domingo, 11 de septiembre de 2011

DIOS ODIA NUESTROS CULTOS...

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”. Salmos 51:17
¿Puede Dios odiar el culto a su nombre...?
¿Odiará tal vez lo que el mismo ordenó? ¿Cómo puede ser posible?
Una de las cosas que la Biblia menciona como aborrecidas por Dios, es la falsa piedad. 
La devoción de aquellos que no son íntegros ante su presencia es una ofensa para él. 
Los cultos elaborados, las grandes ofrendas, la labor misionera que exalta al predicador antes que a Cristo, las largas oraciones; todo esto, desprovisto del espíritu correcto, es algo que Dios repudia con firmeza.
El mensaje de Isaías al Israel de sus días era tremendamente fuerte. Pero con toda seguridad podría aplicarse también al Israel de hoy: “¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré”. Isaías 1:11-15
Todos estamos de acuerdo en que los sacrificios de animales, las reuniones en sábados semanales o ceremoniales, las ofrendas y las grandes convocaciones fueron ordenadas por Dios mismo. Pero cuando el objetivo de estas se pervierte y se transforman en simple apariencia para ocultar el pecado consentido en el corazón, resultan odiosas a nuestro Dios.
Él se complace de cultos sinceros, de adoradores consagrados y humildes, de ofrendas voluntarias -cualquiera sea su valor monetario-. Todo esto él mismo lo estableció, pues espera que sus hijos le tributen alabanzas de amor.
Pero él odia la hipocresía, la fingida solemnidad de quienes en verdad están adorándose a sí mismos, los esfuerzos para impresionar los sentidos más que el corazón, odia lo absurdo de tales demostraciones faltas de verdadero amor.
Así como Dios no aprobó la ofrenda de Caín, desaprueba todo intento religioso que tenga por objetivo calmar la conciencia para perseverar en el pecado. 
La religión no debe ser un modo de olvidar a Dios que parezca recordarlo.
Dondequiera que haya cultos sin fe, ceremonias sin humildad del alma, ofrendas sin sacrificio, convocaciones sin amor por los perdidos, podemos tener la seguridad de que el Señor estará ausente.
Por el contrario, se nos dice que “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”. Salmos 51:17
Es un error pensar que, ya que los seres humanos fallamos al adorar de acuerdo a determinadas ceremonias, ritos y prácticas, las mismas ya no tienen ningún valor.
Dios mismo sentó las bases de la adoración en el antiguo Israel; y fue por inspiración divina que Moisés reveló la forma de rendir culto que era aprobada por el Señor. 
En el Nuevo Testamento, los apóstoles fijaron un sistema de culto diferente,  que excluía el sistema sacrificial pero tenía en cuenta muchas prácticas religiosas anteriores. Sirvan éstas como ejemplo:
  • Asistencia al templo: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Hebreos 10:25
  • La comunión: “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. Hechos 2:46,47
  • La organización de la iglesia: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Efesios 4:11-13
  • Los diezmos y las contribuciones sistemáticas: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.” 1ª Corintios 16:2
  • La disciplina eclesiástica: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros”. 1ª Corintios 5: 11-13
La verdadera adoración comienza en el interior de cada persona, pero trasciende nuestro ser, para enfocarse en el Único que es digno de alabanza y adoración. No se trata de formalidades, sino de alcanzar una auténtica comunión con el Soberano del Universo.
Jesús le reveló a la samaritana esta maravillosa verdad: “Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Juan 4:22-24
Adorar “en espíritu” es adorar con un espíritu humilde y contrito como la forma necesaria de acercarse a un Dios que nos ama, cuida y bendice; a pesar de nuestras flaquezas, de nuestras rebeliones y nuesta infidelidad.
Cuando reconocemos que somos pecadores necesitados de su gracia; cuando nos aproximamos con la convicción de que nada nuestro es suficientemente bueno para él; cuando, en fin, nos colocamos en situación de criaturas ante su Creador, nuestra adoración será aceptada y bendecida.
Gózate hoy en adorar al Gran Rey, en espíritu y en verdad.
“¡Canten al Señor con alegría, habitantes de toda la tierra! Con alegría adoren al Señor; ¡con gritos de alegría vengan a su presencia! Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo y somos suyos; ¡somos pueblo suyo y ovejas de su prado! Vengan a las puertas y a los atrios de su templo con himnos de alabanza y gratitud. ¡Denle gracias, bendigan su nombre! Porque el Señor es bueno; su amor es eterno y su fidelidad no tiene fin”. Salmos 100 versión Dios Habla Hoy

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