sábado, 13 de noviembre de 2010

EL TRATO DE DIOS CON ISRAEL III

Cuando no podemos ver la mano de Dios en medio de las desgracias y males de este mundo, cuando la violencia y la maldad alcanzan nuevos límites, cuando parece que el Señor abandonó la escena en manos de los demonios y todo está mal; es entonces cuando conviene repasar la manera en que él guia a su pueblo. Porque su trato con sus hijos es siempre el mismo y las lecciones de ayer son válidas también para hoy.
En las entradas anteriores consideramos la fidelidad divina y la infidelidad de sus hijos repasadas en el canto de Deuteronomio 32 y los interrogantes que surgen del mismo. Ahora veamos el resto del poema:
"De la Roca que te creó te olvidaste; te has olvidado de Dios tu creador.
Y lo vio Jehová, y se encendió en ira por el menosprecio de sus hijos y de sus hijas.
Y dijo: Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál será su fin;
porque son una generación perversa, hijos infieles.
Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios; me provocaron a ira con sus ídolos;
Yo también los moveré a celos con un pueblo que no es pueblo,
los provocaré a ira con una nación insensata.
Porque fuego se ha encendido en mi ira, y arderá hasta las profundidades del Seol...
Yo había dicho que los esparciría lejos, que haría cesar de entre los hombres la memoria de ellos,
De no haber temido la provocación del enemigo, no sea que se envanezcan sus adversarios,
No sea que digan: Nuestra mano poderosa ha hecho todo esto, y no Jehová.
Porque son nación privada de consejos, y no hay en ellos entendimiento.
¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto, y se dieran cuenta del fin que les espera!
¿Cómo podría perseguir uno a mil, y dos hacer huir a diez mil,
Si su Roca no los hubiese vendido, y Jehová no los hubiera entregado?
Porque la roca de ellos no es como nuestra Roca, y aun nuestros enemigos son de ello jueces...
Porque Jehová juzgará a su pueblo, y por amor de sus siervos se arrepentirá,
Cuando viere que la fuerza pereció, y que no queda ni siervo ni libre. Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; yo hago morir, y yo hago vivir; yo hiero, y yo sano; y no hay quien pueda librar de mi mano...
Alabad, naciones, a su pueblo, porque él vengará la sangre de sus siervos, y tomará venganza de sus enemigos, y hará expiación por la tierra de su pueblo".
Deuteronomio 31:18-43
Nos quedan aún dos preguntas sin responder:
  • ¿Dios procede con ánimo vengativo?
  • ¿Qué significa que "esconde su rostro" de nosotros?
El Señor es diferente del ser humano pecador. A nosotros nos encanta decir frases como: -"te lo dije"- ; o -"tu te la buscaste, ahora aguanta las consecuencias"-.
Pero Dios, que nos ama con un amor imposible de expresar con palabras, no quiere la ruina y la destrucción de aquellos por los que pagó tan alto precio en la sangre de Cristo Jesús. Anhela que nos volvamos de nuestros malos caminos; diciendo: "¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto, y se dieran cuenta del fin que les espera!"
No obstante, no permanece impasible ante el mal. Tomará venganza contra él. Solamente que en esas ocasiones vela su presencia para que las tinieblas contrasten claramente con su luz. Con infinita paciencia se "demora" en la retribución para dar lugar al arrepentimiento (ver 2º Pedro 3:9), pareciendo que no actúa, pero vigilando el progreso del mal para ponerle coto. Esto se ve en el clamor de las almas simbólicas bajo el altar en el quinto sello de la profecía del Apocalipsis que "clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos". Apocalipsis 6:10,11
El canto finaliza con la promesa de la intervención sagrada para rescatar a su pueblo y otorgarle nuevamente su gracia. El pecador será redimido pero el pecado no quedará impune.
Alabemos al Señor por su carácter misericordioso y paciente, que no tiene en cuenta nuestras infidelidades, que se halla listo para perdonar, rescatar y otorgar su favor a sus hijos desleales cuando se arrepienten. Ninguna otra cosa puede proporcionar mayor esperanza que tal disposición de nuestro amoroso Padre Celestial.
Prestemos atención a las lecciones de la historia sagrada, los que queremos pasar el Jordán para entrar en la Canaán Celestial: "Vino Moisés y recitó todas las palabras de este cántico a oídos del pueblo, él y Josué hijo de Nun. Y acabó Moisés de recitar todas estas palabras a todo Israel; y les dijo: Aplicad vuestro corazón a todas las palabras que yo os testifico hoy, para que las mandéis a vuestros hijos, a fin de que cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley. Porque no os es cosa vana; es vuestra vida, y por medio de esta ley haréis prolongar vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella". Deuteronomio 32:44-47

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