viernes, 25 de febrero de 2011

FIDELIDAD EXTREMA (7 de 10)

JOSÉ, FIEL EN TODA CIRCUNSTANCIA
“No defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador" (Tito 2:10).
- ¡Es imposible profe...! No se puede, si todos lo hacen...
Así protestaba una de mis alumnas del secundario cuando hablábamos de la pureza sexual. Es que ser puro y noble hoy en día aparenta ser algo casi imposible para la mayoría de los jóvenes.
Consideremos la historia de José, el joven vendido como esclavo por sus hermanos. Siendo el hijo mimado de un hombre rico, rodeado de comodidades, su futuro parecía brillante. Hasta que comenzó a tener sueños que despertaron la ira de sus hermanos y que lo llevaron para siempre fuera de la seguridad del hogar paterno.
Sin embargo, como toda crisis, ésta demostró lo que había en el corazón del joven ¿Qué pudo haber pensado en ese momento crucial?
Me gustó mucho la afirmación siguiente: “José consideró como la mayor calamidad que podría haberle ocurrido el ser vendido en Egipto; pero entonces vio la necesidad de confiar en Dios como nunca lo había hecho cuando estaba protegido por el amor de su padre. José llevó a Dios consigo a Egipto, y este hecho quedó de manifiesto por su comportamiento alegre, a pesar de su tristeza… este joven temeroso y amante de Dios fue una bendición en Egipto. Este hecho se hizo patente de una manera tan señalada que Potifar… lo convirtió más en un hijo que en un siervo. Es el propósito de Dios que los que le aman y honran también sean honrados, y que la gloria que se le da a Dios a través de ellos, se refleje sobre éstos mismos” (Recibiréis poder, pág. 258)
Parece lógico y natural rebelarse contra la adversidad, es lo que hace la mayoría.
No obstante, aquel muchachito soñador decidió vivir de una manera que honrase el nombre de Dios. En cada trabajo que hacía, ya fuera grande o pequeño, en cada responsabilidad que le daban, se desempeñaba con toda fidelidad. Las consecuencias no se hicieron esperar, tal como lo dice la cita anterior y lo confirman los textos siguientes de la Biblia:
  • “Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio”.
  • “Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel”.( Génesis 39:21)
  • “No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba.” (Génesis 39:23)
 Dios estaba con José porque José decidió estar con Dios. Mantuvo su actitud diligente y servicial a pesar de los reveses que experimentó y en todo lo que hacía demostraba ser excelente.
Es notable su actitud en las pruebas, porque nada podía apartarlo de prestar un fiel servicio, ya sea en su hogar o como esclavo de Potifar, ya fuera echado en la cárcel o llevado al palacio de Faraón. Tampoco se dejó manejar por las circunstancias al tener la oportunidad de vengarse de sus hermanos, percibiendo la situación como proveniente de la mano de Dios.
Cuando fue acosado sexualmente por la mujer del capitán de la guardia, respondió: “No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Génesis 39:9)
Ceder a la tentación suele verse hoy como algo inevitable. Pero al contrario de Eva, que se dirigió hacia la tentación, José corrió de ella. En vez de racionalizar la situación o pensar en su conveniencia, puso los intereses divinos en primer lugar.
Ni el sexo, ni el poder, ni la adversidad, ni la ingratitud ni los más altos honores lo corrompieron. Nada pudo variar su determinación inicial de ser fiel. La suya fue una vida que recomendaba a su Dios y que en todo cumplía el consejo de Pablo a los siervos cristianos: “No defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador" (Tito 2:10).
Tu vida y la mía, ¿”adornan” el cristianismo con sus mejores galas?

domingo, 20 de febrero de 2011

FIDELIDAD EXTREMA (6 de 10)

MOISÉS, EL HOMBRE DE ROSTRO BRILLANTE

“Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11: 27)
La fe es sin duda componente esencial de nuestra relación con el Señor. Desde la entrada del pecado nadie puede ver a Dios en toda su gloria; nos toca simplemente aceptar por fe el testimonio que la Biblia presenta sobre la Deidad.
Sin embargo hubo un hombre que se atrevió a pedirle que le dejara contemplarlo.
Había tenido un primer encuentro cuando se le apareció el Señor en la zarza que ardía sin quemarse, y fue comisionado para liberar a su pueblo. Esa vislumbre divina le dio el poder y el valor para llevar a cabo una tarea que se le antojaba imposible.
Luego de haber sido liberado y pasado el Mar Rojo, al llegar al Sinaí, el pueblo israelita se quedó abajo del monte y Moisés subió al monte a encontrarse con Dios. No lo pudo ver directamente, pero estuvo en la presencia de su gloria, ocultada por una nube.
No obstante, encontramos que esa nueva y extraordinaria ocasión no fue suficiente para nuestro héroe de la fe. Después de que intercedió por el pueblo que había apostatado adorando el becerro de oro, reiteró su pedido : “Te ruego que me muestres tu gloria” (Exodo 33:18). Deseaba más y más de Dios, no se saciaba con lo que ya había experimentado, por glorioso que fuera. Pidió una revelación más grandiosa de Aquel que amaba y él se la concedió.
¿Qué resultó de ese encuentro?
“Estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos. Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios. Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él”. Éxodo 34:28-30
Contemplar la gloria de Dios -aunque velada- cambió la apariencia de Moisés. Su rostro ahora estaba impregnado de la gloria divina, y ese fulgor hizo temblar de miedo a sus compatriotas. Es que al ser humano pecador la visión de la santidad le resulta insoportable.
“Y cuando acabó Moisés de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro. Cuando venía Moisés delante de Jehová para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía; y saliendo, decía a los hijos de Israel lo que le era mandado. Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios”. Éxodo 34:;33-35
Todo cristiano que ama de verdad a Jesús, también quisiera ver al Padre, tal como lo pidió Felipe (ver Juan 14:8). A todos nos agradaría ver su rostro, y pensamos cómo sería estar en su presencia. Cantamos y hablamos de ello, imaginamos el momento, pero, como dice esta cita: “Moisés no pensaba simplemente en Dios; le veía. Dios era la constante visión que había delante de él; nunca perdía de vista su rostro. Veía a Jesús como su Salvador, y creía que los méritos del Salvador le serían imputados. Esta fe no era para Moisés una suposición; era una realidad. Esa es la clase de fe que necesitamos: la fe que soportará la prueba”. (Joyas de los Testimonios, tomo II, pág. 268).
Notemos: Se encontró con el Señor en la zarza ardiente, luego en los 40 días del Sinaí y más tarde en un tercer período de igual duración. Pero todos esos encuentros fueron precedidos de un constante mirar la gloria de Dios por fe.
Cristiano: ¿ves tú al Invisible?
No debiéramos conformarnos con un conocimiento superficial acerca de Dios. No basta conocer las Escrituras de memoria. No alcanza con orar mucho. No basta tampoco una gloriosa experiencia del pasado. La fe necesita estar en constante crecimiento y renovación o morirá sin remedio.
Al igual que este fiel siervo de Dios, necesitamos contemplarle cada día para que nuestro rostro se parezca al Suyo. Necesitamos acercarnos a la luz de su presencia deseando tener un rostro brillante. Y esto es posible mediante Cristo, pues “Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. (2ª Corintios 4:6)

viernes, 18 de febrero de 2011

FIDELIDAD EXTREMA (5 de 10)

ABRAHAM, AMIGO DE DIOS

“Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios”. (Santiago 2:23; ver Isaías 41:8)
Mi abuelo Pedro gustaba referirse a los personajes célebres de su tiempo, - a los que escuchaba en su vieja radio de onda corta -, como si fueran sus amigos. Lo hacía tal vez para despertar en mí el interés por los sucesos mundiales. Solía decir por ejemplo: “mi amigo Winston Churchill...”, para luego iniciar un largo discurso sobre política internacional.
Pero aquí vemos a alguien que fue llamado amigo por Dios mismo. Fue tan sobresaliente que los ángeles lo aplaudieron.
Sin embargo, para sus contemporáneos él era un tipo raro. Adorador de un Dios invisible, iba sembrando altares por toda Canaán. Se llamaba “Padre de Multitudes” pero era ya viejo y no tenía hijos. Era rico pero no codicioso, poderoso pero humilde de corazón, sabio pero no orgulloso.
De todos los grandes personajes de la Biblia, es el único que mereció el calificativo de “amigo de Dios”. Esto es algo extraordinario. Pensemos por un momento en lo que implica.
Es cierto que Dios nos ofrece su amistad a todos por igual; pero tal como sucede en las relaciones humanas (ya sea por gusto, afinidad o lo que fuere), ese ofrecimiento no suele hallar eco en toda persona. Únicamente unos pocos responden a su atractivo y aceptan su amistad; menos todavía alcanzan la intimidad necesaria para ser catalogados como “amigos íntimos”.
Y lo que hizo Abraham por esa amistad es increíblemente asombroso, porque se le pidió algo que supera la lógica humana: la inmolación de su propio hijo.
Un triste día recibió la sorpresiva orden divina de ofrecer en holocausto a Isaac, su hijo más amado, que sería -según lo había dicho el Señor- el principio de multitud de descendientes.
Lo había esperado por 25 años, lo había visto nacer, crecer y convertirse en un maravilloso jovencito que era su orgullo y felicidad. Y ahora tendría que matarlo...
¿Cómo era posible? 
¿No estaría Dios equivocado? 
¿Qué pasó con el mandamiento de “no matarás”...?
Cualquier mente racional dudaría de los propósitos divinos y Satanás debió haber presionado mucho a este héroe de la fe para que desobedeciera. Entonces sucedió lo que llenó de admiración tanto a los ángeles como a los demonios.
Casi en cámara lenta, pero con firmeza, Abraham obedeció la voz su Señor, casi sin pronunciar palabra. Esperaba que lo que iba a hacer no fuera visto por nadie, tan terrible le parecía. Pero lo que él no sabía, y frecuentemente solemos olvidar, es que todo el cielo estaba mirando, como lo dice la siguiente cita:
“Los seres celestiales fueron testigos de la escena en que se probaron la fe de Abraham y la sumisión de Isaac. La prueba fue mucho más severa que la impuesta a Adán. La obediencia a la prohibición hecha a nuestros primeros padres no extrañaba ningún sufrimiento; pero la orden dada a Abraham exigía el más atroz sacrificio. Todo el cielo presenció, absorto y maravillado, la intachable obediencia de Abraham. Todo el cielo aplaudió su fidelidad”. (Patriarcas y Profetas Página 155)
¿Te han aplaudido alguna vez? No importa en que estadio o plaza alguien haya recibido aplausos; nadie como Abraham que se llevó la aprobación de todo el resto del universo.
Si hubieramos estado allí y comprendido lo que implicaba su sacrificio, también hubiéramos aplaudido. Su tremendo ejemplo de lealtad escapa a nuestra comprensión moderna, tan habituada a justificar el abandono de todo deber penoso.
La voz de Dios era tan familiar para Abraham que no dudó en responder, aunque su corazón sangrara por la magnitud de la demanda divina.
Por eso, Dios lo llamó amigo. A nosotros también se nos concede el mismo privilegio, si estamos dispuestos a mostrar la misma fidelidad y obediencia:
“Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”. (Juan 15:14,15)

jueves, 17 de febrero de 2011

FIDELIDAD EXTREMA (4 de 10)

NOÉ, PREGONERO DE JUSTICIA

“[Dios]... no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos”.  (2 Pedro 2:5)
¿Cómo era Noé?¿Qué lo hizo tan especial como para sobrevivir al Diluvio?
  • “Dijo luego Jehová a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación”. (Génesis 7:1)
  • “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, cuando la tierra pecare contra mí rebelándose pérfidamente, y extendiere yo mi mano sobre ella, y le quebrantare el sustento del pan, y enviare en ella hambre, y cortare de ella hombres y bestias, si estuviesen en medio de ella estos tres varones, Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia librarían únicamente sus propias vidas, dice Jehová el Señor”. (Ezequiel 14:12-14)
En estos textos se lo presenta como un hombre justo y predicador de justicia.
La noción de justicia que transmite la Biblia no tiene nada que ver con algo inherente, es decir no es algo que podamos alcanzar por cuenta propia.
Tampoco, como lo afirma Ezequiel, podemos transferir nuestra justicia a los demás. Sin embargo, Noé influyó en la salvación de su familia por medio de su ejemplo claro y consecuente
Ser justo ante Dios es estar cubierto con la vestimenta de justicia que solo Él proporciona.
Nada menos que los méritos de Cristo acreditados al pecador mediante la gracia divina pueden hacernos justos ante su vista.   
Creer (o sea, tener fe), implica obedecer. No hay fe sin obediencia. Cuando creemos en la palabra de alguien lo demostramos haciendo exactamente lo que nos ha dicho.
Noé fue llamado justo porque durante toda su vida demostró, mediante lo que hacía y enseñaba, que tomaba en serio las palabras del Señor. La suya fue una vida de lealtad, obediencia y fe que eran un constante reproche para el malvado y egoísta mundo que le rodeaba.
No se contentó con predicar que venía el fin de todas las cosas. Demostró su fe construyendo el arca para escapar del juicio de Dios, e invitando a todos a buscar refugio en aquel gran barco asentado en tierra seca. “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”.( Hebreos 11:7)
Seguramente invirtió en el arca todo cuanto tenía; todos sus bienes, tiempo y reputación. No se guardó nada ni dejó nada atrás, ya que nada conservaría de ese mundo destinado a la destrucción. Su meta, sus ambiciones y sus esfuerzos se habían lanzado ya hacia el mundo venidero prometido por el Señor.
Esta firme adhesión al mensaje que debía dar lo llevó a predicar durante 120 años ante oídos que -en su mayoría- se habían vuelto sordos a la verdad ¡Qué extraordinaria constancia!
¿El mundo en que vivió Noé era muy distinto del nuestro?
Reparemos en la siguiente cita: “Es una ley del espíritu humano que nos hacemos semejantes a lo que contemplamos. El hombre no se elevará más allá de sus conceptos acerca de la verdad, la pureza y la santidad. Si el espíritu no sube nunca más arriba que el nivel humano, si no se eleva mediante la fe para comprender la sabiduría y el amor infinitos, el hombre irá hundiéndose cada vez más... "Y vio Jehová que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. . . . Y corrompióse la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia." (Gén. 6:5, 11.) Dios había dado a los hombres sus mandamientos como norma de vida, pero su ley fue quebrantada, y como resultado cometieron todos los pecados concebibles”. (Patriarcas y Profetas Página 91)
La Biblia anticipa que la historia volverá a repetirse.
El fin de este mundo; ya no por medio de agua, sino de fuego, está a punto de desencadenarse. Los oídos de la mayor parte de la humanidad se encuentran tan insensibles hoy como en los días de Noé ante este mensaje. 
El desprecio por toda clase de ley se ha convertido en un modo de vida. 
La maldad, la violencia y la corrupción no hacen sino aumentar cada día, y aún los más sinceros esfuerzos humanos son impotentes para detener su avance .
La naturaleza nos advierte que hemos llegado al límite de su explotación.
Lo que vemos a diario en las noticias nos dice a los gritos que hemos llegado al límite; que estamos ya en el tiempo señalado por Jesús cuando dijo: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos”. (Lucas 17:26,27)
¿Tomas en serio lo que Dios dice?

martes, 15 de febrero de 2011

FIDELIDAD EXTREMA (3 de 10)

ENOC, EL QUE CAMINÓ CON DIOS

“Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios”. (Hebreos 11:5 NVI)

La rutina puede ser cansadora. Lo saben muy bien los que trabajan en las sedentarias tareas modernas. Pero no hay nada más rutinario que las tareas del hogar. Día tras día, siempre lo mismo; hacer las compras, limpiar la casa, cocinar, lavar los platos, cortar el césped, atender los niños...
Y al día siguiente (no importa cuan bien hayamos hecho nuestro trabajo), todo vuelve a empezar: los platos volverán a estar sucios, los niños requerirán atención y el pasto volverá a crecer...
Docenas de cosas más -que ya hicimos ayer-, requerirán atención otra vez ¡Qué fastidio!
Hacer lo mismo durante años puede parecer aburrido o falto de incentivos; pero en el caso de este patriarca, no fue así.
Durante 365 años este santo varón se dedicó a una sola y extraordinaria tarea: caminar con Dios.
“Vivió Enoc sesenta y cinco años, y engendró a Matusalén. Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años... Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios”. Génesis 5:21-24
Dios se lo llevó, porque lo había observado durante tres siglos y medio y había notado su constante fidelidad.
Como ambos gozaban de su mutua compañía, lo sacó de este mundo de pecado y lo llevó con él. Esto implica que Enoc nunca murió.
Sigue viviendo, pero ahora en la presencia divina; a salvo para siempre de los problemas, el dolor, la degradación humana, la idolatría y la maldad que tuvo que enfrentar en su vida terrenal.
¿Cómo era la vida de Enoc?¿Qué lo hizo tan especial?
Me impresionó mucho el siguiente comentario: “El andar de Enoc con Dios no era en arrobamiento o en visión, sino en el cumplimiento de los deberes de su vida diaria. No se aisló de la gente convirtiéndose en ermitaño, pues tenía una obra que hacer para Dios en el mundo. En el seno de la familia y en sus relaciones con los hombres, como esposo o padre, como amigo o ciudadano, fue firme y constante siervo de Dios... Cuanto más intima era su unión con Dios, tanto más profundo era el sentido de su propia debilidad e imperfección”. Historia de los Patriarcas y Profetas Página 85  
Cumplir fielmente los deberes de la vida diaria, viviendo en constante santidad en medio de un mundo que se hundía en la corrupción y la idolatría no es poca cosa.
Pero su existencia fue más que rutina. La suya fue una vida que agradó a Dios.
Fue un verdadero misionero, seguidor de los pocos fieles que quedaban en la tierra, llamando al arrepentimiento a una generación que pronto perecería en el Diluvio.
Fue además un poderoso profeta, que anticipó el juicio y la destrucción de los malvados que seguirá a la Segunda Venida de Cristo: "He aquí el Señor es venido con sus santos millares, a hacer juicio contra todos, y a convencer a todos los impíos de entre ellos tocante a todas sus obras de impiedad que han hecho impíamente." (Judas 14, 15.)
Es en el trato diario en donde se nota si andamos con Dios. Cada vez que entramos en contacto con otra alma deberíamos proyectar sobre ella los rayos de la luz del evangelio. Cada vez que nos relacionamos, deberíamos ser para los demás la sal de la tierra.
Cada acción, cada palabra y cada pensamiento nuestro, deberían reflejar la imagen del que nos rescató del abismo del pecado en que habíamos caído.
Siendo serviciales, amables, bondadosos, corteses y piadosos cada día. Teniendo en mente la gloria de Dios y sin más ambición que servir a nuestros semejantes, sin duda cumpliremos el propósito del Señor para nuestras vidas y seremos fuente de bendición para los demás.
Al igual que Enoc, al estar cada vez más cerca del cielo, nos daremos cuenta con mayor claridad de nuestra indignidad, de nuestra necesidad de gracia y perdón. Jesús nos parecerá cada vez más atractivo y el mundo más detestable. El bien nos resultará mas agradable a cada paso, y el pecado nos será cada vez más repulsivo.
El resultado de un andar semejante nos llevará a estar en la misma presencia de Cristo hoy mismo, para luego continuar morando con él por la eternidad sin fin.
¡Qué hermoso es caminar con Dios! ¿Y tú, quieres hacerlo también?