En uno de los viajes que mi padre hacía a Buenos Aires nos llevó a mi hermano y a mí. Al recorrer los muchos kioscos de revistas que había allí, vimos una cosa que nos fascinó. Una serie de chascos (bromas). El más notable de ellos era un paquete de caramelos que eran dulces por fuera, pero sumamente amargos y desagradables por dentro, que hacían escupir a quien los probara durante horas...
Con malvado espíritu, compramos uno y nos propusimos "divertirnos" a costa de nuestros amigos. Hasta simulábamos probarlos para luego convidar y luego quedábamos a la espera del amargo resultado, riéndonos del pobre que resultaba víctima de nuestra "diversión".
Hoy entiendo que aquello no tenía nada de gracioso. Pero aquel maléfico entretenimiento de la infancia me recordó que las cosas no siempre son lo que aparentan. Que detrás de una experiencia dulce puede encontrarse una amarga conclusión; o por el contrario, que Dios puede sacar de una amarga experiencia la dulce sensación de su presencia en medio de la prueba.
Retomando la entrada anterior sobre los chascos, quisiera analizar ahora los dos puntos finales.
En primer lugar, el error y los preconceptos humanos que los causaron no invalidan la obra de Dios.
La iglesia primitiva se levantó y creció hasta abarcar el mundo a la sombra del "fracaso" de la cruz. La iglesia adventista creció también emergiendo de la frustrada esperanza de 1844. Como dice en la profecía de Apocalipsis 10:10 "Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre", en la providencia de Dios que prueba las almas, debían pasar por la amarga experiencia del chasco para no depender de nada más que el poder divino.
Respecto de si habrá otro chasco, hago referencia a lo dicho por la inspiración divina.
Jesús habló de esto en tres parábolas que se encuentran en Mateo 25, de las cuales quiero mencionar únicamente la de las diez vírgenes: "Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas". (Mat. 25:1,2).
Los discípulos de Jesús y los primeros adventistas soportaron chascos en sus expectativas a causa de conceptos equivocados referentes al reino de Dios y a la segunda venida del Señor. La parábola de las diez vírgenes prefigura estas dos situaciones. Si bien todas esperaban al esposo, solo cinco de ellas tenía la preparación necesaria.
La falsa seguridad de muchos será su perdición: "No debemos descansar en la idea de que porque somos miembros de la iglesia ya estamos salvos, mientras no damos evidencias de que nos estamos conformando a la imagen de Cristo, mientras nos aferrarnos de nuestros antiguos hábitos e introducimos en nuestra trama las hebras de las ideas y las costumbres del mundo..." ¡Maranata:El Señor Viene! Pág. 52
Las esperanzas humanas, las costumbres e interpretaciones populares y la falsa erudición pueden opacar la clara revelación de la Palabra de Dios.
Deberíamos ser cuidadosos de lo que creemos y aceptamos, si acaso esté teñido de lo mundanal.
Con toda seguridad los que esperan la conversión del mundo, el triunfo glorioso de la iglesia y un súbito arrebatamiento para ser librados de la tribulación verán sus esperanzas fallidas. Los que en su corazón desean que el acontecimiento de los siglos se demore un poco más para gozar de esta vida, verán la puerta de la gracia cerrada en sus narices. Seremos probados hasta lo sumo antes de ir a nuestro hogar celestial.
La cita continúa: "Las diez vírgenes están en guardia en el atardecer de la historia de la tierra. Todas pretenden ser cristianas. Todas han sido llamadas, tienen un nombre, una lámpara, y pretenden servir a Dios. Aparentemente todas aguardan su aparición. Pero cinco son deficientes. Cinco, sorprendidas y angustiadas, se encontrarán fuera del lugar del banquete... Somos representados ya sea por las vírgenes prudentes o por las insensatas. Hay muchos que no permanecen a los pies de Jesús para aprender de él. No conocen sus caminos; no están preparados para su venida. La espera del Señor es fingida. No han velado y orado con esa fe que obra por el amor y purifica el alma. Han vivido una vida descuidada. Han escuchado la verdad y han estado de acuerdo con ella, pero nunca la han incorporado a su vida práctica... El aceite de la gracia no ha alimentado sus lámparas, ni están preparadas para entrar en la cena de bodas del Cordero... " ¡Maranata:El Señor Viene! Pág. 52
Nadie alcanzará la vida eterna si descuida el aceite del Espírtu. Se estará derramando abundantemente a su alrededor y no lo advertirán.
Por ello, para muchos, vendrá un tercer chasco. Se nos exhorta: "No seáis como las vírgenes insensatas, que dan por sentado que las promesas del Señor les pertenecen, mientras no siguen las intimaciones de Cristo. Jesús nos enseña que la profesión de fe no vale nada. 'Si alguno quiere venir en pos de mí -dice él-, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame' (Mat. 16: 24). Cuando pasemos por la prueba refinadora de Dios, por su proceso purificador; cuando el fuego del crisol consuma la escoria y surja el oro fino de un carácter purificado, seguiremos diciendo, con Pablo: 'No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo... Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús' (Fil. 3: 12-14)". ¡Maranata: El Señor Viene! Pág. 52
Con malvado espíritu, compramos uno y nos propusimos "divertirnos" a costa de nuestros amigos. Hasta simulábamos probarlos para luego convidar y luego quedábamos a la espera del amargo resultado, riéndonos del pobre que resultaba víctima de nuestra "diversión".
Hoy entiendo que aquello no tenía nada de gracioso. Pero aquel maléfico entretenimiento de la infancia me recordó que las cosas no siempre son lo que aparentan. Que detrás de una experiencia dulce puede encontrarse una amarga conclusión; o por el contrario, que Dios puede sacar de una amarga experiencia la dulce sensación de su presencia en medio de la prueba.
Retomando la entrada anterior sobre los chascos, quisiera analizar ahora los dos puntos finales.
En primer lugar, el error y los preconceptos humanos que los causaron no invalidan la obra de Dios.
La iglesia primitiva se levantó y creció hasta abarcar el mundo a la sombra del "fracaso" de la cruz. La iglesia adventista creció también emergiendo de la frustrada esperanza de 1844. Como dice en la profecía de Apocalipsis 10:10 "Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre", en la providencia de Dios que prueba las almas, debían pasar por la amarga experiencia del chasco para no depender de nada más que el poder divino.
Respecto de si habrá otro chasco, hago referencia a lo dicho por la inspiración divina.
Jesús habló de esto en tres parábolas que se encuentran en Mateo 25, de las cuales quiero mencionar únicamente la de las diez vírgenes: "Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas". (Mat. 25:1,2).
Los discípulos de Jesús y los primeros adventistas soportaron chascos en sus expectativas a causa de conceptos equivocados referentes al reino de Dios y a la segunda venida del Señor. La parábola de las diez vírgenes prefigura estas dos situaciones. Si bien todas esperaban al esposo, solo cinco de ellas tenía la preparación necesaria.
La falsa seguridad de muchos será su perdición: "No debemos descansar en la idea de que porque somos miembros de la iglesia ya estamos salvos, mientras no damos evidencias de que nos estamos conformando a la imagen de Cristo, mientras nos aferrarnos de nuestros antiguos hábitos e introducimos en nuestra trama las hebras de las ideas y las costumbres del mundo..." ¡Maranata:El Señor Viene! Pág. 52
Las esperanzas humanas, las costumbres e interpretaciones populares y la falsa erudición pueden opacar la clara revelación de la Palabra de Dios.
Deberíamos ser cuidadosos de lo que creemos y aceptamos, si acaso esté teñido de lo mundanal.
Con toda seguridad los que esperan la conversión del mundo, el triunfo glorioso de la iglesia y un súbito arrebatamiento para ser librados de la tribulación verán sus esperanzas fallidas. Los que en su corazón desean que el acontecimiento de los siglos se demore un poco más para gozar de esta vida, verán la puerta de la gracia cerrada en sus narices. Seremos probados hasta lo sumo antes de ir a nuestro hogar celestial.
La cita continúa: "Las diez vírgenes están en guardia en el atardecer de la historia de la tierra. Todas pretenden ser cristianas. Todas han sido llamadas, tienen un nombre, una lámpara, y pretenden servir a Dios. Aparentemente todas aguardan su aparición. Pero cinco son deficientes. Cinco, sorprendidas y angustiadas, se encontrarán fuera del lugar del banquete... Somos representados ya sea por las vírgenes prudentes o por las insensatas. Hay muchos que no permanecen a los pies de Jesús para aprender de él. No conocen sus caminos; no están preparados para su venida. La espera del Señor es fingida. No han velado y orado con esa fe que obra por el amor y purifica el alma. Han vivido una vida descuidada. Han escuchado la verdad y han estado de acuerdo con ella, pero nunca la han incorporado a su vida práctica... El aceite de la gracia no ha alimentado sus lámparas, ni están preparadas para entrar en la cena de bodas del Cordero... " ¡Maranata:El Señor Viene! Pág. 52
Nadie alcanzará la vida eterna si descuida el aceite del Espírtu. Se estará derramando abundantemente a su alrededor y no lo advertirán.
Por ello, para muchos, vendrá un tercer chasco. Se nos exhorta: "No seáis como las vírgenes insensatas, que dan por sentado que las promesas del Señor les pertenecen, mientras no siguen las intimaciones de Cristo. Jesús nos enseña que la profesión de fe no vale nada. 'Si alguno quiere venir en pos de mí -dice él-, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame' (Mat. 16: 24). Cuando pasemos por la prueba refinadora de Dios, por su proceso purificador; cuando el fuego del crisol consuma la escoria y surja el oro fino de un carácter purificado, seguiremos diciendo, con Pablo: 'No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo... Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús' (Fil. 3: 12-14)". ¡Maranata: El Señor Viene! Pág. 52
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