martes, 1 de marzo de 2011

FIDELIDAD EXTREMA (8 de 10)

Daniel el incorruptible:
"Entonces los gobernadores y sátrapas buscaban ocasión para acusar a Daniel en lo relacionado al reino; mas no podían hallar ocasión alguna o falta, porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él" (Daniel 6:4).
Tengo un recuerdo imborrable de Jorge en los días de mi adolescencia.
Él vivía cerca de casa y aunque no era compañero de colegio, jugábamos juntos al básquet. Para nosotros hablaba “raro” porque venía de otra provincia, pero lo que más nos llamaba la atención de él era que no decía malas palabras como otros muchachos de su edad.
A causa de una mal entendida picardía juvenil, intentábamos por todos los medios hacerle decir palabrotas, pero por más que tratábamos, nunca logramos nuestro objetivo. Simplemente no estaba en él pronunciarlas.
Al igual que Jorge, la Biblia menciona a un joven incorruptible. Daniel fue llevado a Babilonia alrededor del año 605 a. de C. junto a otros tres muchachitos de su edad y cientos de cautivos más. Al llegar fue seleccionado para ser educado como futuro funcionario de la corte del rey Nabucodonosor. En ese momento, tomó una soberbia decisión que mantendría a lo largo de su vida, y que lo convirtió en un personaje descollante de la galería de héroes de la fe. “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”. (Daniel 1:8)
Una de las características distintivas de los hombres fieles de Dios es la determinación. La firmeza de propósito necesaria para:
  • Elegir lo correcto y mantenerse en ello
  • No transigir con sus principios
  • Tomar partido por la verdad y no renunciar a ella pase lo que pase
  • Proponerse un blanco elevado y no rendirse hasta alcanzarlo
Esto es lo que hace a un vencedor. Y Daniel lo fue sobradamente.
En las crisis que se le presentaron, el profeta del exilio se mantuvo leal al Dios del cielo durante toda su vida, y no tuvo temor de confrontar al mayor monarca de sus tiempos con mensajes de reprensión y advertencia. Reveló con humildad sus sueños al rey, sin omitir la verdad por temor al castigo. Rechazó los regalos de Belsasar y predijo sin vacilar su inminente condenación.
No se dejó corromper por los honores o los placeres que le brindaba su alto cargo en la corte. Mantuvo siempre su integridad, que fue reconocida por amigos y enemigos. Sobrevivió al mandato de varios reyes y a la caída de un imperio.
Cuando el rey Darío quiso ponerlo sobre todos sus ministros, fue víctima de una conspiración para matarlo. Pero no encontraron de que culparlo porque en todo había servido con fidelidad.
La única cosa que pudieron hallar para acusarlo fue lo referente a su religión. Aún así, no dejó de orar ni a riesgo de su vida.
De tan sublime acto de fe, la Escritura dice con simpleza que al conocer el complot, abrió las ventanas de su cuarto y oró “como lo solía hacer antes” (Daniel 6:10)
¡Que un hombre sirva en el más alto cargo político sin mancha de corrupción propia o ajena, es sin duda un tremendo milagro!
Pero que su integridad le sea más valiosa que la vida, es simplemente una maravilla de la gracia divina
¡Con razón los ángeles dijeron que en el cielo él era “muy amado”! (Daniel 9:23; 10:11)
La larga vida de rectitud del profeta Daniel permanece como recordatorio de que cuando alguien se propone de corazón ser fiel a Dios, le es posible alcanzar las alturas más extraordinarias.

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