"Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria. Y clamó con voz potente, diciendo: ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites. Y oí otra voz del cielo, que decía: salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades. ". Apocalipsis 18:1-5
Dios me ha otorgado el gran privilegio de ser docente y poder enseñar la Biblia a niños y jóvenes en nuestra escuela de iglesia, ¡y encima me pagan por ello!
Al tratar con adolescentes que provienen de distintas extracciones religiosas, tengo la enorme tarea de presentarles el evangelio eterno de Dios. Esto demanda de mi parte que conozca bien y por experiencia propia el mensaje que voy a dar. Por otro lado, debo hacerlo tan claro y simple como sea posible.
Es cierto que muchos de ellos no se interesan, e incluso se oponen a todo lo que sea religioso, no obstante, hay en sus corazones un anhelo por las cosas espirituales que no puede ser refrenado pues Dios lo puso allí. Estimo como precioso cada momento en que su conciencia se despierta y oro por sabiduría para aprovechar esos dorados instantes, en los cuales la humana sabiduría no sólo es insuficiente sinó más bien perjudicial.
Hay en la manera de Cristo de tratar a los interesados un ejemplo de maravillosa sencillez, una astucia santificada y un poder de convicción que yo ansío tener. Nunca entró por propia voluntad en controversias (aunque sus enemigos intentaran hacerlo caer de todos los modos posibles), nunca ofendió a un alma que buscaba la verdad y jamás alguien salió de su presencia chasqueado .
Con ese ánimo escribo esta, la primera de una serie sobre el Apocalipsis, con la perspectiva del que quiere ser enseñado por Cristo.
Con ese ánimo escribo esta, la primera de una serie sobre el Apocalipsis, con la perspectiva del que quiere ser enseñado por Cristo.
Como consideración previa en cuanto a la caída de Babilonia, creo que mucho de lo que se escribe y circula hoy en la web está desprovisto de ese espíritu.
Al estudiar las profecías, deberíamos imitar la actitud humilde y reverente del profeta Daniel, quien escribió: "En el año primero de Darío... yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años. Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza". Daniel 9:1-3
Su primer interés, al hallarse en perplejidad, fue buscar al Señor, haciéndose cargo de los pecados de su pueblo. (ver entrada Daniel 9)
En el Apocalipsis, Babilonia simboliza la confusión religiosa que se opone a la verdad. Es la obra del anticristo para echar por tierra el mensaje de salvación. En el capítulo 17 se la presenta como una mujer impía, ebria de la sangre de los santos, montada sobre una bestia que a su vez recibe su poder del Dragón (Satanás), quién es el verdadero enemigo del pueblo de Dios.
La mención de su caída, presentada con vivas imágenes y un fuerte lenguaje, aparece dos veces en los capítulos 14 y 18 del último libro de la Biblia. La siguiente cita traza un paralelo interesante con el ministerio de Cristo y la conecta con la purificación del santuario del cielo: Cuando Jesús comenzó su ministerio público, limpió el templo de su profanación sacrílega. Entre los últimos actos de su ministerio figura la segunda purificación del templo. Así también en la obra final de amonestación al mundo, se hacen dos llamados a las iglesias. El mensaje del segundo ángel es: "Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación" (Apoc. 14: 8). Y en la proclamación en alta voz del mensaje del tercer ángel, se oye una voz que dice desde el cielo: "Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades" (Apoc. 18: 4, 5) (The Review and Herald, 6 de diciembre de 1892).
El mensaje de los 3 ángeles de Apocalipsis 14 contiene tanto el anuncio de la caída de Babilonia como los castigos de quienes adhieran a los poderes de la apostasía y reciban su marca. Este mensaje comenzó a ser predicado en la primera mitad del siglo XIX y continúa hasta hoy. Al presente, el misterio de iniquidad no alcanzó su culminación, por eso es necesario un segundo mensaje.
Pero quiero sugerir dos aspectos presentes en estos llamados:
- Todavía hay pueblo de Dios en Babilonia y debe ser llamado a salir de ella.
- Hay quienes, aunque aparentemente están afuera, están bebiendo su vino.
El mensaje del segundo ángel del capítulo 14 habla de su caída, que no es un hecho, sino un proceso.
La apostasía, que comenzó en el Edén, fue creciendo a lo largo de los siglos, para hallar su culminación en el sistema del hombre de pecado de 2º Tesalonicenses 2, que encarna a la simbólica Babilonia espiritual y será destruida en la venida de Cristo. El ángel de Apocalipsis 18 anuncia el fin de dicho proceso, en que ésta se ha vuelto habitación de demonios y su condenación está por llegar.
Nuestro interés con este asunto, entonces, es doble.
Por un lado, ¿estoy en Babilonia? y por el otro, ¿estaré bebiendo su vino?
Esto lo analizaremos en las entradas siguientes con mayor detalle; en tanto, recuerdo como ya lo he expresado antes, que este es un asunto individual: "Prepárate para venir al encuentro de tu Dios" (Amós 4: 12) es la advertencia que ha de darse al mundo. Es una advertencia para cada uno de nosotros individualmente... La gran preocupación de cada alma debería ser: ¿Ha sido renovado mi corazón ? ¿ Ha sido transformada mi alma ? ¿Han sido perdonados mis pecados mediante la fe en Cristo? ¿He renacido? ¿Estoy cumpliendo con esta invitación: "Venid a mí todos los que estéis trabajados y cargados, que yo os haré descansar" (Mat. 11: 28)?. . . ¿Considera Ud. todas las cosas como pérdida en comparación con la excelencia del conocimiento de Jesucristo? ¿Y considera Ud. que es su deber creer cada palabra que procede de la boca de Dios? (Manuscrito 32, 1896). En Mensajes Selectos Tomo 2 Página 133
Son mensajes dignos de análisis, solemnes y cargados de eternas consecuencias, requieren toda nuestra atención y deberían llevarnos a la acción.
¡Maranatha!
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