En una entrada anterior (las dos liebres 23/03) se encuentra el germen de esta nueva sección, cuando hablaba del daño que pueden hacer las controversias teológicas, cuando no están suavizadas con el amor de Cristo.
Nada produce heridas más profundas en las relaciones humanas ni prolonga tanto una discusión, como cuando no se sabe de qué se está hablando.
En el caso de la naturaleza de Dios, cuando nos encontramos con su vastedad y misterio, el silencio es lo mejor. No obstante, hay momentos y situaciones en que es necesario sentar posición.
Actualmente no se pone en duda la existencia de Dios ni su poder, sino que se cuestiona su misma esencia y naturaleza. Los argumentos que se presentan son inquietantes, algunos sutiles y cautivadores, otros nacidos de la sola y ciega oposición.
La controversia sobre este tema lleva siglos. No soy teólogo ni es mi intención avivar su fuego.
Sin embargo en la actualidad se presentan con ánimo polémico enseñanzas sobre Él que confunden a los creyentes sinceros y producen contiendas y daños incalculables a su iglesia. Además, al hacerse públicas, traen vergüenza y hacen blanco de burlas a la Causa que amo.
Ante tanto bombardeo, poco importa quién salga herido. Eso no es bueno.
No es mi intención rebatir las posiciones de otros; simplemente quiero exponer, dentro de mis posibilidades y con la ayuda de lo alto, la clara y sencilla luz de la verdad. Quisiera en cuanto a la sana doctrina humildemente sentar mi posición de lo que creo que la Biblia afirma.
Como adventista, además, voy a apoyarme confiadamente en los escritos de Elena de White, los que considero inspirados por Dios y que no contradicen las Escrituras.
¿Qué dice realmente la Sagrada Escritura sobre cómo es Dios?
Sería incomprensible e inalcanzable para nosotros si no se hubiera revelado a Sí mismo en la Biblia. Felizmente, nos ha dado suficiente evidencia para que podamos conocerlo.
Hay cuatro cosas evidentemente presentadas en ella que diferencian al Señor de sus criaturas:
- Su eternidad
- Su omnipotencia
- Su omnisciencia
- Su omnipresencia
Nosotros no disponemos de ninguna de ellas. Nuestra vida es finita, las capacidades de que disponemos son pocas, nuestro conocimiento es limitado y nuestra capacidad de intervenir se reduce al lugar en que estamos.
Aún las cosas que podemos realizar, decir o pensar, no importa cuan grandes sean, son apenas las facultades que nos han sido prestadas por Él.
El hombre no es ni será nunca un "dios", eso es una mentira de Satanás gestada exitosamente en el Jardín del Edén. ¿Qué en cuanto a los ángeles?
Observemos el siguiente pasaje de Hebreos 1: 5-8
"Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino."
No, los ángeles tampoco pueden ser "dioses", esa es apenas una pretensión del Diablo.
No, los ángeles tampoco pueden ser "dioses", esa es apenas una pretensión del Diablo.
Únicamente Él puede serlo, indiscutible e incomparable y lo declara enfáticamente:
"¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio". Isaías 40: 25,26
Es el Único, el Primero y el Último, quién está sobre todo y sobre todos, digno de todo honor.
Por lógica y por revelación, queda claro entonces que la criatura no puede ser igual a su creador.
Dios es además un ser personal, la persona por excelencia, de la cual derivan todas las demás. No es una influencia ni una energía, tal como se puede ver en la creación de Adán y Eva, hechos a imagen y semejanza suya como seres personales y concretos.
Y es necesario que sea así, porque es un Dios de relaciones, de interacción, al cuál podemos conocer, venerar y por sobre todo amar ¿Cómo podríamos acaso, amar a una energía cósmica?
"¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio". Isaías 40: 25,26
Es el Único, el Primero y el Último, quién está sobre todo y sobre todos, digno de todo honor.
Por lógica y por revelación, queda claro entonces que la criatura no puede ser igual a su creador.
Dios es además un ser personal, la persona por excelencia, de la cual derivan todas las demás. No es una influencia ni una energía, tal como se puede ver en la creación de Adán y Eva, hechos a imagen y semejanza suya como seres personales y concretos.
Y es necesario que sea así, porque es un Dios de relaciones, de interacción, al cuál podemos conocer, venerar y por sobre todo amar ¿Cómo podríamos acaso, amar a una energía cósmica?
Por ello, también es un Dios complejo, donde coexisten tres personas en un único Dios. ¿Fácil de entender? No. Pero a esto dedicaré la siguiente entrada.
Nuestro poderoso y amante Señor es también la fuente que da y sustenta la vida, de la cual dependemos. Merece toda nuestra alabanza y adoración.
Digamos hoy con el salmista:
"Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones". Salmos 100
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