“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”. Salmos 51:17
¿Puede Dios odiar el culto a su nombre...?
¿Odiará tal vez lo que el mismo ordenó? ¿Cómo puede ser posible?
Una
de las cosas que la Biblia menciona como aborrecidas por Dios, es la
falsa piedad.
La devoción de aquellos que no son íntegros ante su presencia es una ofensa para él.
Los cultos elaborados, las grandes ofrendas, la labor misionera que exalta al predicador antes que a Cristo, las largas oraciones; todo esto, desprovisto del espíritu correcto, es algo que Dios repudia con firmeza.
La devoción de aquellos que no son íntegros ante su presencia es una ofensa para él.
Los cultos elaborados, las grandes ofrendas, la labor misionera que exalta al predicador antes que a Cristo, las largas oraciones; todo esto, desprovisto del espíritu correcto, es algo que Dios repudia con firmeza.
El
mensaje de Isaías al Israel de sus días era tremendamente fuerte. Pero
con toda seguridad podría aplicarse también al Israel de hoy: “¿Para
qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios?
Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos;
no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién
demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí
para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me
es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no
lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas
nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me
son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras
manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis
la oración, yo no oiré”. Isaías 1:11-15
Todos
estamos de acuerdo en que los sacrificios de animales, las reuniones en
sábados semanales o ceremoniales, las ofrendas y las grandes
convocaciones fueron ordenadas por Dios mismo. Pero cuando el objetivo
de estas se pervierte y se transforman en simple apariencia para ocultar
el pecado consentido en el corazón, resultan odiosas a nuestro Dios.
Él
se complace de cultos sinceros, de adoradores consagrados y humildes,
de ofrendas voluntarias -cualquiera sea su valor monetario-. Todo esto él
mismo lo estableció, pues espera que sus hijos le tributen alabanzas de
amor.
Pero
él odia la hipocresía, la fingida solemnidad de quienes en verdad están
adorándose a sí mismos, los esfuerzos para impresionar los sentidos más
que el corazón, odia lo absurdo de tales demostraciones faltas de
verdadero amor.
Así
como Dios no aprobó la ofrenda de Caín, desaprueba todo intento
religioso que tenga por objetivo calmar la conciencia para perseverar en
el pecado.
La religión no debe ser un modo de olvidar a Dios que parezca recordarlo.
Dondequiera
que haya cultos sin fe, ceremonias sin humildad del alma, ofrendas sin
sacrificio, convocaciones sin amor por los perdidos, podemos tener la
seguridad de que el Señor estará ausente.
Por el contrario, se nos dice que “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”. Salmos 51:17
Es
un error pensar que, ya que los seres humanos fallamos al adorar de
acuerdo a determinadas ceremonias, ritos y prácticas, las mismas ya no
tienen ningún valor.
Dios mismo sentó las bases de la adoración en el
antiguo Israel; y fue por inspiración divina que Moisés reveló la forma de
rendir culto que era aprobada por el Señor.
En el Nuevo Testamento,
los apóstoles fijaron un sistema de culto diferente, que excluía el sistema
sacrificial pero tenía en cuenta muchas prácticas religiosas
anteriores. Sirvan éstas como ejemplo:
- Asistencia al templo: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Hebreos 10:25
- La comunión: “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. Hechos 2:46,47
- La organización de la iglesia: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Efesios 4:11-13
- Los diezmos y las contribuciones sistemáticas: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.” 1ª Corintios 16:2
- La disciplina eclesiástica: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros”. 1ª Corintios 5: 11-13
La
verdadera adoración comienza en el interior de cada persona, pero
trasciende nuestro ser, para enfocarse en el Único que es digno de
alabanza y adoración. No se trata de formalidades, sino de alcanzar una
auténtica comunión con el Soberano del Universo.
Jesús le reveló a la samaritana esta maravillosa verdad: “Vosotros
adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la
salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque
también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es
Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que
adoren”. Juan 4:22-24
Adorar
“en espíritu” es adorar con un espíritu humilde y contrito como la
forma necesaria de acercarse a un Dios que nos ama, cuida y bendice; a
pesar de nuestras flaquezas, de nuestras rebeliones y nuesta
infidelidad.
Cuando
reconocemos que somos pecadores necesitados de su gracia; cuando nos
aproximamos con la convicción de que nada nuestro es suficientemente
bueno para él; cuando, en fin, nos colocamos en situación de criaturas
ante su Creador, nuestra adoración será aceptada y bendecida.
Gózate hoy en adorar al Gran Rey, en espíritu y en verdad.
“¡Canten
al Señor con alegría, habitantes de toda la tierra! Con alegría adoren
al Señor; ¡con gritos de alegría vengan a su presencia! Reconozcan que
el Señor es Dios; él nos hizo y somos suyos; ¡somos pueblo suyo y ovejas
de su prado! Vengan a las puertas y a los atrios de su templo con
himnos de alabanza y gratitud. ¡Denle gracias, bendigan su nombre!
Porque el Señor es bueno; su amor es eterno y su fidelidad no tiene
fin”. Salmos 100 versión Dios Habla Hoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para cuestiones particulares que requieran respuesta, por favor envíame un mail a willygrossklaus@gmail.com