jueves, 30 de diciembre de 2010

LUCHANDO CON DIOS

"Pleito tiene Jehová con Judá para castigar a Jacob conforme a sus caminos; le pagará conforme a sus obras. En el seno materno tomó por el calcañar a su hermano, y con su poder venció al ángel. Venció al ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó; en Bet-el le halló, y allí habló con nosotros".  Oseas 12:2-4
¿Has pasado alguna vez una noche de angustia?
Ante la soledad o el derrumbe financiero, ante el dolor de la enfermedad o el fallecimiento de un ser amado, o a causa de un accidente, o por la tristeza de un divorcio...
Estoy seguro que cada ser humano que habita o habitó este castigado mundo tiene alguna noche penosa para computar.
En la larga jornada de regreso a su hogar; Jacob tuvo tiempo de pensar en sus enredos, mentiras y falsedades. Aún más, al enterarse de que su hermano venía a su encuentro con hombres armados se angustió mucho. Pero no era su relación con los hombres su mayor temor; sino su situación ante Dios la que realmente le angustiaba.
¿Habían sido perdonados sus engaños anteriores? ¿Tendría aún algún pecado sin confesar? El recuerdo de sus pasadas transgresiones torturaba su conciencia y deseaba obtener la plena seguridad del perdón divino.
"Y se levantó aquella noche, y tomó sus dos mujeres, y sus dos siervas, y sus once hijos, y pasó el vado de Jaboc. Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices".  Génesis 32:22-26
Al llegar al arroyo había decidido pasar la noche solo, velando en oración, pero sus ruegos se vieron interrumpidos por un visitante a quién tomó por adversario. Al advertir que era un ser celestial dejó de luchar, se aferró a él, y suplicó su bendición.
"Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma. Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su cadera". Génesis 32:27-31
La lucha de Jacob con el "ángel" (al parecer era el Señor mismo), es un símbolo adecuado del combate que cada cristiano debe enfrentar; incluso es un símbolo del conflicto final que tendremos con los poderes del mal antes que Cristo venga.
Es paradójico, pero vencemos cuando dejamos de confiar en nuestras propias fuerzas y nos aferramos de Jesús; triunfamos cuando reconocemos la inutilidad de nuestros propios esfuerzos por lograr la salvación; somos fuertes al sabernos débiles y triunfamos en la derrota.
Dice una gran verdad el siguiente comentario: "Mediante la humillación, el arrepentimiento y la sumisión, aquel mortal pecador y sujeto al error, prevaleció sobre la Majestad del cielo. Se aferró tembloroso a las promesas de Dios, y el Amor infinito no pudo rechazar la súplica del pecador. Como señal de su triunfo y como estímulo para que otros imitasen su ejemplo, se le cambió el nombre; en lugar del que recordaba su pecado, recibió otro que conmemoraba su victoria. Y al prevalecer Jacob con Dios, obtuvo la garantía de que prevalecería al luchar con los hombres. Ya no temía arrostrar la ira de su hermano; pues el Señor era su defensa". El Conflicto de los Siglos Página 617
En el tiempo del fin, cuando la mediación de Cristo haya terminado, cada caso haya sido decidido, y todas las fuerzas del mal se hayan aliado para destruir al pueblo fiel de Dios, tendremos una experiencia similar. El foco del conflicto final estará en estos tres aspectos: la obediencia, la lealtad y la adoración.
A quién rindamos fidelidad hará la diferencia entre salvarse o perderse.
Ante la perspectiva del encuentro con el Señor, cada verdadero creyente será asaltado por Satanás para que deje de poner su confianza en el amor perdonador de Dios. Nos tentará a pensar que nuestros pecados son demasiado graves para ser perdonados, que la mancha de transgresión no puede ser borrada. Nuestra fe será probada hasta lo sumo. Pero así como Jacob venció, podemos vencer nosotros.
Para entrar al cielo debemos ser santos, así como él es santo. Nuestro carácter debe reflejar el carácter sin mancha de Cristo Jesús. Nuestras vestiduras deben tener la blancura de su justicia.
Y aunque no alcanzaremos el blanco por medio de nuestros esfuerzos, se requiere una lucha.
Luchar con Dios en oración, buscando ser "aceptos en el amado" (Efesios 1:6). Debemos prevalecer además contra el mundo, el diablo y la carne; esforzándonos no para ser buenos y justos ante Dios, sino para aferrarnos a Jesús y soltar los ídolos de este mundo que hemos aferrado. Debemos obrar en ese sentido nuestra salvación "con temor y temblor" (Filipenses 2:12).
Me gusta mucho la expresión que vierte la RVR 1960: dice allí que "le salió el sol".
No dice simplemente que amaneció, sino que el sol salió para él. En esa vivencia intensamente personal, para Jacob había salido el Sol de Justicia trayendo sanidad en sus alas. Tenía ahora un nombre nuevo, una nueva experiencia y una renovada esperanza. Había luchado con Dios y los hombres y había vencido. Su victoria debe ser la nuestra, porque cada hijo e hija de Dios cruzará las puertas de perlas de la ciudad celestial como vencedor.
Dios te dice hoy como a Jacob en Betel: "alcanza la victoria".
Aférrate pues a los pies de Jesús, resuelto a no soltarte hasta haber obtenido su bendición.

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