lunes, 1 de febrero de 2010

UN DÍA SANTO

Recuerdo la tremenda impresión recibida en mi niñez, de mi visita a la catedral de Colonia en Alemania. Nos mostraron en ese imponente lugar unas urnas que según nos dijeron, contenían "los huesos de los tres reyes magos".
Sea cierto o no, acudían allí miles de personas para venerar esas reliquias. Lo mismo hacen otras personas en otros tantos lugares que consideran santos; no solamente entre los cristianos sino prácticamente en todas las religiones.
Le resulta facil al ser humano rendirle culto a las cosas visibles, no importa cuales sean.
Un caso mencionado en la Biblia confirma lo antes dicho. Dios le había dicho a Moisés que hiciera una serpiente de bronce para que todos los que la miraran con fe en el poder divino pudieran ser curados de las serpientes ardientes que los acosaban (ver Números 21:4-9).
Pero este símbolo físico que señalaba hacia la muerte de Cristo en la cruz fue tergiversado y se convirtió en objeto de culto en época del rey Ezequías, que: "hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán (cosa de bronce)". 2 Reyes 18:4
Por esta razón Dios levantó un santuario fuera de lo físico y lo ancló en el tiempo. Eligió un día, el sábado, para evitar en parte las confusiones que inevitablemente suceden cuando el hombre irregenerado entra en contacto con la Divinidad.
En las dos entradas anteriores comentamos el conflicto entre Jesús y los rabinos por la observancia del sábado, cuando sus discípulos arrancaron espigas de trigo y las comieron.
Él asumió su defensa con estas palabras: "Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? ¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa? Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí". Mateo 12:3-6
El pasaje plantea al menos dos puntos conflictivos y un tercero de sumo interés.
1- Cosas santas: Los panes que cada semana se colocaban dentro del Santuario eran una ofrenda especial que debía ser comida solo por los sacerdotes. Dios mismo lo había indicado. Su propósito inmediato era que Israel recordara a quién debían su sustento y apuntaba en definitiva a Cristo como el "pan de vida"
Pero estos panes consagrados no tenían santidad inherente. No eran santos per se. Únicamente eran santos por su función, como sucede también con nuestros templos, sus muebles y dependencias y con cualesquiera otros objetos o lugares de culto. Dios es santo y su presencia es la que santifica. El encuentro con el Señor es lo que hace santo al sábado. Sin él es un día cualquiera de la semana.
2- Actividades santas: Los sacerdotes tenían un ritual más recargado los sábados que los otros días. No se les imputaba pecado por ello. Igualmente los que trabajan en el servicio del Señor pueden en ese día hacer lo necesario para cumplir el servicio de culto o para ayudar al doliente, al necesitado, al enfermo, o cualquier otro caso grave. No son esclavos del día que el Creador diseñó para la felicidad de sus criaturas. El principio es muy claro: "Es lícito hacer bien en sábado".
3- Mayor que el Templo: Algunos concluyen apresuradamente que al defender a sus discípulos, el Señor le restaba importancia al mandamiento del día de reposo. Lejos de hacer esto, estableció un orden de prioridades para acabar con la controversia. La justicia de Cristo por la fe es lo único que nos habilita para vida eterna. Esa justicia que obra por la fe lleva invariablemente a la obediencia a sus mandamientos, de otra manera es puro palabrerío. Pero las cosas en orden: primero Jesús y luego el templo. El Señor es mayor que sus requerimientos y nadie tiene derecho a oprimir a otro con ellos. La obediencia a la ley debe ser el resultado gozoso y lógico de haber probado la benignidad del Señor.
Digamos hoy con el salmista: "!Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación!" Salmos 119:97

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para cuestiones particulares que requieran respuesta, por favor envíame un mail a willygrossklaus@gmail.com