miércoles, 5 de mayo de 2010

PRUEBA DE FUEGO

La Biblia dice que: "la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará." 1º Cor. 3:13.
Personalmente estoy un tanto cansado de recibir correos, escuchar y ver publicadas las contiendas entre hermanos, pues considero que aunque alguien piense diferente yo lo debo considerar mi hermano, no mi adversario.
Los resultados de tanto debate por lo que cada quien considera prioritario y las acusaciones cruzadas de apostasía, únicamente resultan en descrédito de la fe, pérdida de almas y abandono de nuestra misión. 
Mi posición al respecto es clara en este blog.
Creo fervientemente que la iglesia Adventista sigue siendo la iglesia remanente de la profecía ,(Laodicea, más precisamente) y entiendo que los problemas y la tibieza de la iglesia los solucionará el Espíritu y no los debates o argumentos humanos. Oro por esto cada día.
Creo también que Dios está llamando a los hombres y mujeres en todo el mundo a formar un solo rebaño bajo un solo e infalible Pastor. El mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14 apunta en esa dirección.
La IASD así como el pueblo de Israel del AT, tiene pasajes gloriosos por la intervención de Dios y pasajes lastimosos cuando los hombres han  sido los que dejaron su impronta.
  • Al pie del monte Sinaí, en la misma gloriosa presencia de Dios, los israelitas levantaron el becerro de oro ante la pasividad de todos sus líderes que por lo general no tienen un mayor nivel espiritual que el conjunto de la iglesia de la cual surgen (no carguemos las tintas solo en los dirigentes).
  • Al borde de la tierra prometida el quejoso pueblo que había sido testigo de grandes maravillas y de la poderosa intervención divina en Egipto y en el desierto, se rebeló masivamente.
  • De la mano de Jeroboam, diez de las tribus se volvieron a la idolatría y levantaron sendos becerros de oro en los límites de sus territorios para diferenciarse de sus hermanos de Judá.  
  • Satanás ha logrado que estemos hoy en el mismo estado en que se encontraban los discípulos la noche previa a la crucifixión de Jesús: enemistados, distraídos y dormidos. 
Los ejemplos de esta inconsecuencia humana abundan en la Biblia y en nuestra experiencia reciente..
Pero en el día de Pentecostés, "Mientras los discípulos esperaban el cumplimiento de la promesa, humillaron sus corazones con verdadero arrepentimiento, y confesaron su incredulidad. Al recordar las palabras que Cristo les había hablado antes de su muerte, entendieron más plenamente su significado. Fueron traídas de nuevo a su memoria verdades que habían olvidado, y las repetían unos a otros. Se reprocharon a sí mismos el haber comprendido tan mal al Salvador... Cuando meditaban en su vida pura y santa, sentían que no habría trabajo demasiado duro, ni sacrificio demasiado grande, si tan sólo pudiesen ellos atestiguar con su vida la belleza del carácter de Cristo. ¡Oh, si tan sólo pudieran vivir de nuevo los tres años pasados, pensaban ellos, de cuán diferente modo procederían! Si sólo pudieran ver al Señor de nuevo, cuán fervorosamente tratarían de mostrar la profundidad de su amor y la sinceridad de la tristeza que sentían por haberle apenado con palabras o actos de incredulidad. Pero se consolaron con el pensamiento de que estaban perdonados. Y resolvieron que, hasta donde fuese posible, expiarían su incredulidad confesándolo valientemente delante del mundo". Hechos de los Apóstoles pag. 36
Tuvieron que arrepentirse de muchas cosas que habían hecho y dicho y llorar por las oportunidades perdidas de demostrar amor a Jesús. Que no nos pase lo mismo en el día de su venida. 
La lección más importante  que nos presentan estos relatos, es que Dios no los desechó a pesar de sus flaquezas y debilidades.
Deberíamos aprender de la misericordiosa y fiel actitud de nuestro gran Salvador, que tiene compasión por los perdidos dentro y fuera de su pueblo y enfocarnos en la labor suprema de preparar un pueblo para su regreso.
Necesitamos volver a la Biblia ciertamente, necesitamos orar mucho más, pero por sobre todo debemos concentrar nuestras energías en predicar el evangelio a un mundo que perece. Esa y no otra es nuestra tarea.
Cualquiera sea nuestro pensamiento, el fuego de la prueba del tiempo de angustia probará sobre qué hemos estado edificando. No permitamos que nuestra obra se queme al ser hallada como heno, paja u hojarasca reseca, seamos oro refinado por el Señor. .

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