lunes, 11 de octubre de 2010

EL PECADO, ¿TIENE ALGO POSITIVO?

"Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro". Romanos 5:20, 21
¿Tiene algo de positivo el pecado?
Respuesta: No, no, no y mil veces no.
No obstante, algunas personas al leer el texto del principio llegan a la conclusión de que el pecado fue necesario para que conozcamos la gracia y el perdón de Dios. Encuentran un saldo positivo en la aparición del mal, pues dicen que así pudimos experimentar su gracia redentora, lo que no habría sucedido en un universo perfecto y libre de pecado.
Esto es un engaño, porque el carácter y los propósitos de Dios son totalmente contrarios a este fenómeno, llamado en las Escrituras "el misterio de iniquidad". Él no tiene nada que ver con dicho misterio, puesto que:
  • El pecado es enemistad, pero Dios es amor.
  • El pecado es tinieblas, Dios es luz.
  • El pecado es error, Dios es la verdad.
  • El pecado es muerte, Dios es vida.
Podríamos seguir, pero es suficiente. No puede haber mayor contraste.
Sin embargo todavía queda la pregunta ¿cómo surgió?
Las siguientes citas son esclarecedoras al respecto:
Es imposible explicar el origen del pecado y dar razón de su existencia... Nada se enseña con mayor claridad en las Sagradas Escrituras que el hecho de que Dios no fue en nada responsable de la introducción del pecado... El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser pecado... Es la manifestación exterior de un principio en pugna con la gran ley de amor que es el fundamento del gobierno divino (El Conflicto de los Siglos, págs. 546-547).
El pecado apareció en un universo perfecto... La razón de su principio o desarrollo nunca fue explicada, y no puede serlo, aun en el último gran día cuando el juez se sentará y se abrirán los libros... En aquel día será evidente para todos que no hay, ni nunca hubo, ninguna causa para el pecado. En la condenación final de Satanás y de sus ángeles y de todos los hombres que finalmente se hayan identificado con él como transgresores de la ley de Dios, toda boca quedará callada. Quedará muda la hueste de la rebelión, desde el primer gran rebelde hasta el último transgresor, Cuando se le pregunte por qué ha quebrantado la ley de Dios (Signs of the Times, 28-4-1890).
Para nuestras mentes racionales resulta extraña una consecuencia sin causa, un fenómeno sin explicación, algo que existe pero que no podemos definir. Queremos saber el orígen y significado de todo, hallar explicaciones para cada cosa. Por eso mismo, es frustrante que el terrible flagelo que quitó la paz y la armonia del universo de Dios sea inexplicable.
Pero aunque no podamos dar razón de su existencia, podemos ver sus efectos: dolor, tristeza, sufrimiento, alienación, conflictos, miseria, odio, angustia, locura, enfermedades, traición, enemistad...
Su corolario, la destrucción eterna de millones de seres creados y amados por Dios.
El abordaje del problema del pecado debe hacerse entonces por contraste.
  1. Así como las estrellas parecen brillar con mayor fuerza cuando la noche es más oscura, la luz de la misericordia y la bondad de Dios se hicieron más evidentes en su trato con el pecado. Las tinieblas no pueden lograr que las estrellas brillen más, sinó que las hacen más visibles a nuestros ojos. La inmutable gracia de nuestro Salvador existió siempre, pues forma parte de su carácter; la aparición del pecado solo manifestó lo que ya estaba allí, con mayor gloria todavía.
  2. Así como el niño enfermo percibe el amor de su madre por su incesante cuidado durante su padecimiento, podemos ver el amor divino en su constante providencia para librarnos del mal. Pero, tal como en el ejemplo, se trata de un amor que no nace con la ocasión sinó uno que se expresa con mayor claridad en la adversidad.
  3. Honramos a los héroes que dan su vida por salvar a otros, pero esa cualidad heroica no se formó debido a la necesidad, es anterior a ella. Del mismo modo, la decisión de Jesús de morir por nosotros para salvarnos del pecado fue anterior a su aparición, un milagro de su gracia que anticipó nuestra necesidad. Él es "el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo" (Apocalipsis 13:8).
No existe el mal por algún acto u omisión del Señor. Existe por una decisión personal. Cuando Lucifer dio cabida a pensamientos equivocados y libremente eligió acariciarlos y engrandecerlos, se colocó en oposición al gobierno divino. Quien debía honrar a Dios se comenzó a honrar a sí mismo. La criatura locamente se convenció que podía llegar a ser como su Creador. La rebelión se gestó en un ser perfecto, y su simiente fructificó y arruinó la existencia de millones de ángeles y de seres humanos que se hundieron para siempre en la desgracia.
Todos los demás tropezamos con la misma piedra.
Si Cristo no hubiera accedido a convertirse en nuestro sustituto, ninguno de nosotros podría ser salvo jamás. Fue en la hora de mayor peligro para el universo que Dios actuó proveyendo el camino de salida para escapar de la condenación. Las acciones de la Deidad fueron simple consecuencia de su carácter misericordioso y amante. Su justicia, su gracia y su poder para redimir se hicieron evidentes, aunque eran preexistentes.
El pecado finalmente engrandeció el amor de Dios; esto no constituye una victoria de parte del  pecado, sino que resultó su mayor derrota.
No le adjudiquemos pues ningún mérito. En el día final, como dice la cita anterior, ningún pecador tendrá nada que decir a su favor. Todos los labios confesarán (incluso Satanás mismo), que Dios fue totalmente justo en su trato con el mal y sus seguidores.
Más bien, anticipemos ese día cuando su amargo reinado por fin terminará: "Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación". Isaías 25:8,9

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