia del atribulado Job?
¿Se habrían escrito sin dolor la mayor parte de los Salmos?
¿Qué de la increíble vida de sufrimientos de Pablo?
Una nueva perspectiva se abre ante nuestros ojos, al ver como considera el cielo nuestros dolores si estos nos vienen por causa de nuestra fidelidad. Cuando sufrimos por causa del evangelio, somos privilegiados, pues participamos de los sufrimientos de Cristo por su iglesia:
  • “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él”. 2º Timoteo 2:11,12
  • “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia”. Colosenses 1:24
El sufrir oposición, privaciones y persecución por causa del Señor no nos debería hacer quejosos sino felices pues Jesús mismo dijo:
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.” Mateo 5:10-12
Pero hay otra dimensión de sufrimiento. No existe, como en el caso de los terremotos una escala para medirlo, pues cada quien estima que sus penas son mayores que las de los otros.
 En mi opinión personal, no hay mayor dolor que el que siente el creyente por los seres queridos que se han apartado de la fe.
Tristeza que se funda en lo irremediable de su elección; angustia de pensar en que en la venida del Señor, ellos no estarán con nosotros.
Recordemos que fue precisamente eso lo que arrancó lágrimas de los ojos de Jesús. Lloró amargamente ante la vista de la ciudad amada, que pronto lo rechazaría y crucificaría: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” Lucas 13:34
Jeremías también lamentaba la destrucción de Jerusalén en estos términos:
“Por esta causa lloro; mis ojos, mis ojos fluyen aguas,
Porque se alejó de mí el consolador que dé reposo a mi alma;
Mis hijos son destruidos, porque el enemigo prevaleció”. Lamentaciones 1:16
La pérdida de nuestros amados es una victoria del enemigo ¿No deberíamos llorar por ello?
Hay un mundo hundido en terrible sufrimiento. Sus lamentos son escuchados por Dios, el toma nota de cada lágrima derramada. Los ángeles callan sus arpas ante cada alma que es arrebatada por el enemigo.
¿No lloras tú por su desgracia? ¿Harás algo en su favor?

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