domingo, 15 de noviembre de 2009

MENSAJES FUERTES

Una cosa que nunca me agradó de los filmes sobre la vida de Jesús, era la imágen que presentaban de Juan el Bautista. En todos los que vi aparecía como un histérico gritón y desgreñado, con los pelos parados y ojos desorbitados, seguido por un hato de ignorantes y superticiosos; mucho más cercano a un loco que a un profeta.
A un personaje así, Dios no le confiaría el solemne mensaje de la venida del Mesías, las multitudes no le hubieran seguido y mucho menos los rígidos y formalistas fariseos hubiesen ido a pedir ser bautizados por él. Jesús mismo dijo: "Entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista." Luc. 7:28
Sin dudas, el profeta del desierto tenía otro aspecto y poseía una influencia serena y cautivante, a la vez mansa y llena de poder, afirmando con su  carácter y sus acciones lo vigoroso de sus mensajes.
"En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre. Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados". Mateo 3:1-6
Para los hombres sofisticados, mundanos y sensuales, Juan no tenía mucho atractivo. Incluso creo que a muchos creyentes de hoy, su ascetismo y sencillez no les resultarían para nada agradables. Pero para el alma sedienta de lo espiritual, el Bautista era un faro convocante, un imán irresistible.
Sin embargo, por sobre su personalidad, su mensaje poderoso, teñido de urgencia y gravedad, era el que movilizaba a las masas. Su llamado al arrepentimiento estaba cargado de consecuencias eternas y por ello era difícil de desoír.
Había en sus labios una convicción que procedía directamente del Espíritu Santo y alcanzaba los rincones más oscuros del alma, que si bien reflejaban el amor divino, también reprendían duramente el mal y la hipocresía de los líderes religiosos.
"Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: !!Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: a Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo, él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará". Mateo 3:7-12
¿Cuántos predicadores podrían hoy llamar a su auditorio "generación de vívoras" y presentar tan gráficamente el juicio sobre sus malas acciones, sin que todos abandonaran precipitadamente la sala y le retiraran su apoyo por completo?
No ciertamente alguien desposeído del Espíritu de Dios.
Quizá algún loco extremista y fanático, con predecibles resultados.

En esto seguía Juan la línea de los profetas de todos los tiempos, no buscando agradar al oído, sino despertar las conciencias adormecidas por el pecado. El mensaje divino no tiene condicionamientos, no es populista ni efectista, no busca impactar con algo nuevo o sorprendente, sino llamar al arrepentimiento.
Pero había un elemento adicional y definitivo en su mensaje: su autoridad, osadía y poder descansaban en Aquel que vendría tras él; el Rey, el Mesías y el Salvador de Israel.

De igual manera, los que tenemos el encargo de anunciar. no ya la primera venida de Cristo, sino la segunda y definitoria; debemos imitar a su Precursor en el poder, en la urgencia, gravedad e importancia del maravilloso mensaje que transmitimos.

Prediquemos a Jesús viniendo en las nubes del cielo, con el poder y la convicción que solamente el Espíritu nos puede dar.

El mundo lo necesita con urgencia, los campos ya están blancos para la siega y el tiempo se agota velozmente.

¡Sé un nuevo Juan el Bautista!

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