Hace muchos años, cuando cursaba el último año del secundario, tuve una compañera estadounidense de intercambio que hablaba un perfecto español. A pesar de ello, los modismos de nuestra región (con influencia del guaraní) , sumados a nuestra jerga adolescente, le desconcertaban en gran manera.
Para ayudarla, una de nuestras profesoras, con gran paciencia, se hizo a la tarea de explicar y traducir las expresiones pícaras que escuchaba de nuestra parte.
Sucede que nuestro bello idioma, siendo uno, tiene muchas variaciones locales debido a su mezcla con otras lenguas regionales y a su propia evolución; perpetuando así la historia de Babel.
Algo muy parecido sucede hoy con la Biblia, que siendo una sola, es proclamada por muchas denominaciones religiosas como la fuente de sus diferentes y discordantes credos.
Sus preciosas enseñanzas no son contradictorias ni ambiguas, ni fueron diseñadas por Dios para entrampar a nadie, ¿por qué entonces esta confusión?
No se debe a la Biblia misma, sino al ser humano pecador, no sometido a la revelación de Dios.
Ella es la luz de la verdad, que obra maravillas en el corazón de quienes la reciben, pero debemos ser moldeados por ella y no intentar ajustarla a nuestro molde.
¿Cómo beneficiarse entonces con su lectura?
Primero, recordemos que hay una bendición para quienes la toman en serio.
"Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca" Apocalipsis 1:3 (NVI)
¡Qué maravillosa promesa y qué maravilloso regalo divino encierran estas palabras!
En segundo lugar, tengamos presente que no puede ser interpretada a nuestro gusto. Siempre la Escritura se explica a sí misma por intervención del Intérprete Maestro, el Espíritu Santo.
Finalmente, su conjunto no debe ser jamás motivo de disputa sino de unidad en la fe.
Elena de White escribió: "Cuando se estudie, comprenda y obedezca la Palabra de Dios, una luz brillante se reflejará al mundo; nuevas verdades, recibidas y obedecidas, nos unirán a Jesús con poderosos vínculos. La Biblia y sólo la Biblia, ha de ser nuestro credo, el único vínculo de unión. Todos los que se inclinen ante esta Santa Palabra, estarán en armonía. Nuestros propios puntos de vista y nuestras ideas no deben dominar nuestros esfuerzos. El hombre es falible, pero la Palabra de Dios es infalible. En vez de discutir uno con otro, exalten los hombres al Señor. Hagamos frente a toda oposición como lo hizo nuestro Maestro, diciendo: "Escrito está". Levantemos el estandarte en el cual diga: La Biblia, nuestra norma de fe y disciplina" (The Review and Herald, 15 /12/1885).
¡Gracias Señor por tu palabra!
Para ayudarla, una de nuestras profesoras, con gran paciencia, se hizo a la tarea de explicar y traducir las expresiones pícaras que escuchaba de nuestra parte.
Sucede que nuestro bello idioma, siendo uno, tiene muchas variaciones locales debido a su mezcla con otras lenguas regionales y a su propia evolución; perpetuando así la historia de Babel.
Algo muy parecido sucede hoy con la Biblia, que siendo una sola, es proclamada por muchas denominaciones religiosas como la fuente de sus diferentes y discordantes credos.
Sus preciosas enseñanzas no son contradictorias ni ambiguas, ni fueron diseñadas por Dios para entrampar a nadie, ¿por qué entonces esta confusión?
No se debe a la Biblia misma, sino al ser humano pecador, no sometido a la revelación de Dios.
Ella es la luz de la verdad, que obra maravillas en el corazón de quienes la reciben, pero debemos ser moldeados por ella y no intentar ajustarla a nuestro molde.
¿Cómo beneficiarse entonces con su lectura?
Primero, recordemos que hay una bendición para quienes la toman en serio.
"Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca" Apocalipsis 1:3 (NVI)
¡Qué maravillosa promesa y qué maravilloso regalo divino encierran estas palabras!
En segundo lugar, tengamos presente que no puede ser interpretada a nuestro gusto. Siempre la Escritura se explica a sí misma por intervención del Intérprete Maestro, el Espíritu Santo.
Finalmente, su conjunto no debe ser jamás motivo de disputa sino de unidad en la fe.
Elena de White escribió: "Cuando se estudie, comprenda y obedezca la Palabra de Dios, una luz brillante se reflejará al mundo; nuevas verdades, recibidas y obedecidas, nos unirán a Jesús con poderosos vínculos. La Biblia y sólo la Biblia, ha de ser nuestro credo, el único vínculo de unión. Todos los que se inclinen ante esta Santa Palabra, estarán en armonía. Nuestros propios puntos de vista y nuestras ideas no deben dominar nuestros esfuerzos. El hombre es falible, pero la Palabra de Dios es infalible. En vez de discutir uno con otro, exalten los hombres al Señor. Hagamos frente a toda oposición como lo hizo nuestro Maestro, diciendo: "Escrito está". Levantemos el estandarte en el cual diga: La Biblia, nuestra norma de fe y disciplina" (The Review and Herald, 15 /12/1885).
¡Gracias Señor por tu palabra!
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