“Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino;
Pues se inflama de pronto su ira.
Bienaventurados todos los que en él confían”. Salmos 2:12
Bien pueden acusarme de buscar textos extraños en la Biblia, pues el citado es uno de ellos.
La primera parte del versículo presenta una advertencia referente a no causar la ira del Hijo de Dios; ¿te imaginas a un Jesús rabioso?
Y la parte final consiste en una bienaventuranza ¿un tanto contradictorio, verdad?
Pero si leemos todo el Salmo 2, veremos que habla de los reyes (o cualquier autoridad) que se rebelan contra la supremacía de Dios. Desde el punto de vista divino, ver al ser humano levantándose contra su Creador es, además de doloroso, un completo y total despropósito.
En estos tiempos de intensa agitación internacional, el elemento unificador es el olvido de Dios. Nadie lo tiene en cuenta o invoca su auxilio para salir de esta situación (excepto algunos fanáticos religiosos).
Existe una adversión y rebeldía -implícita o explícita-, contra todo lo que sea o recuerde a Dios; su nombre, su iglesia, su autoridad, sus instituciones y ritos, sus leyes o sus símbolos. Es ya mayor pecado social ostentar una cruz en cualquier parte, que tener una conducta sexual aberrante. Se prohibe a los deportistas manifestar su fe o devoción cristiana, mientras casi nadie se opone a que tengan conductas egoístas y malintencionadas (en tanto sean exitosos).
Quiero cerrar esta serie sobre Jesús, el respeto y la autoridad, examinando los principios que surgen del encuentro del Señor con el procurador romano:
“Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene. Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone... Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César”. Juan 19:10-15
- La autoridad viene de arriba. Deberían recordarlo los que están en autoridad, como Pilato. El creía que se hallaba en dominio de la situación por el hecho de que ostentaba poder; pero como lo descubrió en presencia del Salvador, su poder era apenas una modesta delegación de Roma, que a su vez recibía su poder desde lo alto.
- ¡He aquí a vuestro rey! Por más que el Señor estaba lastimado, abusado y sangrante, su porte digno y su calma ante los insultos y maltratos de la multitud lo recomendaban como el verdadero Rey de Israel. El contraste con las autoridades civiles era más que evidente.
- Rebelarse contra la autoridad divina es un pecado potenciado por la obstinación ciega de quienes la desconocen. El conocimiento de la verdad hace más grave su rechazo, por lo que estos hombres llenaron la medida de su culpabilidad al ir contra su propia conciencia.
- El respeto a la autoridad de Dios siempre está en conflicto con las ambiciones de poder de los hombres. El egoísmo no puede convivir con el respeto al señorío de Cristo. Cuando Pilato les presentó al Redentor como su rey, su corazón impenitente se negó a reconocerlo y eso fue su perdición.
- En ese conflicto, le toca a cada ser humano elegir de que lado va a estar. Si se somete a la autoridad divina o cede ante la presión de la autoridad civil. Los judíos que condenaron a Jesús eligieron como rey a un gobernante terrenal y despreciaron al Señor de la vida.
Pero recordemos que el texto inicial culminaba con una bienaventuranza. El mismo Rey que fue crucificado vendrá como Rey del Universo para asumir el mando de este descarriado planeta.
Termino donde empecé, en la obra de purificación que Dios desea hacer en el templo del alma, antes de purificar el mundo con fuego. La rebeldía contra su autoridad traerá frutos amargos. “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” Romanos 1:18
Su venida hará estremecer de terror a todos los que despreciaron su soberanía; pero a quienes lo recibieron como su Salvador, su venida les será motivo de gran regocijo.
Te invito hoy a someterte a la potestad del Hijo
Bienaventurados todos los que en él confían”. Salmos 2:12
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