“Sabiendo  que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe  de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser  justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por  cuanto por las obras de la ley nadie será justificado”. Gálatas 2:16
¿Cómo se alcanza la salvación?
Es una pregunta básica y sin embargo muy importante; sumamente trascendente diría yo...
Las  veces que hice esta pregunta, me contestaron con dos grupos diferentes  de ideas, más o menos confusas según el conocimiento bíblico de quienes  contestaban:
a)  Hay que hacer una lista de cosas, tales como orar, estudiar la Biblia,  ir a la iglesia, ayudar al prójimo, ser buenos, obedecer los  mandamientos, etc. 
b) Basta con creer y ya somos salvos. No es lo que hacemos lo que nos salva, sino si tenemos una “relación” con Jesús.
Pero estas dos posturas tienen sus problemas. 
En cuanto a los que votaron por la opción “a”,  la salvación depende de nosotros mismos, o a lo sumo de nosotros mismos  con la ayuda divina. Esto reduce el problema del pecado a una cuestión  legal; en la que a una transgresión corresponde una determinada pena,  que debe ser cubierta de alguna manera. Si pecamos, debemos compensar  haciendo cosas buenas. 
Por correctas y necesarias que sean nuestras obras, la dificultad estriba en  que la deuda del pecado es demasiado grande para ser pagada con nuestros  esfuerzos. Es como intentar levantar una hipoteca de cien millones  juntando moneditas de 5 centavos, de a una por mes...
Nada  hay que podamos hacer que sea suficientemente bueno para compensar las  demandas de la ley divina, que requiere la muerte del transgresor ¿Si  morimos, qué otra cosa nos queda? 
A ello se agrega en forma implícita el pensamiento perverso de que al “portarnos bien” estamos intentando sobornar a Dios.
Por otro lado, si pudieramos salvarnos por medio de nuestros esfuerzos ¿para qué necesitamos a Jesús?, ¿para qué tuvo que morir él? Su sacrificio no tendría sentido.
A ello se agrega en forma implícita el pensamiento perverso de que al “portarnos bien” estamos intentando sobornar a Dios.
Por otro lado, si pudieramos salvarnos por medio de nuestros esfuerzos ¿para qué necesitamos a Jesús?, ¿para qué tuvo que morir él? Su sacrificio no tendría sentido.
La  siguiente opción (“b”)  coloca el todo el peso en el aspecto relacional. Solamente cree y serás  salvo. Por más que sea muy acertada, esta postura puede llegar a ser  tan legalista como la anterior. Yo tengo fe y soy salvo; tu no la tienes  y te pierdes. Yo tengo algo -aunque sea proveniente de Dios y no mío-  que otro no tiene, por eso me salvo. YO, yo y yo. 
Nuevamente el énfasis se coloca en el ser humano y lo que hace. 
Además el concepto de “relación con Cristo” puede volverse bastante difuso ¿Qué es una relación, después de todo...?
Yo  tengo una relación con mi esposa, con mi perro, y también con la  computadora; incluso se utiliza esta palabra para hablar de cosas  pecaminosas desde el punto de vista bíblico, tal como las “relaciones  homosexuales”. No todo es lo mismo, por lo cual, este vocablo puede  llamar a confusión.
La salvación involucra dos aspectos, que se pueden definir con términos propios de la teología:
La salvación involucra dos aspectos, que se pueden definir con términos propios de la teología:
Justificación, que es el acto por el que Dios, en su gracia, declara justa a una persona que no lo es por méritos propios. 
Santificación, es el proceso por el cual somos transformados en nuevas criaturas por medio de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. 
Para el caso, vamos a concentrarnos en el primero de ellos, la justificación. 
El  ser humano ( en la cosmovisión bíblica) es pecador, está separado de  Dios y su destino es la condenación y la muerte eterna. Allí es donde  interviene la gracia, que extiende el perdón y la salvación a todo aquel  que quiera aceptarla, en virtud de los méritos de la muerte  sustitutoria de Cristo en la cruz.
Pero, ¿cómo llegan los méritos de Cristo a ser los míos? 
¿Por  una simple declaración legal de perdón, por el restablecimiento de la  relación entre Dios y nosotros, o será por alguna otra forma? ¿Es un acto o un proceso? ¿Qué parte le corresponde al ser humano para apropiarse de ella, o tal vez solo debe aceptarla?
Por  siglos, la iglesia cristiana en general penduló entre la ideas de que  la salvación -y por ende la justificación-, es una obra de Dios sin  intervención humana por un lado, y el concepto de que nuestras buenas  obras son indispensables en el proceso, por el otro.
La  teología católica asigna a las buenas obras un papel redentor, en tanto  que la protestante reniega de ellas y afirma que la justificación es un  acto puramente divino. Cabe señalar que entre los extremos del péndulo  hay una variopinta gama de opiniones y de opciones. 
Ahora, dejemos descansar a los teólogos y tratemos de encontrar luz en la Palabra del Señor. 
La Biblia afirma lo siguiente acerca de los medios o modos de ser justificados:
- “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Romanos 3:24
 - “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Romanos 5:1
 - “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?... Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”. Santiago 2:21,24
 
¿En qué quedamos, es por gracia, por fe o por obras? ¿O será por fe y obras?
Para  complicar un poco más las cosas, podemos ver que la Escritura menciona  otros aspectos de la justificación; la sangre de Cristo, cumplir los  mandamientos y nuestras palabras:
- “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”. Romanos 5:9
 - “Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados”. Romanos 2:13
 - “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. Mateo 12:37
 
Para  no marearnos, es bueno ver el cuadro completo. La Biblia no se  contradice; y en donde parece hacerlo en realidad se complementa. 
Como  declaración preliminar: lo que queda absolutamente claro es que somos  justificados gracias a Jesús, gracias a su buena disposición (llamada también gracia), por  lo que él hizo y por lo que él es. 
Cristo  y solo Cristo es quien nos trae la justicia, no hay otro medio de  obtenerla. La cuestión a resolver no está en la fuente de justicia, sino en los  medios de alcanzar la justificación. 
Continuamos en la siguiente entrada. 

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