jueves, 5 de febrero de 2009

Qué hacer con la demora

Yo tenía 7 años cuando por primera vez viajamos a Buenos Aires en auto. En aquella época, teníamos una Estanciera modelo 62, ¡qué antigüedad! (aunque vendría a ser el equivalente de los vehículos 4x4 actuales). Los caminos no eran muy buenos y para llegar desde Formosa había que transitar por caminos de tierra y cruzar el río en balsa para llegar a Resistencia (Chaco), parar en un hotel en Santa Fe; en suma, tomaba dos largos días llegar.
Para mí el viaje era fascinante, pero largo y cansador. En los últimos tramos del viaje, preguntaba a cada rato cuándo llegaríamos y la respuesta tranquilizadora era siempre la misma:
Falta poco...
(Aunque mi padre, como buen alemán, sabía con bastante precisión la hora de llegada)
Me parecía que nunca llegaríamos, hasta que pudimos ver a bastante distancia las luces de la gran ciudad... ¡Habíamos llegado al fin!
Lo mismo sucede con la Segunda Venida de Cristo.
Como niños impacientes nos parece que cuanto más pasa el tiempo, más lejos estamos de llegar, o tal vez, nunca lleguemos; cuando en realidad sucede todo lo contrario .Cada vez estamos más cerca, día a día, minuto a minuto, el magno acontecimiento se aproxima irreversible y glorioso
La impaciencia nuestra está en parte justificada por la brevedad de nuestra vida, pero en los planes de Dios no hay apuro ni demora.
Ante nuestra ansiedad por el tiempo, que anticipamos como tardanza; tal como mi padre lo hizo aquella vez, el Señor sólo contesta:
Falta poco...
Renovemos nuestras ansias por llegar, nuestro deseo de estar allí, porque...
Falta poco...
Compartamos la esperanza ante un mundo que desespera, porque...
Falta poco...
Pablo lo expresa con estas inolvidables palabras:
"Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos".
Romanos 13:11

2 comentarios:

Para cuestiones particulares que requieran respuesta, por favor envíame un mail a willygrossklaus@gmail.com