lunes, 24 de mayo de 2010

FELICIDAD

Ayer me invitaron a un programa en una radio secular de mi ciudad, en el cual el tema a tratar era nada menos que la felicidad.
Quien conducía el panel me preguntó como introducción: ¿la felicidad existe?
Luego, cada uno de los panelistas aportó su visión de que era y comó se obtenía la felicidad. Fue en este punto en donde las convicciones que expresé como creyente en Cristo no coincidieron con las de los demás (me preguntaron especialmente acerca de mi fe).
No había ido allí a discutir, así que, en oración pedí ayuda para permitir que la verdad brillara por sí misma. No solamente me permitieron hablar bastante, sino que también aprendí algunas cosas de los que participaron, y principalmente de la síntesis que al fin de cada bloque hizo el conductor del programa.
Posteriormente surgieron estos temas:
  • ¿Es lo mismo ser feliz que estar feliz?
  • ¿Cuál es la diferencia entre felicidad y satisfacción?
  • ¿La felicidad viene de adentro o de afuera? (había una maestra de yoga en el panel).
  • ¿Se puede ser feliz todo el tiempo?
Había comenzado yo diciendo que "felicidad se escribe con fe", como una manera de enfocar la atención hacia el mensaje de la Biblia. Para mi sorpresa, el resto del diálogo giró alrededor de lo espiritual. Fue una experiencia provechosa en la que pude testificar de mi esperanza en la Segunda Venida de Cristo como el medio divino para que la felicidad sea universal. 
Pero dejemos lo mío y vayamos al punto. 
En el Sermón del Monte, el Maestro divino expresó los principios de su reino en forma de "bienaventuranzas", haciendo claro que la felicidad se encuentra en una vida centrada en Cristo y dedicada a su servicio. Hay una enorme diferencia en esto.
"He visto que quienes viven con un propósito, buscando beneficiar y bendecir a sus congéneres, y honrar y glorificar a su Redentor, son personas verdaderamente felices en la tierra; mientras que el hombre que es inquieto, que está descontento, que busca esto y prueba aquello, esperando encontrar felicidad, sólo encuentra desengaño. Siempre está en necesidad, nunca está satisfecho, porque vive únicamente para él mismo. Que vuestro blanco sea hacer el bien y realizar vuestra parte fielmente en la vida".­ Nuestra Elevada Vocación pag. 244
Queda claro para cualquiera que la alegría en esta vida no será duradera. Son más los momentos de dolor y sufrimiento que los de gozo. Y suelen ser los cristianos quienes más pesares sufren por causa del enemigo, que cual león rugiente los ataca sin cesar.
Sin embargo, la vida en Dios no debe presentarse como una triste carga. De ninguna manera.
La esperanza en el Señor no es un lastre, sino una ayuda eficaz en cada instante de la vida. Realza cada momento de legítimo placer, al tiempo que suaviza con su amor los momentos de tribulación.
Alguien lo expresó mejor que yo, en palabras que cité en la audición: "La religión de Cristo no borra ni siquiera debilita una sola facultad. No incapacita al individuo para gozar de la verdadera felicidad; no ha sido designada para disminuir vuestro interés en la vida o para haceros indiferentes a las demandas de los amigos y la sociedad. No cubre la vida de cilicio; no se la expresa en profundos suspiros y gemidos. No, no; aquellos para quienes Dios es lo primero, lo último y lo mejor, son las personas más felices del mundo. No se borran de su rostro las sonrisas y la luminosidad. La religión no hace tosco, desprolijo y descortés al que la acepta; al contrario, lo eleva y ennoblece, refina sus gustos, santifica su criterio, y lo hace apto para estar en la sociedad de los ángeles celestiales y para el hogar que Jesús ha ido a preparar" (el subrayado es mío). Mensajes para los jóvenes pag. 35
Si la religión de la Biblia no produce gratitud y gozo abundante, manifestados en alegre servicio, algo falla en nosotros. Un rostro radiante de felicidad es una de las mejores cartas de presentación del evangelio.
Tenemos la obligación de ser felices, incluso en medio de las pruebas más severas, puesto que nuestro redentor Jesús no nos abandonará nunca, ni enviará una prueba que no podamos resistir mediante su gracia.
Para el creyente, no obstante, la perfecta y duradera felicidad no se alcanzará en este mundo; se encuentra todavía en el futuro. En aquel precioso día en que el Señor hará "un cielo nuevo y una tierra nueva" (Apoc. 21:1).
Bienaventurados los que habitan en tu casa;
Perpetuamente te alabarán. Selah
Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas,
En cuyo corazón están tus caminos.
Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente,
Cuando la lluvia llena los estanques.
Irán de poder en poder;
Verán a Dios en Sion.
Salmos 84:4-7

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