viernes, 18 de septiembre de 2009

Los que temen al Señor

Retomando una entrada anterior sobre el temor de Dios, comprendo que éste no puede ser generado meramente por una comprensión intelectual de su admirable naturaleza y su extraordinario poder, sino mediante una experiencia personal con el Señor.
Inútiles han sido y serán las más conmovedoras predicaciones, los más fervientes llamados, las bellas descripciones que surjan de la viva imaginación de escritores y poetas, incluso inútil será también para conmovernos la más excelsa música de mil coros de voces celestiales.
Los que temen al Señor lo hacen bajo la influencia del Espíritu Santo, como se ve en la siguiente cita: "Juan el Bautista durante su vida en el desierto aprendió de Dios. Estudiaba las revelaciones de Dios en la naturaleza. Bajo la dirección del Espíritu divino, estudiaba los rollos de los profetas. De día y noche estudiaba a Cristo; él era su meditación; hasta que su mente, su corazón y su alma estaban llenos de la gloriosa visión. Contemplaba al Rey en su hermosura, y perdía de vista al yo. Consideraba la majestad de la santidad, y reconocía su incapacidad e indignidad. Debía anunciar el mensaje de Dios. Debía permanecer de pie con el poder y la justicia de Dios. Estaba listo para salir como mensajero del Cielo, impávido frente a los hombres, porque había contemplado al Divino. Podía comparecer sin temor frente a los monarcas terrenales, porque se había inclinado tembloroso ante el Rey de reyes". ¡Maranata: El Señor Viene! Pag.114
Necesitamos beber de la misma fuente de la que bebía el Bautista, alimentarnos de la misma visión hasta perder de vista el yo, hasta que Él lo llene todo y de nosotros no quede nada. Esta es la única manera en que alcanzaremos una adecuada comprensión de su gloria y se produzca en nosotros un temor reverente que mueva a la acción.
Debemos orar fervientemente cada día, meditar constantemente en Él y afirmarnos con firmeza en la Palabra de Dios. Entonces el temor del hombre no motivará nuestras acciones ni frenará nuestro caminar en el Señor, sino que lo hará su ley escrita en nuestros corazones.
"Escúchenme, ustedes que conocen lo que es recto; pueblo que lleva mi ley en su corazón: No teman el reproche de los hombres, ni se desalienten por sus insultos". Isaías 51,7 NVI
Sin embargo, la experiencia personal y la evidencia bíblica nos dicen en forma categórica que somos remisos a cambiar. No lo hemos hecho en los últimos seis mil años y no lo haremos en ningún futuro próximo. La humanidad en general fue hallada desprevenida ante los acontecimientos culminantes de la historia de la salvación, aunque fueran anticipados por el Señor. Valgan como ejemplo el Diluvio en los días de Noé, la destrucción de Sodoma, el cautiverio de Israel en Babilonia y el nacimiento de Cristo, que, aunque anunciados, hallaron a la mayoría de los hombres sin preparación para afrontarlos. Generalmente estos sucesos cayeron sobre sus protagonistas con la fuerza de una sorpresa abrumadora, como "ladrón en la noche".
¿Cómo despertaremos a esta realidad? No lo haremos solos, porque las inteligencias celestiales están trabajando con todos los medios a su disposición para despertar las conciencias y en tanto cooperemos con ellas, estaremos despiertos. Nada, ni voces o lazos terrenales, ni influencias humanas o angélicas, ni acontecimientos históricos ni la conmoción de los elementos naturales se escatiman a fin de despertarnos.
Pero si esto no sucede, si seguimos en la indolencia, "Dios despertará a sus hijos; si otros medios fracasan, se levantarán herejías entre ellos, que los zarandearán, separando el tamo del trigo. El Señor invita a todos los que creen su Palabra a que despierten. Ha llegado una luz preciosa, apropiada para este tiempo. . . Los creyentes no han de confiar en suposiciones e ideas mal definidas de lo que constituye la verdad. Su fe debe estar firmemente basada en la Palabra de Dios, de manera que cuando llegue el tiempo de prueba, y sean llevados ante concilios para responder por su fe, puedan dar razón de la esperanza que hay en ellos, con mansedumbre y temor". ¡Maranata: El Señor Viene! Pag. 43
Si no nos despertamos, Dios lo hará, pero si no nos preparamos personalmente, nada ni nadie podrá compensar nuestra falta de preparación.
¿Cuál es entonces nuestra tarea para hoy?
Es hora de levantarnos del sueño. Y los que queremos estar despiertos, debemos cumplir el sagrado cometido de ayudar a otros a despertar. y estár listos. "Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve". Malaquías 3:16-18
Cuando el Señor sacuda a su pueblo para despertarlo, se dará el certero y definitivo toque de trompeta, anunciando el fin; ya no habrá dudas, descuidos ni vacilaciones para proclamarlo, porque el temor de Dios será una experiencia viva entre sus verdaderos hijos.
El evento de los siglos será entonces una realidad gozosa para quienes lo esperan. Pronto se cumplirá con poder y gloria incontenibles lo que está escrito: "Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas". Apocalipsis 14:6,7

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