“¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?” Job 11:7 
Después de haber escrito la entrada anterior, alguien me reprendió porque “presentaba dudas sobre la Palabra de Dios”.
No  era mi propósito sembrar inquietud ni hacer que alguien pierda la fe en  la Biblia. El mismo hecho de que existan cosas que no podemos entender  en las Escrituras debería llevarnos a orar en busca de luz, a humillar  nuestro corazón y a buscar consejo en el Señor. 
Cuando  recién me convertí, escuchaba maravillado a los predicadores que  exponían el mensaje con tanta seguridad, leía los estudios de los  eruditos y los comentarios de la Biblia, creyendo en mi inocencia que  todo ya estaba descubierto y explicado con total autoridad.  
Con  el tiempo fui comenzando a diferenciar las enseñanzas correctas de las  meras especulaciones y las suposiciones de los seres humanos. Mucho de lo que  leí o escuche, hoy me doy cuenta que eran simples productos de mentes tan  limitadas como la mía o la suya. 
Algunas  doctrinas que se presentaban como verdad en algunos círculos religiosos  hace apenas algunas décadas, ya no se enseñan hoy.  Algunas opiniones  (sobre las profecías especialmente), cayeron bajo el peso de los hechos.  
Y  eso no es que esté mal. Necesitamos colocarnos más como alumnos y menos  como maestros; debemos ser como niños, dispuestos a aprender y abandonar nuestras  ideas preconcebidas sin remordimientos cuando nos percatemos que no son  la verdad. 
Mi autora preferida escribió lo siguiente, que considero verdadero: “Como  el carácter de su Autor divino, la Palabra de Dios presenta misterios  que no podrán nunca ser plenamente comprendidos por los seres finitos.  Dirige nuestra mente al Creador,  "que habita en luz inaccesible." (1  Tim. 6:16.) Nos presenta sus propósitos, que abarcan todas las edades de  la historia humana, y cuyo cumplimiento se alcanzará únicamente en los  siglos sin fin de la eternidad. Llama nuestra atención a temas de  infinita profundidad e importancia concernientes al gobierno de Dios y  el destino del hombre. La entrada del pecado en el mundo, la encarnación  de Cristo, la regeneración, la resurrección y muchos otros temas  presentados en la Biblia, son misterios demasiado profundos para que los  explique la mente humana, o siquiera los comprenda plenamente. Pero  Dios nos ha dado en las Escrituras suficientes evidencias de su carácter  divino, y no debemos dudar su Palabra porque no podamos comprender  todos los misterios de su providencia”. Joyas de los Testimonios Tomo 2 pags. 303,304
En  la historia que presenté en la entrada anterior, registrada en los  libros 2ª de Samuel 24 y 1ª Crónicas 21 aparecen algunas discrepancias  que prometí aclarar en lo posible. 
¿Por qué hay relatos en la Biblia que tienen diferencias? ¿Se trata de errores de copiado o cosas por el estilo?
Tenemos que ser cuidadosos aquí, para no quitarle autoridad a la Palabra.
En  primer lugar, no existen los originales de la Biblia, por lo que los  eruditos comparan entre sí los manuscritos disponibles, dando preferencia a los más antiguos -casi todos con pequeñas variaciones en el texto-, a fin de establecer cual es el texto más probable. La traducción a nuestro idioma también hace que  haya múltiples versiones en castellano, pues cada traductor plasma con  palabras diferentes la misma idea. Esto,  en vez de ser un problema, ha enriquecido nuestra comprensión de las  Escrituras, pues al consultar las diferentes versiones, tenemos una  visión más amplia de lo que el texto significa.
En  segundo lugar, los relatos como el que cito, o algún otro (podría haber  tomado, por ejemplo los diferentes relatos del o los endemoniados de  Gadara); tienen detalles que difieren, pero que pueden explicarse  conociendo un poco más el contexto, las características de la cultura  bíblica y el pensamiento oriental, o algo de historia y geografía. 
Lo  que antecede no constituye en modo alguno una disculpa de mi  ignorancia, sino un intento de que el árbol no nos impida ver el bosque.  
Ahora; lo prometido. 
En  la historia del censo que encargó David y que resultó en una masiva  mortandad del pueblo, pueden verse dos registros que no son idénticos.  Esto es bueno, pues se trata de dos testimonios diferentes. 
Si  se tratara de un caso judicial, el que dos testigos declaren  exactamente lo mismo, hace sospechar que se han puesto de acuerdo en  mentir. Se espera que distintos testigos aporten elementos diferentes.
 ¿Por qué no esperar lo mismo de la Biblia?
Entiendo que las divergencias se deben, además, a lo siguiente:
- En el caso de si el instigador fue Dios o Satanás, sucede lo mismo que en el libro de Job. Satanás es el causante del mal, pero es el Señor quien debe permitir que lo cause. El enemigo no tiene más poder ni más esfera de acción que la que la Deidad le confiere.
 - La cantidad de censados varía en este caso dependiendo de que tribus fueran censadas y si se trataba de fuerzas regulares o de reservas. El largo tiempo que demandó el censo demuestra que se hizo cabalmente; no obstante, en aquellos tiempos el reino de David incluía bajo su dominio a otros pueblos que no eran israelitas, pero formaban parte del ejército del rey.
 - El tiempo del castigo del hambre puede entenderse como una variante literal y una poética del mismo asunto.
 - El nombre del dueño no es en realidad una dificultad, pues con mucha frecuencia aparecen personajes llamados por más de un nombre. Ver para el caso el nombre de Mateo, que aparece como Leví en los relatos paralelos. O el de Pedro, que es llamado Simón (su nombre original) y también en su equivalente hebreo Cefas.
 - El diferente precio pagado dependería de si se considera el lugar donde se trillaba el trigo (la era), o de todo el campo.
 
Si  no les satisfacen las razones presentadas, no me enojo. Estoy dispuesto  a escuchar mejores razones. Pero si las pequeñas cosas que aparecen en  la Biblia nos hacen perder la confianza en su inspiración, deberíamos  considerar lo siguiente:
“Son  bendecidos con la luz más clara los que están dispuestos a aceptar los  oráculos vivientes por la autoridad de Dios. Si se les pide que  expliquen ciertas declaraciones sólo pueden contestar: "Así se presenta  el asunto en las Escrituras." Están obligados a reconocer que no pueden  explicar la operación del poder divino ni la manifestación de la  sabiduría divina. Es como el Señor se propuso que fuera, que nos  hallemos obligados a aceptar algunas cosas solamente por la fe.  Reconocer esto es admitir que la mente finita es inadecuada para  comprende lo infinito; que el hombre, con su conocimiento limitado  humano, no puede comprender los propósitos de la Omnisciencia”. Idem pag. 305
Finalmente,  cierro este comentario con la idea que se le escapó a David. Él no  aceptó consejos y se tuvo que enfrentar a las consecuencias de su  obstinación. 
Para  todo lo que la iglesia tiene que enfrentar, no basta con la sabiduría  de un solo hombre o mujer. Deberíamos reconocer que nuestra comprensión  tiene sus límites y ser humildes al buscar ayuda en las siguientes  fuentes:
- Consejos de hombres de fe y experiencia. “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; Mas en la multitud de consejeros hay seguridad”. (Proverbios 11:14)
 - Consejos del cuerpo de la iglesia. “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (Hechos 6:2,3)
 - Consejos del Espíritu Santo. “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias” (Hechos 15:28)
 
Fue  la soberbia y el orgullo de los fariseos lo que les impidió ver la  verdad con claridad y terminaron crucificando al Señor. No lo perdamos de vista ni lo crucifiquemos de vuelta en el altar de nuestras propias opiniones;  más bien busquemos tener la sabiduría de lo alto en cada decisión que tomemos.
Esa si es una buena idea. 

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