"Aunque afligido yo y necesitado,
Jehová pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres tú;
Dios mío, no te tardes". Salmos 40:17
Jehová pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres tú;
Dios mío, no te tardes". Salmos 40:17
El miércoles fui a jugar al básquetbol con algunos alumnos y profesores y me lesioné el pie izquierdo de una forma algo extraña. El especialista que me revisó me dio para 3 semanas de reposo. Aunque lo sucedido fue motivo de simpatía para algunos que me llamaron para averiguar como estaba, también motivó las burlas de mis amigos y familia diciendo que a mi edad "ya no estoy para esos trotes".
Pero mi limitación física y la forzosa inactividad resultante me han recordado siete claras lecciones espirituales que quisiera compartir.
- Me recordaron mi fragilidad: Yo bien sabía que me exponía a lesiones por mi estilo de vida sedentario y el poco ejercicio; pero con algo de soberbia, confié en mis fuerzas más allá de lo razonable. Mi cuerpo se deteriora y no importa cuanto lo cuide, un día fallará por completo. Por eso, cada día debo recordar consagrarme al Señor como si fuera el último de mi existencia. (ver entrada "Efímeros")
- La sumisión: cuando el médico me indicó que debía pedir licencia, no consultó mis planes o las responsabilidades que debía cumplir. Tampoco si me agradaban o no las medicinas. Simple y llanamente debí obedecer y olvidarme de lo que deseaba hacer. Necesito reconocer que no soy dueño de mi vida y que "en tu mano están mis tiempos". Salmos 31:15
- El dolor: cuando al pisar sentí una terrible punzada en la planta del pie, afronté la realidad del desagradable "efecto colateral" que el pecado trae consigo. Sufrir es por demás desagradable, pero en ciertos casos es un "último recurso" divino sumamente aleccionador. Su presencia me debería conducir a cambiar las cosas que ofendan a nuestro Señor.
- La dependencia es quizá el elemento más irritante. Nos gusta valernos por nosotros mismos y no queremos aceptar las limitaciones. Pero con el tiempo (o los contratiempos), nos vamos dando cuenta de que dependemos de la ayuda de los demás. Pablo, ya anciano suspiraba por la compañía y ayuda de su camarada Timoteo: "procura venir pronto a verme... trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos". 2ª Timoteo 4:9 y 13
- La humildad: es un subproducto de la dependencia. Cuando estamos desvalidos y nuestra pretendida omnipotencia queda por el piso, el yo es puesto a a un lado. Buscamos entonces la ayuda de los demás y suplicamos el favor divino (que siempre hemos necesitado). Bueno sería que esta fuera mi actitud en todo momento.
- La paciencia: Una larga afección nos enseña a ser pacientes y esperar. Esperar el fin del dolor, esperar la recuperación física, esperar encontrarnos otra vez en plenitud. Esperar con paciencia en Dios...En medio de las prisas y el afán de la vida diaria debo evitar que me pase como decía una canción; "me olvidé de vivir" para esta vida y para la venidera.
- La devoción: en el dolor, la necesidad y el alejamiento de las responsabilidades, se me da un precioso tiempo para reflexionar, orar, leer la santa Palabra de Dios y para el culto de familia. Necesito apartar más tiempo para estas cosas también cuando esté sano.
Finalmente, este incidente me ayuda a enfocarme en Jesús y en el cielo, cuando todas nuestras penas, limitaciones, dolores y tristezas se habrán ido para siempre. La esperanza de ese día es mi mayor gozo. Alégrense conmigo en la anticipación del día en que "los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido." Isaías 35:10
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