“Vosotros,
maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer
como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida,
para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. 1ª Pedro 3:7
-”¡Qué fastidio! Otra página machista”, pensarán algunas damas.
- “No somos más frágiles que el hombre”; podrían protestar algunas.
Para
las feministas, esta declaración de las Escrituras puede incluso resultar
ofensiva; algo del siglo antepasado que no se puede aplicar a las
mujeres modernas, que están en pie de igualdad con el hombre.
La mujer, ¿es superior, inferior o igual al hombre? ¿O tal vez es simplemente diferente?
Quisiera dedicar las siguientes entradas a considerar el rol de la mujer desde la perspectiva bíblica.
Para ello abordaremos los siguientes puntos:
- El lugar de la mujer en la creación y después de la caída
- La mujer en el AT y NT
- La mujer y los movimientos actuales
- La mujer en el hogar y la iglesia
1- Diseño original y perversión:
El
registro del Génesis muestra que tanto Adán como Eva fueron objeto de
una creación especial, bien diferente a la de el sol, la luna, las
plantas y los animales, que surgieron a la vida por la sola palabra del
Señor.
En el capítulo 1 se nos informa que fueron hechos a imagen y
semejanza de su Creador y que se les dio dominio sobre la naturaleza. El capítulo 2 añade detalles muy sugestivos. Los dos deberían vivir en feliz asociación, pues “no es bueno que el hombre (o la mujer) esté solo” (Génesis 2:18). Ella sería su compañera, su ayuda idónea.
El
hecho de que Eva fuese creada a partir de una costilla de Adán
demuestra también que -según el pensamiento divino-, el hombre y la
mujer fueron originalmente creados como una sociedad de iguales entre seres diferentes. Adán lo reconoció al llamarla “hueso de mis huesos y carne de mi carne” (vers. 22).
En el principio no
había desigualdades entre ellos. El hombre no sería
más que la mujer ni la mujer sería más que el hombre. No se menciona
allí nada acerca de que alguien fuera la “cabeza de la familia” o que
uno tuviera dominio sobre el otro.
Sin
embargo, la llegada del pecado alteró la relación entre la dichosa
pareja a extremos increíbles por lo rápido y contundente de los cambios
que originó. En
seguida comenzaron a avergonzarse uno del otro y a transferir la
culpabilidad que sentían. Se habían apartado de Dios y como inevitable
consecuencia, se distanciaron entre sí.
Esto es algo que debemos
considerar con cuidado. La situación presente entre ambos sexos, no
responde al diseño original del Señor, sino a una perversión del mismo.
¿Cuáles fueron las condiciones que siguieron a la transgresión de nuestros primeros padres?
De
reyes de la creación pasarían a ser simultáneamente víctimas y
victimarios de ella. Sufrirían las consecuencias de un medio ambiente
que se les volvería cada vez más hostil, y con sus acciones agravarían la
agonía de la naturaleza.
Y las cosas se pondrían aún peor, pues la Biblia dice “pondré
enemistad entre ti (Satanás) y la mujer, y entre tu simiente y la
simiente suya... A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los
dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo
será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por
cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te
mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa;
con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.” Génesis 3:15-17
La
sociedad de iguales degeneró en dominación masculina, competencia
egoísta, mutua desconfianza y manipulación (abierta o encubierta). La
que debía ser “ayuda idónea” paso a estar subordinada, y luego a
convertirse casi en un objeto más de los inventarios del hombre. El
papel de amiga, esposa y madre fue rebajado y despreciado cada vez más.
La fidelidad que ambos se debían se rebajó gradual y progresivamente y
aparecieron en sus relaciones el maltrato, la indiferencia, el adulterio, la fornicación, el incesto,
la violación y la poligamia.
¿Significa esto que el plan divino para la humanidad cambió a causa del pecado?
La respuesta es un simple no. Dios no cambió; el hombre y la mujer sí lo hicieron.
El
ideal del Creador se mantiene aún vigente. Por medio de la muerte de Cristo, Dios
pagó el precio de nuestros pecados; por intermedio del Espíritu desea
implantar de nuevo -en cada ser humano que se rinda a su gracia-, esa condición
original.
Tanto
la mujer como el hombre están invitados a continuar esa sociedad de
iguales en esta tierra y a lo largo de la eternidad, donde se cumplirá
en gloriosa plenitud que “no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” Gálatas 3:28
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