viernes, 22 de octubre de 2010

GRACIAS SEÑOR


Gracias Señor, por tu voz tan quieta
que se hace oír cuando el dolor aprieta
y es como ungüento de consuelo santo
que neutraliza mi cruel quebranto.

Gracias Señor, por tu amistad contínua
que me liberta de toda ruina
dándome fuerza para seguir
por el sendero del buen vivir.

Gracias Señor, porque tú existes
para los pobres, para los tristes,
para el humilde de corazón
que arrepentido busca el perdón.

En fin, Señor, gracias por todo
lo que eres, y por el modo
tan compasivo que hay en tí.
Yo soy tu hijo, ven, mora en mí. 

Autor anónimo

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