Dios quiere que pierdas todas tus esperanzas.
No, no te equivoques, no es una blasfemia.
Porque sí desea que pierdas toda expectativa humana de gloria terrenal, que dejes de apoyarte en la vista, que creas a pesar de las apariencias.
Porque la esperanza, para que sea esperanza, va más allá de lo evidente, más allá de lo desalentadora que pueda parecer la situación presente.
Porque la esperanza, para que sea esperanza, va más allá de lo evidente, más allá de lo desalentadora que pueda parecer la situación presente.
Confiamos en muchas cosas porque las vemos. Nuestra fe suele ponerse con demasiada frecuencia en los hombres o en las instituciones y sus programas.
En todo el mundo cristiano abundan las campañas evangelísticas con las palabras "reuniones de poder", "reavivamiento", "impacto", etc.
Las palabras de los hombres o sus estrategias suelen estár cargadas de ambición egoísta por los números o de deseos nacidos de perspectivas terrenales y entonces los impactos, el poder y los reavivamientos no resultan tales.
Luego de que pasan las campañas misioneras, los resultados no van de acuerdo con estas palabras, y apenas si se obtienen en ellas unos pocos conversos duraderos. Aunque miles hayan hecho profesión de fe ya sea entre lágrimas o anunciando milagros espectaculares, no demora la mayoría en estar igual o peor que antes y volver a sus antiguos caminos. En consecuencia los que quedan se desaniman, preguntándose qué falló.
O a veces los que ingresan se chasquean del testimonio de los que están dentro, diciendo: -"pensábamos que ustedes eran diferentes..." (a lo cual tienen derecho).
El magistral relato de los dos discípulos camino a Emaús aquel domingo de la resurrección tiene todavía una lección que darnos:
"Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen... Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron". Lucas 24:13-24
El razonamiento de Cleofas y su amigo era que si las cosas no salieron como ellos esperaban, entonces ni el testimonio de sus condiscípulos, ni visiones, ni ángeles les harían cambiar de opinión. Estaban cegados por sus propias expectativas.
¿Cuáles son las tuyas?...
El desaliento les cerró los ojos a la realidad de su Señor caminando a su lado y deseando entrar en sus vidas.
Él prometió: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". Apocalipsis 3:20
Dicha promesa tiene dos lecturas opuestas:
a) La pesimista: Jesús está afuera de la iglesia llamando y todavía no le abrimos la puerta, como en la poesía de Lope de Vega Mañana le abriremos
De acuerdo a esta línea de pensamiento, si entre los creyentes o en la iglesia las cosas van mal, entonces para qué molestarse en seguir...
b) La correcta según lo entiendo: Jesús esta afuera llamando incansablemente y persistiendo en llamar, invitando a que le abramos.
El está a las puertas de su venida a este mundo, llamándonos por medio de su Espíritu y esperando con ansias que la esposa se una a su clamor (Apocalipsis 22:17).
El no conoce la derrota ni la espera en sus seguidores. No está afuera simplemente porque no tenga nada mejor que hacer. Siempre suele conseguir lo que busca, porque para eso vino a este mundo, a buscar y salvar lo que se había perdido.
Es significativo en el relato, que ni bien los discípulos reconocieron a Jesús, éste los dejó. Su misión había concluído al darles entendimiento y la de ellos acababa de comenzar cuando tuvieron una nueva visión.
El no necesita de nuestra visión, nosotros necesitamos de la suya.
Necesitamos que su presencia nos abra los ojos. Que su figura lo llene todo, alejándonos de las perspectivas humanas de solución, porque solo así encontraremos la motivación para correr al encuentro de quienes necesitan saber que Él vive.
Dejemos pues de arrastrar los pies con desaliento y vayamos corriendo, como ellos, a proclamar al mundo que el Rey de nuestras vidas caminó a nuestro lado, se sentó a nuestra mesa, comió con nosotros y bendijo nuestro hogar.
Anunciemos su venida HOY.
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