viernes, 13 de mayo de 2011

¿TODO ISRAEL SERÁ SALVO?

“Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”. 1 Samuel 2:30
Estas tremendas palabras dirigidas a Elí a causa del pecado de sus hijos presentan con claridad la conducta que sigue Dios para con aquellos que elige. 
Su elección o rechazo de los instrumentos humanos no se basa en emociones ni sentimientos pasajeros de aprobación o desaprobación de nuestros actos. Está basada en su gracia, amor y justicia; se halla condicionada únicamente por la respuesta humana a dicha vocación.
Desde el comienzo de la historia, Él eligió a personas para que sean sus mensajeros de misericordia a un mundo hundido en el pecado; posteriormente, puso esa responsabilidad sobre Abraham y su descendencia.
El propósito de Dios para con este pueblo era diferente del que tuvo con los individuos. Era mucho más abarcante que llevar el mensaje de salvación, pues ellos eran el mensaje.
Por medio de Israel, el Señor quería dar al mundo un ejemplo práctico de como se vive en una comunidad de fe; de las bendiciones que reciben los que son obedientes a sus mandamientos, de la paz, el amor y la armonía que tienen los que guardan sus leyes y de la perfecta salud que se obtiene al vivir en armonía con sus estipulaciones.
Los descendientes de Jacob no debían ir a todo el mundo a predicar, sino establecerse en un lugar fijo e iluminar desde allí al mundo. Su misión era centrípeta, no centrífuga. Debían recibir a los gentiles, no ir a ellos, para mostrarles el amor de Dios.
Pero ellos fallaron en ese propósito vez tras vez (salvo en honrosas excepciones), teniendo que recibir castigos y reprensiones debido a su rebelión y apostasía en muchas ocasiones.
En el desierto, durante los días de los jueces, en tiempos de la monarquía dividida, e incluso después del cautiverio en Babilonia, se apartaron de Dios para seguir a los ídolos y las atracciones del mundo.
Apenas durante breves períodos, -durante el mandato de Josué, en los reinados de David y Salomón, con Josías y Ezequías como reyes, y bajo la dirección de Esdras y Nehemías, por ejemplo-, vivieron a la altura de los planes divinos para ellos.
La continua misericordia de Dios los perdonaba y restauraba, pero cuando Cristo -el Mesías largamente esperado- vino, colmaron la medida de su maldad rechazando no solo al Salvador, sino su mismo cometido como pueblo y fueron a su vez rechazados por Dios.
Jesús lamentó su terrible obstinación con estas palabras: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor”. Mateo 23:37-39
Su rechazamiento, entonces, ¿fue definitivo?
Pablo trata este asunto en el libro de Romanos en forma extensa (ver capítulos 9-11). Los gentiles que se habían convertido al evangelio en aquellos días habían llegado a la conclusión de que los israelitas ya no constituían el pueblo de Dios de ninguna forma. Y razón no les faltaba para creerlo, pues se oponían duramente a la predicación de las buenas nuevas de salvación en Cristo y eran tenidos además por enemigos del imperio.
Corrige ese pensamiento discriminatorio diciendo: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo: Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme? Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal. Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia”. Romanos 11:1-1-5
En este pasaje hay dos elementos a los cuales debemos prestar atención para entenderlo correctamente:
  • Dios no se equivoca al elegir.
  • El remanente.
Pablo basa aquí su argumento sobre la elección en su propio caso. Dios eligió al pueblo de Israel y él no se equivoca al elegir. Yo mismo soy israelita y descendiente de Abrahám -afirma-, y sigo formando parte del pueblo de Dios, por lo tanto la elección sigue firme.
Ahora, Pablo era apenas un israelita ¿Qué sucedería con Israel como nación?
La mención de Elías resulta ilustrativa; este profeta había luchado en favor del Señor en un período de profunda apostasia, pero al reclamar que se había quedado solo, Dios le dice que aún quedaban siete mil hombres fieles de su pueblo. Él no trabaja con individuos aislados; ha llamado un pueblo y es su deseo salvar a la mayor cantidad posible de ellos.
La lección evidente es que aún cuando los hombres fallen en cumplir los propósitos divinos, nuestro bondadoso y fiel Señor no conoce el fracaso. Siempre tuvo y siempre tendrá hijos fieles entre su pueblo -y fuera de él- que lo honrarán con su fe. A contramano de los deseos del Enemigo de las almas, la línea de los que le obedecen, la “simiente de la mujer”, no se ha cortado a lo largo de la historia, y continuará hasta el fin del tiempo.
A los gentiles creyentes de su tiempo, Pablo les advierte que Dios no permite que se malogren sus planes: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios ”. Romanos 11:25-29
¡Alabado sea nuestro buen Dios, por ser tan persistente en sus propósitos de misericordia!
A su pueblo infiel todavía le ofrece el perdón de sus pecados. 
Luego, ¿todo Israel será salvo? 
Nos resta considerar el aspecto del remanente para clarificar este asunto. Lo haremos en la siguiente entrada. Mientras tanto, recordemos que el Señor dijo “yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”. 1 Samuel 2:30
Dios nos ha llamado a formar parte de su pueblo; ¿lo honraremos con nuestras palabras, vidas y testimonio?

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