"Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros". 1º Pedro 5:7.
Las penas, la ansiedad, el descontento, el remordimiento, el sentimiento de culpabilidad y la desconfianza, menoscaban las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte.
Este sentimiento de culpabilidad debe dejarse al pie de la cruz del Calvario. Este sentimiento de pecaminosidad ha envenenado las fuentes de la vida y de la felicidad verdadera. Ahora Jesús dice: “Colóquenlo todo sobre mí; yo llevaré el pecado de ustedes; les daré paz; no sigan destruyendo su respeto propio, porque yo los he comprado al precio de mi propia sangre.” Me pertenecen; yo fortaleceré su voluntad debilitada y eliminaré el remordimiento que sienten por su pecado.
Ahora vuelvan con corazón agradecido, temblando de inseguridad, pero aférrense de la esperanza que les ha sido propuesta. Dios acepta el corazón quebrantado y contrito. Les ofrece un perdón gratuito. Les ofrece adoptarlos en el seno de su familia, y fortalecer su debilidad por medio de su gracia; luego el amado Jesús los guiará paso a paso si tan sólo desean colocar su mano en la suya y permitirle que él los guíe.
Satanás se esfuerza por alejar nuestras mentes del poderoso Ayudador, para inducirnos a cavilar acerca de la degeneración de nuestra alma. Pero aunque Jesús conoce la culpa del pasado, nos habla de perdón; y no podemos deshonrarlo dudando de su amor...
Si usted siente que es el peor de los pecadores, Cristo es exactamente lo que necesita: el más grande Salvador. Levante su cabeza y deje de mirarse a usted mismo, retire la vista de su pecado, y contemple al Salvador levantado; mire más allá de la mordedura venenosa de la serpiente y vea al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
El ha llevado la carga de nuestra culpa. El quitará el peso de nuestros hombros cansados. Es él quien nos dará descanso. También llevará nuestra carga de preocupaciones y tristezas. Nos invita a depositar todos nuestros cuidados sobre él, porque nos lleva sobre su corazón.
Cuando se recibe el Evangelio en su pureza y con todo su poder, es un remedio para las enfermedades originadas por el pecado. Sale el Sol de justicia, “trayendo salud eterna en sus alas” Malaquías 4:2...
El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libra al alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida.
Este sentimiento de culpabilidad debe dejarse al pie de la cruz del Calvario. Este sentimiento de pecaminosidad ha envenenado las fuentes de la vida y de la felicidad verdadera. Ahora Jesús dice: “Colóquenlo todo sobre mí; yo llevaré el pecado de ustedes; les daré paz; no sigan destruyendo su respeto propio, porque yo los he comprado al precio de mi propia sangre.” Me pertenecen; yo fortaleceré su voluntad debilitada y eliminaré el remordimiento que sienten por su pecado.
Ahora vuelvan con corazón agradecido, temblando de inseguridad, pero aférrense de la esperanza que les ha sido propuesta. Dios acepta el corazón quebrantado y contrito. Les ofrece un perdón gratuito. Les ofrece adoptarlos en el seno de su familia, y fortalecer su debilidad por medio de su gracia; luego el amado Jesús los guiará paso a paso si tan sólo desean colocar su mano en la suya y permitirle que él los guíe.
Satanás se esfuerza por alejar nuestras mentes del poderoso Ayudador, para inducirnos a cavilar acerca de la degeneración de nuestra alma. Pero aunque Jesús conoce la culpa del pasado, nos habla de perdón; y no podemos deshonrarlo dudando de su amor...
Si usted siente que es el peor de los pecadores, Cristo es exactamente lo que necesita: el más grande Salvador. Levante su cabeza y deje de mirarse a usted mismo, retire la vista de su pecado, y contemple al Salvador levantado; mire más allá de la mordedura venenosa de la serpiente y vea al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
El ha llevado la carga de nuestra culpa. El quitará el peso de nuestros hombros cansados. Es él quien nos dará descanso. También llevará nuestra carga de preocupaciones y tristezas. Nos invita a depositar todos nuestros cuidados sobre él, porque nos lleva sobre su corazón.
Cuando se recibe el Evangelio en su pureza y con todo su poder, es un remedio para las enfermedades originadas por el pecado. Sale el Sol de justicia, “trayendo salud eterna en sus alas” Malaquías 4:2...
El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libra al alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida.
Extraído del libro "Exaltad a Jesús" sin comentarios de mi parte
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