jueves, 28 de octubre de 2010

MI CONVERSIÓN

“He aquí yo estoy contigo y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. Génesis 28:15
En una entrada anterior hablé de cómo fui impulsado a escribir mi testimonio. Ahora que ya han pasado 21 años de esa ocasión y 40 desde el inicio de mi travesía espiritual, considero que tengo algo más para decir.
No estoy seguro de cuándo fue que se despertó en mí la convicción; pero sé que ocurrió bastante temprano en mi vida. Estaba en el 7º grado de primaria cuando comencé a leer la Biblia y otros libros religiosos.
Mi madre había recibido por ese entonces, en lo que era el comienzo de su propia búsqueda de Dios, a personas de diferentes denominaciones religiosas, y a todos ellos les compró literatura. Evangélicos, Testigos de Jehová, "Mormones" y Adventistas desfilaron por mi casa dejando sus publicaciones.
En lo que a mí respecta, los libros eran y siguen siendo un tesoro de valor inestimable. Los leía a todos y me parecía que éstos hablaban específicamente de mi caso. Como adolescente de aquella época, sin cable ni computadoras personales, las imágenes de los libros constituían una preciosa fuente de información y me animaron en la lectura de la Palabra de Dios.
Con seguridad, su buen Espíritu me estaba llamando, pero mi duro corazón se resistía.
Asistí un par de veces con mi madre a la iglesia Adventista, pero mi padre se opuso con firmeza a que siguiéramos ese camino y la relación se cortó. Posteriormente mi hermana mayor fue a estudiar a lo que entonces era el Colegio Adventista del Plata (hoy UAP), por lo que seguimos en contacto con esa denominación. Por entonces, repudié el adventismo; pero en mi interior, los principios de la Biblia habían calado muy hondo y comenzaron a realizar su obra maravillosa.
Sin darme cuenta de cómo sucedió, a los 14 años dejé el alcohol y el tabaco para siempre (aunque sólo bebía en reuniones sociales y fumaba a escondidas desde los 13). El siguiente paso fue convertirme en vegetariano, por influencia de las publicaciones cristianas. En los 6 años siguientes leí varios libros de una mujer llamada Elena de White, que marcaron a fuego mi vida.
Mis compañeros de colegio se burlaron, me probaron hasta el límite, y luego se resignaron a mi "chifladura", con algo de admiración encubierta.
Conocí entonces a varios de los que luego se convertirían en mis hermanos; personas comunes, con aciertos y errores como yo, aunque tenían algo de lo que yo carecía y eso se reflejaba en sus rostros.
Siendo sincero, por entonces me molestaban los discos religiosos, la gente que venía a orar con mi madre y por sobre todo, las caras siempre sonrientes de los misioneros. No advertía en ese tiempo que la paz y la felicidad que mostraban me confundían, por el simple hecho de que yo no las tenía.
En mi desesperación, empecé a orar a escondidas. Pedía a Dios que alguien me ayudara a entender qué camino tomar. En realidad, Cristo era quien faltaba en mi vida.
Cuando terminé el secundario, los acontecimientos se precipitaron. Mi padre falleció tras una larga agonía de un derrame cerebral; colocándome frente a grandes responsabilidades que no quería afrontar. Mis planes para el futuro se vieron frustrados porque tenía que trabajar en el negocio familiar.
A los 20 años comenzó mi etapa más contradictoria. Luchaba contra Dios y conmigo mismo. Me daba cuenta que sin él estaba completamente perdido pero me costaba tomar una decisión.
Fue enntonces que ocurrieron una serie de "milagros" en los que la providencia divina tomó el control de mi vida. Se iniciaron unas conferencias bíblicas en la ciudad, a las que mi madre y mi hermana menor asistieron con gran interés, en tanto que yo hacía grandes esfuerzos por esquivar toda invitación para asistir. Finalmente cedí ante la insistencia, justo el día en que ofrecían estudios bíblicos. Los acepté sin pensar.
De más está decir que escapaba también del instructor, que pacientemente venía a mi casa sólo para no encontrarme. Esto duró varias semanas hasta que finalmente tuve que tomar una decisión: o le decía que no viniera más, o completaba mis estudios.
Por la gracia de Dios, decidí ir más allá; me entregaría totalmente a Cristo.
Poco después fui bautizado, gozando la vivencia más sublime que el ser humano pueda experimentar. Mi felicidad, mi reciente fe y mi entusiasmo alcanzaron un soberbio clímax.
En mi ingenuidad, creí que mi conversión marcaría el fin de mis problemas. No fue así; éstos se hicieron cada vez más graves, sobrepasando mi capacidad humana, durante mis primeros meses de convertido. Lo bueno de esto fue que me mantuvo humilde y necesitado del auxilio divino. Los ataques de Satanás en vez de apartarme del camino, me hicieron ver con mayor claridad que Jesucristo es un poderoso Salvador.
Tampoco puedo decir que mi experiencia cristiana ha sido perfecta desde entonces. Conocí las vacilaciones motivadas por el egoísmo y la complacencia propia, en las que la carne reclama volver al camino ancho que antes parecía tan agradable. Sufrí las pasiones de la juventud y los desvaríos de la justicia propia.
Pero puedo decir con absoluta seguridad que el texto del principio lo he visto cumplido mil veces en mi vida. El Señor no me dejó cuando dudé, cuando fui débil o cobarde, no se apartó de mí en mis infidelidades, ni me descartó por mi pobre fe. Todavía sigue luchando conmigo para llevarme a su reino.
Sí; todavía lo hace...
Su promesa es fiel, así como él es fiel.
Puedo decir como Pablo: "estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo". Filipenses 1:6
Veo que comenzó una buena obra en mí, y por su gracia la acabará (incluso a pesar de mi ocasional resistencia). Sé que me ama de una forma que no puedo expresar, que me protege, me cuida y me abre caminos inesperados a cada paso.
De un joven inseguro y fantasioso, me convertí en un adulto relativamente dueño de sí mismo y cargado de responsabilidades. Yo, que no sabía que hacer con mi vida, me encontré dando consejo a otros. Descubrí el gozo del servicio y de la testificación.  Fui librado de pruebas gravísimas, y cada una de ellas me mostró más a las claras que Dios no me dejaría hasta completar su propósito en mí.
Pude ver almas sinceramente convertidas por medio de este pobre instrumento humano, y dolerme por aquellos amigos que abandonaron su esperanza. A lo largo de los años presencié el cumplimiento de las profecías que leí cuando niño y el avance de su obra que se acerca a una gloriosa culminación. Fui y soy testigo inmerecido de los milagros de su gracia inagotable.
Me ha dado el Señor mucho más de lo que podría haber esperado: una fiel y amorosa compañera, tres buenos hijos, un hogar cristiano y un trabajo en el que cada día puedo testificar libremente de mi maravilloso Dios. 
Toda cosa a la que pude haber renunciado fue compensada por algo superior; todas mis tristezas se opacan ante la esperanza que me mueve; hoy casi todos los lazos familiares rotos por causa de mi fe se han restablecido, y espero algún día tener también algún fruto entre mi familia de sangre.
Únicamente puedo decir al mirar hacia atrás: - ¡Alabado sea el Señor! -

1 comentario:

  1. Muy bonito su testimonio hermano Willy, la semilla que cayo en usted a crecido y esta dando frutos. Gracias por compartir un poco de lo que fue su conversión en su adolescencia. Y a la verdad no hay en la tierra persona que no este libre de pecado todos somos pecadores, solo hay uno justo, Jesucristo. Paz y muchas bendiciones, me gustaría compartir su testimonio en mi blog http://cristovienpronto.iya.es, que Dios lo siga bendiciendo en todo momento.

    ResponderEliminar

Para cuestiones particulares que requieran respuesta, por favor envíame un mail a willygrossklaus@gmail.com